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Corazones
de Jesús y de María...
Esperanza de la Humanidad©
"Tenemos que ganar el mundo entero y cada alma, ahora
y en el
futuro, hasta el final de los tiempos, para la Inmaculada, y a
través de ella,
para el Sagrado Corazón de Jesús."
(San Maximiliano Kolbe)
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Siervas de los
Corazones Traspasados de Jesús y María | XVII Edición
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febrero 2003 |
Archivo
del Boletín |
ITALIANO
EN
ESTA EDICIÓN:
Editorial
"De Corazón a Corazón" (esta página)
A
los Pequeños Corazones
Nos
Habla el Corazón del PapaCorazones
que Arden de Amor
Conozcamos
el Corazón de JesúsEn
el Corazón de María
DE CORAZÓN A CORAZÓN
Manifestación del
amor de Dios al mundo
EDITORIAL
Madre Adela Galindo, Fundadora, SCTJM
Queridos hermanos y hermanas:
El 2 de Febrero, fiesta de la Presentación del Niño en el Templo, la
Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada.
La Vida consagrada, enraizada profundamente en la vida de Cristo, es
un don de Dios para la Iglesia. Esta vocación que revela los rasgos
característicos de Jesús, pobre, virgen y obediente, es un
permanente signo de la presencia de Dios en medio del mundo.
En su homilía durante la Santa Misa de esta Jornada, el Santo Padre
nos dijo que los hombres y mujeres consagrados a Dios por completo
en pobreza, castidad y obediencia, con su fidelidad de vida, son
una manifestación del amor de Dios para el mundo.
«Pobreza, castidad y obediencia son caracteres distintivos del
hombre redimido, interiormente liberado de la esclavitud del
egoísmo». Con estas palabras SS Juan Pablo II, nos recordaba que
la consagración total a Dios por medio de los consejos evangélicos
es un camino de liberación interior que nos lleva a abandonar todo
lo que se opone al amor indiviso y total del corazón, para llevarnos
a alcanzar la perfección de la caridad.
¿No es acaso la vocación a la vida consagrada un llamado al amor?
Si, un llamado al amor hasta el extremo en imitación a Aquel que ha
dejado todo, que se anonadó hasta hacerse uno de nosotros para
salvarnos. Santa Teresita del Niño Jesús comprendió que su vocación
religiosa tenía un propósito: “En la Iglesia seré el Amor”.
La libertad que ofrece el voto de obediencia, es la del corazón que
libre de la esclavitud a su propia voluntad, puede ir con más
rapidez y generosidad por los caminos por los que el Cordero le
lleve. ¡Cuán aferrado está el corazón a la propia voluntad! ¿Cómo
ser verdadero discípulo de Cristo, si no se está dispuesto a la
renuncia del propio deseo para estar disponible a cumplir los suyos?
La obediencia, como renuncia al amor desordenado a la voluntad
propia, es un camino excelentísimo para alcanzar la libertad que nos
dispone a generosamente abrazar los designios de Dios.
La libertad que ofrece el voto de castidad, es la del corazón que
libre del amor propio, exclusivo o condicional, puede amar con
universalidad, dándose a los demás según el amor de Dios, desde el
amor a Dios y con el amor de Dios. ¡Cuánto egoísmo atrapa las
potencias más íntimas y poderosas del corazón humano! ¡Cuánto amor
retenido, mal usado o desperdiciado por que no fue movido por el
amor de Dios y el amor a los hermanos! No se puede volar a las
alturas del amor si no se está dispuesto a renunciar a los
obstáculos interiores que impiden que alcemos ese vuelo.
La libertad que ofrece el voto de pobreza, es la del corazón que
libre del deseo de poseer, puede gozarse con tener poco y gozarse
mayormente de entregarlo todo. ¡Cuánto se destruye en la obsesión de
poseer, no solo bienes, sino prestigio, control, puestos, fama y
reconocimiento! Qué libre es el corazón que no busca su recompensa
en nada terreno, sino solo en Dios. Qué grandes son las almas que
como dice S. Francisco de Sales, no buscan nada y no rehúsan nada.
Esa es la verdadera pobreza, como nos la describe este Santo:
“quiero poco, y de lo poco que quiero, que sea poco”.
Concluyo con una invocación que hiciera SS Juan Pablo II al final de
la Exhortación Apostólica “Vita Consecrata” en 1996:
“A ti Madre, que deseas la renovación espiritual y apostólica
de tus hijos e hijas en la respuesta de amor y de entrega total a
Cristo, elevamos confiados nuestra súplica. Tú que has hecho la
voluntad del Padre, disponible en la obediencia, intrépida en la
pobreza y acogedora en la virginidad fecunda, alcanza de tu divino
Hijo que cuantos han recibido el don de seguirlo en la vida
consagrada sepan testimoniarlo con una existencia transfigurada,
caminando gozosamente, junto con todos los otros hermanos y hermanas
hacia la patria celestial, a la luz que no tiene ocaso”.
Les pido que unidos en un solo corazón, mente y espíritu, junto con
María la Madre de las almas consagradas, pidamos al Padre que nos
envíe por medio del Espíritu Santo, abundantes vocaciones a la vida
consagrada, corazones dispuestos a dejarlo todo por seguir más de
cerca a Jesucristo.
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