a lOS PEQUENOS
CORAZONES
Queridos niños:
En este mes de febrero, nuestra Iglesia celebra “La Presentación del
Niño Jesús en el Templo”, que se realizó cuarenta días después de su
nacimiento, porque en la ley de Moisés estaba escrito: “Todo hijo
primogénito se considera consagrado a Dios”.
Según esta Ley, los ricos debían ofrecer un cordero y una tórtola como
sacrificio a Dios. Pero la Virgen María y San José sólo pudieron ofrecer
dos tórtolas, que era la ofrenda habitual de los pobres. Por aquel
tiempo, vivía en Jerusalén un anciano llamado Simeón, que pedía a Dios
ver al Mesías antes de morir. Viene al Templo, ve al Niño, y tomándolo
en brazos, dice: “Ahora Señor según tu promesa, puedes dejar a tu siervo
irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has
presentado ante todos los pueblos, luz para alumbrar a las naciones y
gloria de tu pueblo Israel”.
Luego, volviéndose a María, añadió estas palabras proféticas: “Este niño
está puesto para caída y salvación de muchos, y para blanco de
contradicción. Y a ti misma una espada te traspasará el alma, para que
se descubran los pensamientos en muchos corazones”.
Este canto de Simeón junto con sus palabras proféticas, enseñaron a la
Virgen las luchas que habría entre el bien y el mal, a causa de las
enseñanzas de su Hijo. Él sería “Varón de Dolores” y ella la “Madre
Dolorosa”.
Ana, la profetisa, viene también a tomar al Niño en sus brazos, pues
vivía en espera del Mesías, y habla de las maravillas de Dios para
quienes estaban dispuestos a aceptar la redención de Israel. Todo esto
María lo guardaba en su Corazón.