Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María 

XVII Edición

                febrero 2003


a lOS PEQUENOS CORAZONES

Queridos niños:

En este mes de febrero, nuestra Iglesia celebra “La Presentación del Niño Jesús en el Templo”, que se realizó cuarenta días después de su nacimiento, porque en la ley de Moisés estaba escrito: “Todo hijo primogénito se considera consagrado a Dios”.

Según esta Ley, los ricos debían ofrecer un cordero y una tórtola como sacrificio a Dios. Pero la Virgen María y San José sólo pudieron ofrecer dos tórtolas, que era la ofrenda habitual de los pobres. Por aquel tiempo, vivía en Jerusalén un anciano llamado Simeón, que pedía a Dios ver al Mesías antes de morir. Viene al Templo, ve al Niño, y tomándolo en brazos, dice: “Ahora Señor según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos, luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”.

Luego, volviéndose a María, añadió estas palabras proféticas: “Este niño está puesto para caída y salvación de muchos, y para blanco de contradicción. Y a ti misma una espada te traspasará el alma, para que se descubran los pensamientos en muchos corazones”.

Este canto de Simeón junto con sus palabras proféticas, enseñaron a la Virgen las luchas que habría entre el bien y el mal, a causa de las enseñanzas de su Hijo. Él sería “Varón de Dolores” y ella la “Madre Dolorosa”.
Ana, la profetisa, viene también a tomar al Niño en sus brazos, pues vivía en espera del Mesías, y habla de las maravillas de Dios para quienes estaban dispuestos a aceptar la redención de Israel. Todo esto María lo guardaba en su Corazón.


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