Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María 

XXI Edición

enero 2005


eN EL CORAZÓN DE MARÍA

Altar de Dios, Tabernáculo Viviente, Custodia del Salvador

Hna. Anabel Ruiz, SCTJM

El Corazón de Nuestra Madre es el altar místico donde Jesús se ofreció al Padre por nosotros y por nuestra salvación. Sobre su fíat generoso, sin límites, Jesús sacrifica su propio ser a favor de la humanidad. Podemos pensar que Ella es ése altar limpio y liso, pues en María todo es humildad y docilidad, no hay huecos que rellenar ni colinas que rebajar. Así como el altar se cubre con un mantel que lo reviste, así también Dios Padre ha recubierto a María Santísima de todas las virtudes... Ella es la llena de gracia, la Madre Inmaculada.

Su Corazón es el Arca de la Nueva Alianza, Tabernáculo Viviente del Emmanuel, Dios con nosotros. El evangelista Lucas nos presenta un paralelo entre María y el Arca de la Alianza en su relato de la Visitación (Lc. 1:39-52). Comparémoslo con 2 Sam. 6: 4-16, donde David desea traer el arca a Jerusalén. Observamos que tanto María como el arca están peregrinando. El Rey David danza ante el arca; Juan Bautista salta de gozo en el seno de su madre. David exclama: “¿Cómo voy a llevar a mi casa el arca de Yahvé?” Lo cual nos recuerda las palabras de Santa Isabel: “¿De dónde a mí que la Madre de mi Señor venga a visitarme?”. El Arca permaneció en la casa de Obededom por tres meses, e igualmente María permanece por un período de tres meses en la casa de su prima Isabel.

En su mensaje para la Jornada Misionera del pasado año, Su Santidad Juan Pablo II nos recordó que “María, el primer tabernáculo de la historia, nos muestra y ofrece a Cristo, nuestro Camino, Verdad y Vida (Jn. 14,6).” Es por eso que Ella también es la más hermosa custodia, la que con su presencia siempre lleva a las almas al encuentro con Cristo. “Mirándola a Ella conocemos la fuerza transformadora que tiene la Eucaristía, en Ella vemos el mundo renovado por el amor”(Ecclesia de Eucharistia n.62).


Dulce Corazón de María, por tu poderosa intercesión, concédenos la gracia de que nuestros corazones sean un altar, ofreciéndole al Señor todo lo que somos, todo lo que tenemos y hemos recibido de Él. Que sea un tabernáculo donde Él more día y noche, sanándonos, santificándonos, llenándonos de su Espíritu. Que sea una hermosa custodia donde su Corazón Eucarístico se manifieste al mundo.
Amén.

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