Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María 

XXI Edición

enero 2005



Frutos de una Autentica vida de Oración

 Hna. Verónica Margarita Jiménez, SCTJM

No podemos desligar de nuestra vida de oración la Adoración Eucarística. He aquí donde se encierra nuestra fuerza espiritual y la raíz de nuestro ser: en la Eucaristía.

La oración da fruto cuando en ella nos dejamos consumir por la zarza ardiente del Corazón Eucarístico de Jesús. Es el silencio interior el terreno donde se puede sembrar la semilla de la palabra de Dios, es donde crece y da fruto abundante. Fruto crucial de la vida de oración es la unión a Jesús por medio de nuestros sufrimientos. La auténtica oración siempre nos llevará a meditar y desear vivir una vida de reparación y consolación al Corazón Eucarístico y Traspasado de Jesús, como también al Corazón Inmaculado y Traspasado de María.

Otro fruto es el deseo de salvar almas, tanto acá en la tierra, deseando la conversión de muchos, como también a través de nuestra intercesión por las almas en el Purgatorio. Aunque no cabe duda de que el fruto que se debe dar primariamente, es el de nuestra propia conversión, para llegar a ser canales para los demás, y derrotar a Satanás.

La oración auténtica nos lleva a vivir la Santa Misa con verdadero fervor, amor y devoción. Cuántas veces al participar de la Santa Misa nos mostramos indiferentes ante el gran sacrificio que se realiza en ese momento! El Señor ha revelado a muchos místicos que el momento después de recibir la Sagrada Comunión es crucial para el alma, es el momento en el que nuestro corazón se une con el de Jesús, y Él ha prometido que lo que le pidamos en ese momento Él nos lo concederá si está dentro de su voluntad. Cuántas veces comulgamos y ni siquiera meditamos o guardamos silencio interior para dejar que Él obre en nosotros. Muchos incluso están esperando ansiosos la bendición final para salir de la Iglesia. Peor aún.. hay quienes ni siquiera esperan la bendición del sacerdote, sino que salen con Jesús Eucaristía en su boca sin guardar ningún respeto o reverencia.

¿Por qué al recibir la Eucaristía no logramos alcanzar un cambio radical? ¿Por qué no nos vamos transformando en lo que consumimos? Estando ante Jesús Eucaristía, estamos ante la Zarza ardiente, ante el fuego del Corazón Eucarístico. Si aún recibiéndolo no se derrite el hielo de nuestros corazones, es porque todavía no hemos contemplado de corazón el amor del Corazón de Jesús. Hermanos, si no nos quema y nos consume la santidad de Dios, vana es nuestra contemplación. La oración y la contemplación dan fruto cuando nos dejamos purificar por las llamas del amor del Corazón Eucarístico: amor que no es amado y que no escatima en nada por darse a nosotros. La verdadera oración, la verdadera contemplación, es aquella que nos transforma en Aquél a quien contemplamos... o aquella en la que al concluir, salimos con la certeza de la necesidad de un cambio radical en nuestra vida. De lo contrario, no estamos escuchando a Dios, quien nos desea santos.

El alma verdaderamente eucarística, refleja en su vida el testimonio de la Presencia de Dios en su alma, da testimonio del poder de la Eucaristía a través de su propia transformación y auténtica imitación de Cristo. Pidamos al Señor que en este año en el que Su Santidad Juan Pablo II nos está llevando a remar mar adentro en el Misterio de la Eucaristía, nosotros crezcamos en mayor amor y reverencia a este Sacramento, a través de nuestra propia transformación y testimonio de vida de santidad para los demás.
 

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