La Intercesión
de Jacinta por el Santo Padre
Hna. Verónica Margarita Jiménez, SCTJM
¡Lo que un alma puede hacer con su entrega fiel
al llamado de Dios! Un sí entregado fielmente día a día, fue lo que
protegió al Santo Padre cuando fue herido gravemente el 13 de mayo de
1981. Él mismo reconoce que fue salvado de la muerte por la intercesión
de la pequeña de Fátima: “Expreso mi gratitud también a la Beata Jacinta
por los sacrificios y oraciones que ofreció por el Santo Padre, a quien
había visto en gran sufrimiento. Jacinta bien podía exclamar con San
Pablo: “Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros,
y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en
favor de su Cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1, 24).
(Palabras del Santo Padre en la Homilía de Beatificación, 13 de Mayo,
2000)
Jacinta, siendo una niña, al haber tenido una
visión del Santo Padre, atribulado y en peligro, es movida a ofrecer
sacrificios por él, y lo que Dios le pedía en aquellos días (en 1917),
esa entrega de amor e sacrificial por “el Obispo vestido de blanco”,
como ella lo define, valieron para salvarlo del atentado ocurrido el 13
de mayo de 1981.
Dios unió espiritualmente a estas dos almas en
épocas distintas, ya que lo que Jacinta padeció por él, posiblemente aun
antes de que él naciera, fue la entrega generosa de una niña de 8 ó 9
años, que Dios tomó para cumplir sus designios en el año
1981.
Qué grandeza la de Dios, que utiliza nuestros
sufrimientos y sacrificios de una manera que no tiene límites de tiempo
o de generaciones. El ejemplo de Jacinta debe mover nuestros corazones a
la entrega por los demás, sin que sepamos hasta dónde puede llegar el
fruto de nuestros padecimientos.
Algo que indiscutiblemente une a estas dos almas,
es su generosidad en la entrega, su darse sin límites, su abandono
confiado en las manos de María. Podemos decir que Su Santidad Juan Pablo
II y Jacinta Marto, han sido almas formadas en el Corazón de María,
almas llevadas de la mano de la Madre.
Pidámosle a Jacinta que interceda por nosotros
para que nuestros corazones sean inflamados para alcanzar ese amor que
ella tuvo por el Santo Padre, y la fidelidad en la entrega por el reino
de Dios.