Corazones de Jesús y de María...
Esperanza de la Humanidad©
"Tenemos que ganar el mundo entero y cada alma, ahora y en el
 futuro, hasta el final de los tiempos, para la Inmaculada, y a través de ella, 
para el Sagrado Corazón de Jesús."
(San Maximiliano Kolbe)

Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María          XV Edición        mayo 2001      Archivo del Boletín


EN ESTA EDICIÓN:
Editorial "De Corazón a Corazón" (esta página) En el Corazón de la Iglesia 
Nos Habla el Corazón del PapaCorazones que Arden de Amor 
Conozcamos el Corazón de JesúsEn el Corazón de María

DE CORAZÓN A CORAZÓN 
Testigos del Amor
EDITORIAL Madre Adela Galindo, Fundadora, SCTJM

Queridos Hermanos y Hermanas:

“En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros” (Jn 13, 35). El amor, nos dice Jesús en San Juan, es la gran marca que identifica al cristiano auténtico.  Es el amor lo que mueve los corazones. Es la manifestación del amor hasta el extremo, lo que se convierte en la mas grande evangelización. 

En su carta apostólica Novo Millennio Ineunte, SS Juan Pablo II, nos invita a entrar en este Tercer Milenio con una clara convicción: toda su misión debe inspirarse y partir desde “el mandamiento nuevo”: “que como yo os he amado, así os améis los unos a los otros”.

El gran llamado de hoy para todos en la Iglesia es ser testigos del amor.  Amor que lleva a una profunda comunión, amor que llega a los mas grandes sacrificios, amor que sana, restaura, y como decía San Maximiliano Kolbe, “amor que crea”.

El amor es verdaderamente el corazón de la Iglesia. Hoy nos corresponde a nosotros descubrir que el amor debe ser el origen y a la vez la meta, de toda misión en la Iglesia.  Del amor nace la Iglesia, pues nace del Corazón traspasado de Cristo.  En el amor se mantiene unida siendo todos de “un solo corazón y una sola alma” (Hch 4,32).  Y por amor realiza su misión en la historia.  Es por ello, que el Santo Padre nos dice que debemos hacer de la Iglesia la “casa y escuela de la comunión”, y que este es el gran desafío que tenemos ante nosotros en este Tercer Milenio.

 El Amor.....  La Gran Doctora de la Iglesia Santa Teresita de Lesieux nos dice “entendí que sólo el amor movía a los miembros de la Iglesia. Entendí que el amor comprendía todas las vocaciones, que el Amor era todo”.   Quizás por esta comprensión de su corazón es que Su Santidad la hizo recientemente doctora de la Iglesia, como experta en la “scientia amoris” (la ciencia del amor).

 ¿Será que en este nuevo milenio el Espíritu Santo quiere de una forma particular dar a la Iglesia el don del Amor? ¿Será que este Milenio podrá escribirse en la historia de la Iglesia como uno de gran manifestación de Amor heroico?  No lo sé, sin embargo el Santo Padre nos llama a construir la civilización del amor ,y nos ha dado un gran profeta y signo para esta labor: San Maximiliano Kolbe.  Este gran santo Mariano nos mostró lo que es el amar a los demás como Cristo nos amó.  En medio del horror, odio, injusticia  y violencia de un campo de concentración, él optó por amar.  La oscuridad de su alrededor no lo detuvo en el amor, sino mas bien al contrario, igual que Jesús, amó hasta el extremo de dar la vida en el horror de esa cultura de odio y muerte.

San Maximiliano convirtió, con su inmenso amor por todos, un lugar oscuro en lugar de luz para los que se abrieron a sus palabras y testimonio de vida. En ese terrible lugar de gritos angustiosos, blasfemias, desesperación y ofensas, él logró que muchos oraran y cantaran a Jesús y María.  En ese lugar donde cada uno luchaba justamente por sobrevivir, él cambió su vida por un preso condenado a muerte, dando un pie al frente y contestando al guardia nazi: “yo quiero tomar el lugar de ese hombre”.  Ante tal acto de amor y valentía, el guardia preguntó: “Quien eres?”, y San Maximiliano respondió: “Soy sacerdote católico”.

Eso bastaba, no era necesario dar un nombre, era sacerdote de Cristo, ofrenda sacrificial, victima de amor por la humanidad.  No era necesario dar su nombre, bastaba con ser miembro de la Iglesia, bastaba con ser hijo de Dios, bastaba con ser discípulo de Cristo.  No era necesario dar su nombre, pues tal acto de amor, jamás se borraría de la historia de la Iglesia y ese sacerdote que dio un sí al amor pasaría luego a ser beatificado como confesor de la fe, y mas tarde canonizado como mártir.  El gran profeta de la civilización del amor.

Ser testigos del amor es el gran llamado del Señor a su Iglesia en este inicio del Tercer Milenio. Ser testigos en todo lugar y en toda situación, no importa cuan oscura y difícil sea. Es un gran reto que requiere, necesariamente, un cambio profundo de corazón.  La gran obra que el Espíritu Santo quiere hacer en la Iglesia es darnos un nuevo corazón capaz de amar hasta el extremo, capaz de dar la vida heroicamente por los demás, capaz de transformar el mundo y la civilización moderna en un lugar en donde reina el amor de los Corazones de Jesús y María.

Dispongámonos hermanos, a trabajar arduamente por ser testigos del amor.  Nosotros, igual que San Juan, hemos contemplado a Aquel que nos ha amado hasta al extremo.  Somos, por lo tanto, testigos del Amor, y por ello podemos convertirnos ante el mundo en esos testigos que revelan lo que hemos contemplado.  Pido al Corazón traspasado de Jesús que al contemplarle, podamos recibir la gracia de adquirir un corazón semejante al suyo, para poder revelarle al mundo lo que es el Amor.

 OTRAS SECCIONES:
En el Corazón de la Iglesia Nos Habla el Corazón del Papa Corazones que Arden de Amor
Conozcamos el Corazón de JesúsEn el Corazón de María


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