Siervas de los
Corazones Traspasados de Jesús y María
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XVI Edición |
mayo 2002 |
eN EL CORAZÓN DE LA
IGLESIA
Exponiendo la Doctrina Católica Según el
Catecismo Universal de la Iglesia
María: "dichosa la que ha creído"
La Virgen María realiza, de la manera más perfecta,
la obediencia de la fe. En la fe, María acogió el anuncio y la promesa
que le traía el ángel Gabriel, creyendo que "nada es imposible para
Dios" (Lc 1, 37), y dando su asentimiento: "He aqu í
la esclava del Señor;
hágase en mí según tu palabra"
(Lc 1,38). Isabel la saludó: "¡Dichosa la que ha creído
que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!"
(Lc 1, 45). Por esta fe todas las generaciones la proclamarán
bienaventurada. Durante toda su vida, y hasta su última prueba, cuando
Jesús, su hijo, murió en la cruz, su fe no vaciló. María no cesó de
creer en el cumplimiento de la palabra de Dios. Por todo ello, la
Iglesia venera en María la realización más pura de la fe.
La fe nos hace gustar de antemano el gozo y la luz de
la visión beatífica, fin de nuestro caminar aquí abajo. Entonces veremos
a Dios "cara a cara" (1 Co 13,12), "tal cual es" (1 Jn
3,2). La fe es, pues, ya el comienzo de la vida eterna.
Ahora sin embargo, "caminamos en la fe y no en la
visión" (2 Co 5,7), y conocemos a Dios "como en un espejo, de una
manera confusa..., imperfecta" (1 Co 13,12). Luminosa por aquél en
quien cree, la fe es vivida con frecuencia en la oscuridad. La fe puede
ser puesta a prueba. El mundo en que vivimos parece, con frecuencia, muy
lejos de lo que la fe nos asegura; las experiencias del mal y del
sufrimiento, de las injusticias y de la muerte parecen contradecir la
buena nueva, pueden estremecer la fe y llegar a ser para ella una
tentación.
Entonces es cuando debemos volvernos hacia los
testigos de la fe: Abraham, que creyó, "esperando contra toda
esperanza" (Rm 4,18); la Virgen María que, en "la peregrinación de
la fe", llegó hasta la "noche de la fe" participando en el sufrimiento
de su Hijo y en la noche de su sepulcro; y tantos otros testigos de la
fe: "También
nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos
todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la
prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús, el que inicia y
consuma la fe" (Hb 12, 1-2).
"Contemplar el Corazón de Jesús es contemplar su amor,
amor que es capaz de transformar nuestros corazones de piedras en
corazones de carne (cf. Ez 36,26).
Sí, es necesario que contemplemos con los ojos de nuestras almas, hasta
dónde llega el amor del Corazón de Jesús por nosotros."
Madre Adela Galindo, SCTJM
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