Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María 

XIV Edición

marzo 2001


eN EL CORAZÓN DE MARÍA

María, después de la peregrinación a la ciudad santa de Jerusalén, volvió a su casa de Nazaret meditando en su corazón el misterio del Hijo. 

Con María En Tercer Milenio

En este nuevo milenio que se abre ante la Iglesia, el Hijo de Dios, que se encarnó hace dos mil años por amor al hombre, realiza su obra. Para descubrirla, hemos de hacer lo que nos dice el Santo Padre en su Carta Apostólica, Novo Millennio Ineunte, “agudizar la vista y, sobre todo, tener un gran corazón para convertirnos nosotros mismos en sus instrumentos”. 

El Cristo contemplado y amado ahora nos invita una vez más a ponernos en camino: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28,19).  El mandato misionero nos introduce en el tercer milenio invitándonos a tener el mismo entusiasmo de los cristianos de los primeros tiempos. En el camino nos acompaña la Santísima Virgen, la Madre de Dios, que, pronunciando su fíat por medio de la fe, se confió a Dios sin reservas y se consagró totalmente a sí misma, cual esclava del Señor, a la persona y a la obra de su Hijo.  La misma que con los discípulos perseveraba en la oración esperando la venida del Espíritu Santo que nos empuja hoy a partir animados por la esperanza “que no defrauda” (Rm 5,5).

La Puerta Santa se cerró pero para dejar abierta más que nunca la puerta viva que es Cristo. La gracia Jubilar debe llevarnos a imitar la intrepidez del apóstol Pablo, que dijo: “Lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para alcanzar el premio al que Dios me llama desde lo alto, en Cristo Jesús" (Flp 3, 13-14). 

Al mismo tiempo, hemos de imitar la contemplación de María, la cual, después de la peregrinación a la ciudad santa de Jerusalén, volvió a su casa de Nazaret meditando en su corazón el misterio del Hijo (Lc 2,51). Es la actitud típica de la verdadera fe. Y, ¿no es la fe la que hace sentir a Dios en el corazón del creyente? Jesús mismo, al ser proclamada bienaventurada la mujer que le ha llevado en su seno y le ha amamantado (cf. Lc 11,27), responde proclamando dichosos a los que escuchan y ponen en práctica la palabra de Dios (cf. Lc 11,28; 8,21; Mt 12,50; Mc 3,35), y hasta los equipara a su madre, su hermano y su hermana; por tanto, la Madre de Jesús es el modelo originario de todos los que “después de haber escuchado la palabra con corazón bueno y generoso, la conservan y fructifican con perseverancia” (Lc 8,15).

La Virgen Madre es así el prototipo de toda la Iglesia que, “contemplando su santidad profunda e imitando su caridad y cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, se hace también madre mediante la palabra de Dios aceptada con fidelidad...” (LG 64).

Hermanos, caminemos en este tercer milenio de la mano de nuestra Sta. Madre, para que en nosotros y en el mundo entero se cumpla la voluntad del Padre y seamos con Ella, “dichosos por haber creído”.

siervas_logo_color.jpg (14049 bytes)
Regreso a página principal
www.corazones.org


Copyright © 1997 SCTJM