Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María 

XIV Edición

            marzo  2001


CONOZCAMOS SU CORAZÓN 
Dentro del Corazón de Jesús nos adentramos en el Tercer Milenio de la era cristiana.

“El Símbolo de la Puerta Santa se cierra a nuestras espaldas, pero para dejar abierta más que nunca la Puerta viva que es Cristo.”  Estas palabras, dichas por el Santo Padre, Juan Pablo II, en la conclusión de su Carta Apostólica “Al comienzo del Nuevo Milenio”, nos llevan nuevamente a fijar la mirada en el Corazón traspasado de nuestro Señor al inicio de este tercer milenio de la era cristiana.

El llamado que se nos hiciera a buscar la conversión y la reconciliación durante el Año Jubilar, se torna ahora en el llamado a la “santidad.”  Llamado que hace eco de las palabras del Evangelio: “Sed perfectos como mi Padre es perfecto” (cf. Mt. 5:48).

Alcanzar la santidad es la meta de  todo cristiano que, con seriedad y amor, escucha las palabras del Maestro quien, a su vez, invita con insistencia a acercarse a El. Ha sido también el llamado de la Iglesia en el Concilio Vaticano II y sigue siendo ahora, en este momento histórico, el llamado para todos.

El Corazón de Jesús:  medio más perfecto para alcanzar la santidad. 
La contemplación y la imitación del Corazón de Jesús  son el medio más perfecto para alcanzar la santidad, ya que este Corazón es la “fuente de vida y santidad.”   S.S. Juan Pablo II, el 10 de agosto de 1986, nos dijo:  Acercarse a la fuente quiere decir alcanzar el principio. No hay en el mundo creado otro lugar del que pueda brotar la santidad para la vida humana, fuera de este Corazón, que ha amado tanto.”

Al decirnos el Santo Padre que “la puerta viva que es Cristo, está abierta más que nunca”, nos está indicando el camino que hemos de tomar para alcanzar esa santidad que tanto necesitan la Iglesia y el mundo.  Debemos entrar por la puerta abierta del Corazón de Jesús.  La contemplación del Corazón de Jesús nos lleva a adentrarnos en la vida de la gracia, único medio de santificación; nos mueve a imitar día a día las virtudes de Su Corazón.  Hemos de ir a la fuente y beber de ella.  Hemos de depositar ahí todos nuestros afanes, todo lo que nos inquieta o aleja de Dios, y recibir así la fuerza necesaria para vivir la nueva vida en Cristo. 

“Corazón de Jesús, fuente de vida y santidad, ruega por nosotros.”

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