CONOZCAMOS
SU CORAZÓN
En este mes de
junio, en el que celebramos la Solemnidad del Sagrado Corazón, debemos
buscar aumentar en nuestro corazón el amor y devoción a este Corazón
que tanto nos ha amado.
Jesús le dijo a Santa
Margarita María en 1675:
“Por eso te pido
que se dedique el primer viernes de mes, después de la octava del
Santísimo Sacramento, una fiesta particular para honrar Mi Corazón,
comulgando ese día, y reparando su honor con un acto público de
desagravio, a fin de expiar las injurias que ha recibido durante el
tiempo que ha estado expuesto en los altares. Yo te prometo que Mi
Corazón se dilatará y derramará con abundancia los influjos de su
amor sobre aquellos que le tributen esta honra y procuren que le sea
tributada.”
En este Año Jubilar,
–en el que nos encontramos precisamente recibiendo de nuestro
Redentor, las gracias abundantes de misericordia que brotan de su
Sacratísimo Corazón–, estas palabras deben resonar de una manera mas
fuerte y viva dentro de nosotros. Mas, para tener una ardiente devoción
al Corazón de Jesús y responder a Su llamado, a la consolación y a la
reparación, nuestros corazones han estar bien dispuestos.
¿Cuáles son las
disposiciones necesarias que ha de tener nuestro corazón?
El Padre John Croiset SJ,
sacerdote confidente de Santa Margarita María, quien dedicó su
sacerdocio a propagar la devoción al Sagrado Corazón, destaca cuarto
disposiciones del corazón que son indispensables:
1. Gran Horror al
Pecado
El pecado nos separa de
Dios, nos aparta de su amor y nos impide responderle con todo el
corazón. El fin de la devoción al Corazón de Jesús es el de cultivar
en nosotros un amor ardiente y tierno por el Señor, como
respuesta a Aquel que nos ha amado primero. Pero el amor, para que sea
auténtico, sólo se da en vidas que estén en gracia. El Sagrado
Corazón es la fuente de toda pureza, nada impuro puede, ni acercarse a
Él, ni entrar en Él. El Corazón de Jesús sólo da entrada a
corazones arrepentidos y puros, que buscan por todos los medios
limpiarse de sus pecados e imperfecciones para ser más agradables a Él
y para poder disfrutar en plenitud de las gracias de Su Corazón.
San Juan, el discípulo
amado, pudo tener tal comunión de amor con el Señor por la pureza de
su corazón. Así lo atestigua San Cirilo: “...él (San Juan)
fue amado de manera especial por el Señor porque tenía una gran pureza
de corazón” El Evangelio también nos dice: “Sólo los puros
de corazón verán a Dios” (cf. Mt 5). Todo aquel que se decide a
tener una devoción particular al Corazón del Señor, debe al mismo
tiempo abrazar la resolución de hacer todo lo que esté en su capacidad
para adquirir esta pureza de corazón renunciando al pecado. Por eso nos
exhorta Sta. Margarita María:
“El Sagrado Corazón de
nuestro Soberano Dueño es una fuente inagotable que anhela derramarse
en los corazones humildes, vacíos y desprendidos de todo, y prontos a
sacrificarse a su servicio por mucho que cueste a la naturaleza”.
2. Fe Viva
La segunda
disposición es tener una fe viva en el corazón. Una fe lánguida nunca
podrá suscitar en nosotros un amor ardiente y profundo por el Señor.
Jesucristo no es amado como se merece porque muchas veces carecemos de
esa fe profunda en las grandes maravillas mediante las cuales Él
manifiesta Su amor a los hombres. “Si conocieras el don de Dios, y
quien es el que te dice “Dame de beber”, tu le habrías pedido a
él, y él te habría dado agua viva.”(San
Juan 4:10)
¿Qué no harían los
hombres ante Jesús Eucarístico al tener la profunda convicción de el
que está presente? ¡Qué respeto, qué atención, y sobre todo qué
amor manifestaríamos! Cuando nos acercamos a venerar las reliquias de
un santo nos inspiran gran respeto, sin embargo la presencia real del
Cuerpo y la Sangre de Jesucristo en los altares y las maravillas de amor
con las que Él se manifiesta, inspiran tan poca reverencia, devoción y
mucho menos amor en nuestros corazones. ¿Por qué? Porque nos hace
falta tener una fe viva en el Señor. Es nuestra falta de fe la que nos
priva de experimentar los efectos maravillosos que el Señor opera en
las almas de los que están bien dispuestos a recibirlos.
3. Gran Deseo de Amar
a Jesús
No podemos tener fe y
pureza en nuestros corazones si no tenemos un amor ardiente por
Jesucristo o por lo menos un deseo ardiente de amarle. Es evidente que
este deseo de amar ardientemente al Señor es una disposición necesaria
para tener esta devoción, la cual en sí misma es un continuo ejercicio
de amor. Es necesario que el corazón se purifique de sí mismo para
así poder inflamarse en las puras llamas del amor divino. Este deseo
ardiente no sólo dispone nuestro corazón a estar inflamado de amor por
Jesús, sino que induce al divino Salvador a reavivar la llama de su
amor en nuestro corazón.
4. Recogimiento
Interior
Un corazón que se
encuentra distraído y completamente entretenido, ocupado con miles de
pensamientos y cosas superfluas no puede escuchar la voz de Dios, ya que
el Señor sólo se comunica al alma y al corazón que se encuentran en
silencio y soledad: “La llevaré al desierto y allí hablaré a su
corazón” (Os 2:14). La perfecta devoción al Sagrado Corazón es
un continuo ejercicio de amor a Jesús, y este amor no puede existir en
un corazón que no es recogido y silente. Jesús se comunica a sí
mismo, de una manera particular, a través de la devoción a Su Corazón
y para que el alma se beneficie de esta debe estar en paz, sin ningún
tipo de distracción o tumulto por las cosas exteriores. Debe estar en
un estado de silencio para poder escuchar la voz de nuestro amable
Salvador, si quiere disfrutar de las gracias singulares que Él derrama
en el corazón que se encuentra libre de todo tipo de distracción y
ocupado solamente en Dios. Esforcémonos por adquirir en nuestros
corazones estas disposiciones para que den como fruto ese amor ardiente
por el Corazón de Jesús, que tanto Él ansía de parte de los hombres.
Y en todo grabemos en nuestros corazones que: “A pesar de toda
oposición, este Divino Corazón ha de triunfar. Dichosos los que han
sido instrumentos para establecer su Reinado.” Seamos nosotros
promotores de Su Reinado.