Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María 

Edición Especial

                 mayo/junio 2000


CONOZCAMOS SU CORAZÓN 

En este mes de junio, en el que celebramos la Solemnidad del Sagrado Corazón, debemos buscar aumentar en nuestro corazón el amor y devoción a este Corazón que tanto nos ha amado.

Jesús le dijo a Santa Margarita María en 1675: “Por eso te pido que se dedique el primer viernes de mes, después de la octava del Santísimo Sacramento, una fiesta particular para honrar Mi Corazón, comulgando ese día, y reparando su honor con un acto público de desagravio, a fin de expiar las injurias que ha recibido durante el tiempo que ha estado expuesto en los altares. Yo te prometo que Mi Corazón se dilatará y derramará con abundancia los influjos de su amor sobre aquellos que le tributen esta honra y procuren que le sea tributada.”

En este Año Jubilar, –en el que nos encontramos precisamente recibiendo de nuestro Redentor, las gracias abundantes de misericordia que brotan de su Sacratísimo Corazón–, estas palabras deben resonar de una manera mas fuerte y viva dentro de nosotros. Mas, para tener una ardiente devoción al Corazón de Jesús y responder a Su llamado, a la consolación y a la reparación, nuestros corazones han estar bien dispuestos.

¿Cuáles son las disposiciones necesarias que ha de tener nuestro corazón?

El Padre John Croiset SJ, sacerdote confidente de Santa Margarita María, quien dedicó su sacerdocio a propagar la devoción al Sagrado Corazón, destaca cuarto disposiciones del corazón que son indispensables:

1. Gran Horror al Pecado

El pecado nos separa de Dios, nos aparta de su amor y nos impide responderle con todo el corazón. El fin de la devoción al Corazón de Jesús es el de cultivar en nosotros un amor ardiente y tierno por el Señor, como respuesta a Aquel que nos ha amado primero. Pero el amor, para que sea auténtico, sólo se da en vidas que estén en gracia. El Sagrado Corazón es la fuente de toda pureza, nada impuro puede, ni acercarse a Él, ni entrar en Él. El Corazón de Jesús sólo da entrada a corazones arrepentidos y puros, que buscan por todos los medios limpiarse de sus pecados e imperfecciones para ser más agradables a Él y para poder disfrutar en plenitud de las gracias de Su Corazón.

San Juan, el discípulo amado, pudo tener tal comunión de amor con el Señor por la pureza de su corazón. Así lo atestigua San Cirilo: “...él (San Juan) fue amado de manera especial por el Señor porque tenía una gran pureza de corazón” El Evangelio también nos dice: “Sólo los puros de corazón verán a Dios” (cf. Mt 5). Todo aquel que se decide a tener una devoción particular al Corazón del Señor, debe al mismo tiempo abrazar la resolución de hacer todo lo que esté en su capacidad para adquirir esta pureza de corazón renunciando al pecado. Por eso nos exhorta Sta. Margarita María:

“El Sagrado Corazón de nuestro Soberano Dueño es una fuente inagotable que anhela derramarse en los corazones humildes, vacíos y desprendidos de todo, y prontos a sacrificarse a su servicio por mucho que cueste a la naturaleza”.

2. Fe Viva

La segunda disposición es tener una fe viva en el corazón. Una fe lánguida nunca podrá suscitar en nosotros un amor ardiente y profundo por el Señor. Jesucristo no es amado como se merece porque muchas veces carecemos de esa fe profunda en las grandes maravillas mediante las cuales Él manifiesta Su amor a los hombres. “Si conocieras el don de Dios, y quien es el que te dice “Dame de beber”, tu le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva.”(San Juan 4:10)

¿Qué no harían los hombres ante Jesús Eucarístico al tener la profunda convicción de el que está presente? ¡Qué respeto, qué atención, y sobre todo qué amor manifestaríamos! Cuando nos acercamos a venerar las reliquias de un santo nos inspiran gran respeto, sin embargo la presencia real del Cuerpo y la Sangre de Jesucristo en los altares y las maravillas de amor con las que Él se manifiesta, inspiran tan poca reverencia, devoción y mucho menos amor en nuestros corazones. ¿Por qué? Porque nos hace falta tener una fe viva en el Señor. Es nuestra falta de fe la que nos priva de experimentar los efectos maravillosos que el Señor opera en las almas de los que están bien dispuestos a recibirlos.

3. Gran Deseo de Amar a Jesús

No podemos tener fe y pureza en nuestros corazones si no tenemos un amor ardiente por Jesucristo o por lo menos un deseo ardiente de amarle. Es evidente que este deseo de amar ardientemente al Señor es una disposición necesaria para tener esta devoción, la cual en sí misma es un continuo ejercicio de amor. Es necesario que el corazón se purifique de sí mismo para así poder inflamarse en las puras llamas del amor divino. Este deseo ardiente no sólo dispone nuestro corazón a estar inflamado de amor por Jesús, sino que induce al divino Salvador a reavivar la llama de su amor en nuestro corazón.

4. Recogimiento Interior

Un corazón que se encuentra distraído y completamente entretenido, ocupado con miles de pensamientos y cosas superfluas no puede escuchar la voz de Dios, ya que el Señor sólo se comunica al alma y al corazón que se encuentran en silencio y soledad: “La llevaré al desierto y allí hablaré a su corazón” (Os 2:14). La perfecta devoción al Sagrado Corazón es un continuo ejercicio de amor a Jesús, y este amor no puede existir en un corazón que no es recogido y silente. Jesús se comunica a sí mismo, de una manera particular, a través de la devoción a Su Corazón y para que el alma se beneficie de esta debe estar en paz, sin ningún tipo de distracción o tumulto por las cosas exteriores. Debe estar en un estado de silencio para poder escuchar la voz de nuestro amable Salvador, si quiere disfrutar de las gracias singulares que Él derrama en el corazón que se encuentra libre de todo tipo de distracción y ocupado solamente en Dios. Esforcémonos por adquirir en nuestros corazones estas disposiciones para que den como fruto ese amor ardiente por el Corazón de Jesús, que tanto Él ansía de parte de los hombres. Y en todo grabemos en nuestros corazones que: “A pesar de toda oposición, este Divino Corazón ha de triunfar. Dichosos los que han sido instrumentos para establecer su Reinado.” Seamos nosotros promotores de Su Reinado.

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