Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María 

Edición Especial

                 mayo/junio 2000


CORAZONES QUE ARDEN DE AMOR 

Los Grandes Amantes de los Dos Corazones

La obra de nuestra redención es obra de la Santísima Trinidad. El Hijo, enviado por el Padre, se encarna, por el poder del Espíritu Santo, en el vientre purísimo de María Santísima, para salvar al hombre. Por su “Sí” en la Anunciación, la Virgen María une su vida con la vida de su Hijo y es desde ese momento que la Nueva Alianza empieza. Alianza eterna de amor de los Corazones que tanto han amado a la humanidad. Los Corazones de Jesús y de María unidos para siempre con los más íntimos lazos, palpitando con una única aspiración, un único deseo: realizar los designios misericordiosos y la voluntad de Dios en completa sumisión, total obediencia y santidad para salvar las almas y redimir a la humanidad caída de las garras del pecado.

Los grandes amantes y promotores de la devoción a los Corazones de Jesús y de María evocan palabras de ardiente amor y exaltación para la gloria de Dios: “Te saludamos, Corazón amantísimo de Jesús y de María. Te alabamos, te glorificamos, te damos gracias. Te amamos con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con todas nuestras fuerzas. Te ofrecemos nuestro corazón : recíbelo, poséelo totalmente” (San Juan Eudes). Son muchos los que tenían tantos deseos de que sus hermanos y hermanas compartieran su experiencia espiritual que nada les impedía proclamar una y otra vez la grandeza de los Dos Corazones y las exigencias de una vida cristiana verdaderamente auténtica.

Son los santos los que viven y hacen vivir la experiencia de la infinita e inagotable misericordia de Dios derramada en los Corazones de Jesús y de María. San Juan Eudes nos hace ver que el Corazón Inmaculado de María conserva y medita todo lo que concierne a Jesús. Es en el Corazón de María donde Jesús reina como desea hacerlo en cada hombre. De tal modo que “quien ve a Jesús ve a María y quien ve a María ve a Jesús. Tenemos que contemplar y adorar a su Hijo en ella y solamente contemplarlo y adorarlo a El. Así quiere ser venerada puesto que de sí misma y por sí misma ella no es nada sino que su Hijo lo es todo en ella: su ser, su vida, su santidad”.(Sn Juan Eudes).

Los Corazones de Jesús y María son la hoguera de amor ardiente que encienden en nosotros el deseo de ofrecer la vida en correspondencia y reparación a los suyos que tanto nos han amado y no escatimaron en nada para darse a sí mismos por nuestra salvación. Ahora nos toca a nosotros entregarnos completamente en servicio a los Dos Corazones para que su reino y salvación lleguen a todas las almas. Hemos de ser nosotros, los hombres y mujeres del tercer milenio, los que con el corazón ardiendo de amor les dejemos reinar. “¡Oh corazones, verdaderamente dignos de poseer todos los corazones y de reinar sobre todos los corazones de los ángeles y hombres. Vosotros seréis, de aquí en adelante la regla de mi conducta, y en todas las ocasiones trataré de inspirarme en vuestros sentimientos. Quiero que mi corazón no esté, en adelante, sino en el de Jesús y el de María, o que el de Jesús y María estén en el mío, para que ellos le comuniquen sus movimientos; y que el mío no se agite, ni se mueva, sino conforme a la impresión que de ellos reciba” (San Claudio de la Colombiere).

¡Oh Corazones de Jesús y de María, reinen por siempre en todos los corazones!

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