Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María 

VIII Edición

                 marzo 2000


NOS HABLA EL CORAZÓN DEL PAPA 

Mensaje de SS Juan Pablo II el Miércoles de Ceniza

La Cuaresma representa el punto culminante de ese camino de conversión y de reconciliación que propone el Año Jubilar, tiempo privilegiado de gracia y misericordia, a todos los creyentes para renovar su propia fidelidad a Cristo, único Salvador del hombre. La liturgia nos invita a rezar para que el Padre celestial [nos] ayude a comenzar con el ayuno, un recorrido de auténtica conversión para afrontar victoriosamente, con las armas de la penitencia, el combate contra el espíritu del mal. Este es el mensaje del gran Jubileo, que en Cuaresma se hace más elocuente todavía.

Sólo en Dios el hombre encuentra su sentido. Al recibir las cenizas en la cabeza, se nos recuerda hoy que somos polvo y en polvo nos hemos de convertir.... Evoca en el creyente la invitación a no dejarse condicionar por las realidades materiales que, si bien son apreciables, están destinadas a desvanecerse. Más bien, tiene que dejarse transformar por la gracia de la conversión y de la penitencia para llegar a las vetas atrevidas y apaciguadoras de la vida sobrenatural.

¡La puerta jubilar está abierta a todos! Que entre quien se siente oprimido por la culpa y quien se reconoce pobre en méritos; que entre quien se siente como polvo que desperdiga el viento; que venga el débil y el desanimado para alcanzar un nuevo vigor que nace del Corazón de Cristo.

La tradicional práctica del ayuno y la abstinencia, ciertamente no se trata de meras observancias externas, de rituales cumplimientos, sino de signos elocuentes de un cambio necesario de vida. El ayuno y la abstinencia, ante todo, fortalecen al cristiano para la lucha contra el mal y para el servicio del Evangelio. Con el ayuno y la penitencia, se le pide al creyente que renuncie a los bienes y a las satisfacciones materiales legítimas para alcanzar una mayor libertad interior, quedando disponible para escuchar la palabra de Dios y ayudar generosamente a los hermanos que sufren necesidades.

Por tanto, la abstinencia y el ayuno tienen que ser acompañados por gestos de solidaridad hacia el que sufre y atraviesa momentos difíciles. La penitencia se convierte, de este modo, en una manera de compartir con quien está marginado y necesitado. Este es también el espíritu del gran Jubileo, que invita a todos a manifestar de manera concreta el amor de Cristo por los hermanos privados de lo necesario, por las víctimas del hambre, de la violencia y de la injusticia.

Pido al Señor que cada cristiano sienta profundamente en esta Cuaresma jubilar el compromiso de reconciliarse con Dios, consigo mismo y con los hermanos. Este es el camino que hay que seguir para que se realice la deseada comunión plena de todos los discípulos de Cristo. Qué llegue pronto el tiempo en el que, gracias a la oración y al testimonio fiel de los cristianos, el mundo reconozca a Jesús como el único Salvador y, creyendo en El, obtenga la paz.

Qué María Santísima nos guíe en estos primeros pasos del camino cuaresmal para que, cruzando la puerta santa de la conversión, todos experimentemos la gracia de ser transfigurados a imagen de Cristo.

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