SAN CIRILO DE JERUSALEN
Obispo y Doctor de la Iglesia
Fiesta: 18 de Marzo
(315-386).
Gran defensor de la divinidad de Cristo frente a la herejía
del arrianismo.
De su catequesis
en Jerusalén:
El
bautismo,
figura de la pasión de Cristo
La
unción del Espíritu Santo
Las
dos venidas de Cristo
Preparad limpios los vasos para recibir al
Espíritu Santo
Reconoce el mal que has hecho, ahora que es el tiempo propicio
El
pan celestial y la bebida de salvación
La Iglesia es la esposa de Cristo
San Cirilo
nació cerca de Jerusalén, en el año 315. Sus padres eran cristianos y le dieron una excelente educación. Conocía muy bien la
Sagradas Escrituras, citaba frecuentemente en sus instrucciones. Se cree que fue ordenado
sacerdote por el obispo de Jerusalén San Máximo, quien le encomendó la tarea de
instruir a los Catecúmenos, cosa que hizo por varios años.
Sus escritos son de gran importancia por ser
un Padre de la Iglesia y Arzobispo de Jerusalén solo tres siglos después de la
pasión de Jesús. Sucedió a Máximo en la sede de Jerusalén el año 348 y fue obispo de esa ciudad por unos 35 años.
Por su defensa de la ortodoxia en la controversia arriana, se vio mas de
una vez condenado al destierro.
Hasta nosotros llegaron 18 discursos catequéticos, un sermón de la piscina de
Betseda, la carta al emperador Constantino y otros pequeños fragmentos. Trece escritos
están dedicados a la exposición general de la doctrina, y cinco, llamados mistagógicas,
están dedicados al comentario de los ritos sacramentales de la iniciación cristiana.
Estos escritos llamados Catequesis de San Cirilo, nos llegaron gracias a la
transcripción de un estenógrafo, que lo hizo con la misma sencillez y naturalidad que lo
hacía San Cirilo, cuando comunicaba a la comunidad cristiana, en los tres principales
santuarios de Jerusalén, entre ellos la Basílica de la Santa Cruz de Constanza, llamada
Martyrion para los candidatos al bautismo y la iglesia de la Resurrección o Anástasis,
para los que se bautizaban durante la semana de Pascua, es decir, eran los mismos lugares
de la redención, como él mismo decía, que no solo se escucha, sino que "se ve y se
toca".
Por estos importantes escritos, que probablemente lo compuso al comienzo de su
episcopado, ha merecido el título de Doctor de la Iglesia, por el Papa León XIII. La
incertidumbre de su pensamiento teológico, es lo que demoró en Occidente, el
reconocimiento de su santidad. Su fiesta fue instituida en 1882.
Tuvo alguna simpatía por los arrianos, pero pronto se separó de ellos para adherirse
a los semiarrianos homoiusianos, esto era, la orientación teológica que se inclinaba a
los convenios, que proponía el término "homoi-ousios" (de naturaleza
semejante) en vez de "homo-ousios" (de la misma naturaleza, es decir, el verbo
de la misma naturaleza que el Padre). Se trataba solo de añadir una letra, pero era
suficiente para eliminar la idea de la consubstancialidad (consubstancial: que es de la
misma substancia) entre el Padre y el Hijo. Cirilo abandonó también a los semiarrianos y
se unió a la doctrina ortodoxa de Nicea, por eso fue desterrado cinco veces bajo los
emperadores Constantino y Valente. En total fueron 16 años de destierro. Tres veces por
un bando y dos por el bando opuesto.
En sus escritos habla de la penitencia, del pecado, del bautismo y del Credo,
explicándolo frase por frase, para instruir a los recién bautizados sobre la fe,
también habla bellísimamente sobre la Eucaristía, insistiendo fuertemente en que
Jesucristo Sí está presente en la Santa Hostia de la Eucaristía. A los que reciben la
comunión en la mano les aconseja: "Hagan de su mano izquierda como un trono que se
apoya en la mano derecha, para recibir al Rey Celestial" (traten con cuidado la
hostia consagrada, para que no caigan pedacitos, así como no dejaríamos caer al suelo
pedacitos de oro). En síntesis estos documentos son de mucho valor porque contienen las
enseñanzas y ritos de la Iglesia de mediados del siglo IV y forman "el primitivo
sistema teológico". También describe interesantemente acerca del descubrimiento de
la cruz y de la roca que cerraba el Santo Sepulcro.
Existen dos versiones que no coinciden entre sí, de porque Cirilo sucedió a Máximo
en la sede de Jerusalén. San Jerónimo fue quien dejó una de ellas, pero evidentemente
tenía prejuicio en contra de San Cirilo.
Arrio Acacio, era uno de los obispos de la provincia, que consagró legalmente a San
Cirilo, pensando que luego iba a poder manejarlo, pero se equivocó por completo. Cirilo
era un hombre suave de carácter, prefería instruir que polemizar, trataba de permanecer
neutral en las discusiones y por esa razón ambos partidos lo desterraron en su momento,
llamándolo hereje. Pero contaba con amigos como San Hilario, que era defensor del dogma
de Santísima Trinidad y con San Atanasio que defendía la divinidad de Jesucristo, que le
profesaba una sincera amistad. En el Concilio general de Constantinopla, en el año 381,
lo llaman: "valiente luchador para defender a la Iglesia de los herejes que niegan
las verdades de nuestra religión".
En el primer año de su episcopado, ocurrió un fenómeno físico que impresionó a la
ciudad. Envió noticia de lo sucedido al emperador Constantino, en una carta que aún
existe y que se ha puesto en duda su autenticidad, aunque el estilo sin duda es suyo. La
carta dice: "En las nonas de mayo, hacia la hora tercera, apareció en los cielos una
gran cruz iluminada, encima del Gólgota, que llegaba hasta la sagrada montaña de los
Olivos: fue vista no por una o dos persona, sino evidente y claramentes por toda la
ciudad. Esto no fue, como podría creerse, una fantasía ni apariencia momentánea, pues
permaneció por varias horas visible a nuestros ojos y mas brillante que el sol. La ciudad
entera se llenó de temor y regocijo a la vez, ante tal portento y corrieron
inmediatamente a la iglesia alabando a Cristo Jesús único Hijo de Dios".
Enseguida que Cirilo tomara posesión, comenzaron las discusiones entre él y Acacio,
no solo por problemas de sus respectivas sedes, sino también sobre asuntos de fe, porque
Acacio en ese entonces, estaba envuelto en la herejía arriana. Acacio como metropolitano
de Cesarea, exigía la juridicción de Cirilo que mantuvo la prioridad de su sede, como si
tuviera un "trono apostólico". Acacio recordaba un Canon del Concilio de Nicea
que dice: "Ya que por la costumbre o antigua tradición, el obispo de Aelia
(Jerusalén) debe recibir honores, dejemos al metropolitano (de Cesarea) en su propia
dignidad mantener el segundo lugar".
La pelea se hizo abierta y Acacio convocó un Concilio de Obispos partidarios suyos, al
que citaron a Cirilo, pero no se presentó. Se le acusó de contumacia (porfía,
obstinación en el error) y de haber vendido propiedades de la Iglesia para ayudar a los
necesitados. Lo último, sí lo hizo, como anteriormente lo habían hecho muchos prelados,
entre ellos San Ambrosio y San Agustín, y fueron comprendido. El fraudulento Concilio
condenó a Cirilo y fue desterrado de Jerusalén. Se fue para Tarso, lo recibió Silvanus,
un obispo semi-arriano, y esperó allí la apelación que había hecho al tribunal
superior. Dos años después, ante el Concilio de Seleucia, llegó su apelación. Este
Concilio estaba integrado por semi-arrianos, arrianos y muy pocos miembros del partido
ortodoxo, todos de Egipto. Cirilo se sentó entre los semi-arrianos que lo ayudaron
durante su exilio. Acacio se fue de la reunión, objetando violentamente la presencia de
Cirilo, pero regresó pronto para participar de los debates posteriores. El partido de
Acacio fue depuesto por tener minoría y el de Cirilo fue reivindicado.
Acacio se fue a Constantinopla a tratar de convencer a Constantino a que reuniera otro
concilio. Acusó a Cirilo de haber vendido unas vestiduras que el emperador le regaló a
Macario para administrar el bautizo y que luego fueron vistas en una representación
teatral. Esto puso furioso al emperador, y emitió un segundo decreto de exilio en contra
de Cirilo, un año después de haber sido repuesto a su sede. Constantino muere en el año
361, le sucede Juliano, quien llama a que regresen todos los obispos que Constantino
había desterrado, y así Cirilo regresa a su sede. Durante la gestión de Juliano el
Apóstata, hubieron pocos martirios en comparación con otros reinados, pero cayó en la
cuenta que la sangre de los mártires era el simiente de la iglesia y por esa razón hizo
todo lo que pudo para desacreditar la religión que él había abandonado. Nos cuentan los
historiadores de la Iglesia, Sócrates, Teodoreto y otros, que Juliano planeó reconstruir
el templo de Jerusalén para apelar a los sentimientos nacionales de los Judíos y para
demostrar que lo que Jesús había anunciado en el evangelio, no se cumpliría. San Cirilo
contempla con calma los preparativos para la reconstrucción del templo, profetizando que
sería un fracaso, y así sucedió. Gibbon y otros agnósticos se burlan de los sucesos
sobrenaturales, sismos, esferas de fuego, desplome de paredes, etc
.que le hicieron
abandonar el proyecto, pero Gibbon admite que estos sucesos están confirmados no solo por
escritores cristianos, como San Juan Crisóstomo y San Ambrosio, sino también por el
testimonio de Ammianus Marcellinus, el soldado filósofo, que era pagano.
San Cirilo es desterrado por Valente, por tercera vez en el año 367, junto con todos
los prelados nombrados por Juliano. Este último destierro duró 11 años, pero cuando
sube al trono Teodoro, le restituye a su sede, donde permanece los últimos años de su
vida. Triste por todo lo malo que encontró en Jerusalén, vicios, crímenes, desórdenes,
herejías divisiones, etc
. apela al Concilio de Antioquía. Envían a San Gregorio
de Nissa, quien no pudo remediar nada y abandona Jerusalén, dejando para la posteridad
sus "Advertencias en contra de las peregrinaciones", una detallada descripción
de la moral de la santa ciudad en aquel tiempo.
Cirilo y San Gregorio estuvieron presentes en el gran Concilio de Constantinopla
(primer Concilio Ecuménico que participó Cirilo), que era el segundo Concilio
Ecuménico. En esta ocasión Cirilo, obispo de Jerusalén junto con los patriarcas de
Alejandría y Antioquía, toma lugar como metropolitano, se reconoció la legitimidad de
su episcopado. Este Concilio promulgó el Símbolo de Nicea, en su forma corregida. Cirilo
y los demás aceptan el término "Homo-ousios" que llegó a ser la palabra clave
de la ortodoxia. Este hecho toman Sócrates y Sozomeno, como un acto de arrepentimiento.
Por otra parte, los obispos escriben una carta al Papa San Dámaso, donde halagan a Cirilo
diciendo que es uno de los defensores de la verdad ortodoxa en contra de los arrianos.
Se cree que murió en Jerusalén en el año 386 a los 72 años.
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