Oficio de lectura, Sábado XIII del tiempo
Ordinario
Reconoce el mal que has hecho, ahora que es el
tiempo propicio
De las catequesis de
San Cirilo de
Jerusalén, padre de la Iglesia, siglo IV.
1,2-3. 5-6: PG 33, 371, 375-378)
Si hay aquí alguno que esté esclavizado por el
pecado, que se disponga por la fe a la regeneración que nos hace
hijos adoptivos y libres; y así, libertado de la pésima esclavitud
del pecado y sometido a la dichosa esclavitud del Señor, será digno
de poseer la herencia celestial. Despojaos, por la confesión de
vuestros pecados, del hombre viejo, viciado por las concupiscencias
engañosas, y vestíos del hombre nuevo que se va renovando según el
conocimiento de su creador. Adquirid, mediante vuestra fe, las arras
del Espíritu Santo, para que podáis ser recibidos en la
mansión eterna. Acercaos a recibir el sello sacramental, para que
podáis ser reconocidos favorablemente por aquel que es vuestro
dueño. Agregaos al santo y racional rebaño de Cristo, para que un
día, separados a su derecha, poseáis en herencia la vida que os está
preparada.
Porque los que conserven adherida la aspereza del
pecado, a manera de una piel velluda, serán colocados a la
izquierda, por no haberse querido beneficiar de la gracia de os, que
se obtiene por Cristo a través del baño de regeneración. Me refiero
no a una regeneración corporal, sino al nuevo nacimiento del alma.
Los cuerpos, en efecto, son engendrados por nuestros padres
terrenos, pero las almas son regeneradas por la fe, porque el
Espíritu sopla donde quiere. Y así entonces, si te has hecho
digno de ello, podrás escuchar aquella voz: Muy bien. Eres un
empleado fiel y cumplidor, a saber, si tu conciencia es hallada
limpia y sin falsedad.
Pues, si alguno de los aquí presentes tiene la
pretensión de poner a prueba la gracia de Dios, se engaña a sí mismo
e ignora la realidad de las cosas. Procura, oh hombre, tener un alma
sincera y sin engaño, porque Dios penetra en el interior del hombre.
El tiempo presente es tiempo de reconocer nuestros
pecados. Reconoce el mal que has hecho, de palabra o de obra, de día
o de noche. Reconócelo ahora que es el tiempo propicio, y en el día
de la salvación recibirás el tesoro celeste.
Limpia tu recipiente, para que sea capaz de una
gracia más abundante, porque el perdón de los pecados se da a todos
por igual, pero el don del Espíritu Santo se concede a proporción de
la fe de cada uno. Si te esfuerzas poco, recibirás poco, si trabajas
mucho, mucha será tu recompensa. Corres en provecho propio, mira,
pues, tu conveniencia.
Si tienes algo contra alguien, perdónalo. Vienes
para alcanzar el perdón de los pecados: es necesario que tú también
perdones al que te ha ofendido.