SAN CIPRIANO
de Cartago
Thaschus
Cæcilius Cyprianus
Obispo y mártir.
+258
Fiesta: 16 de
septiembre
De sus escritos:
Sobre el Padre Nuestro
La oración ha de salir de un corazón humilde Cap 4-5
Nuestra oración es pública y común Cap 8-9
Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad Cap.
13-15
El Padre Nuestro
Cap 14-17
Hay que orar no sólo con palabras, sino también con hechos
Cap 28-30
La esperanza nos sostiene -Tratado Sobre los Bienes de la
Paciencia
Fe
inquebrantable de los mártires Carta 10
La
lucha por la fe Carta 58
Sabemos que los soldados de Cristo no son destruidos sino coronados
Carta 80
De su tratado sobre los
apóstatas, cap. 2:
Los mártires están reservados para la diadema del Señor
"Cualquier cosa que el hombre prefiera a Dios, de eso
el se hace un dios"
"He vivido en este mundo
nuestro totalmente alejado de Dios, porque las divinidades
estaban muertas y Dios no era visible. Y viendo a los
cristianos, he pensado: es una vida imposible, ¡esto no se
puede realizar en nuestro mundo! Pero después, encontrando a
algunos de ellos, estando en su compañía, dejándome guiar en
el catecumenado, en este camino de conversión hacia Dios,
poco a poco he comprendido: ¡es posible! Y ahora soy feliz
por haber encontrado la vida. He comprendido que aquella
otra no era vida, y en verdad sabía ya antes que aquella no
era la verdadera vida". San Cipriano
-Un escritor contemporáneo: "Era majestuoso
y venerable, inspiraba confianza a primera vista y nadie
podía mirarle sin sentir veneración hacia él. Tenía una
agradable mezcla de alegría y venerabilidad, de manera que
los que lo trataban no sabían qué hacer más: si quererlo o
venerarlo, porque merecía el más grande respeto y el mayor
amor".
Benedicto XVI sobre San Cipriano
Audiencia General, 6 de junio, 2007
San Cipriano nació en Cartago, en una rica familia pagana. Después de su
conversión, a los 35 años de edad, fue ordenado sacerdote y luego
obispo. Durante su episcopado tuvo que afrontar muchas dificultades,
como las persecuciones de los emperadores Decio y Valeriano, mostrando
así sus grandes dotes de gobierno. Con los fieles que habían claudicado
ante la prueba - los lapsi, es decir, “caídos” -, fue severo pero no
inflexible, concediéndoles el perdón después de una penitencia ejemplar.
Durante la peste que asoló África, manifestó todo su espíritu de caridad
invitando a los cristianos a socorrer también a los paganos.
Cipriano escribió numerosos tratados y cartas, con el deseo de edificar
a la comunidad y exhortar a los fieles al buen comportamiento. El tema
de la Iglesia era muy querido para él. La unidad es su característica
irrenunciable: unidad que se fundamenta en Pedro y que se realiza en la
Eucaristía. En su
tratado sobre la oración del Padre nuestro, anima a
rezar usando las palabras con moderación, porque Dios no escucha las
palabras sino el corazón. El corazón es lo más íntimo donde Dios habla
al hombre y el hombre habla a Dios; es, pues, el lugar privilegiado de
la oración.
San Cipriano es
uno de los mas importantes Padres de a Iglesia africana.
Nacido en el año 200 en Cartago (Africa), se convirtió al
cristianismo cuando era mayor de 40 años. Su mayor
inspiración fue un sacerdote llamado Cecilio. Una vez
bautizado descubrió la fuerza del Espíritu Santo
capacitándolo para ser un hombre nuevo. Se consagró al
celibato.
Tuvo un gran
amor al estudio de las Sagradas Escrituras por lo que
renunció a libros mundanos que antes le eran de gran agrado.
Es famoso su
comentario del Padrenuestro.
Fue ordenado obispo por aclamación popular, el año 248, al
morir el obispo de Cartago. Quiso resistir pero reconoció
que Dios le llamaba. "Me parece que Dios ha expresado
su voluntad por medio del clamor del pueblo y de la
aclamación de los sacerdotes". Fue gran maestro y
predicador.
En el año 251, el emperador Decio decreta una persecución
contra los cristianos, sobre todo contra los obispos y
libros sagrados. Muchos cristianos, para evitar la muerte,
ofrecen incienso a los dioses, lo cual representa caer en
apostasía.
Cipriano se esconde pero no deja de gobernar, enviando
frecuentes cartas a los creyentes, exhortándoles a no
apostatar. Cuando cesó la persecución y volvió a la
ciudad se opuso a que permitieran regresar a la Iglesia a
los que habían apostatado sin exigirles penitencia. Todo
apóstata debía hacer un tiempo de penitencia antes de
volver a los sacramentos. Esta práctica no era para el bien
del penitente que de esta forma profundizaba su
arrepentimiento y fortalecía su propósito de mantenerse fiel
en futuras pruebas. Esto ayudó mucho a fortalecer la
fe y prepararse ya que pronto comenzaron de nuevo las
persecuciones.
El año 252,
Cartago sufre la peste de tifo y mueren centenares de
cristianos. El obispo Cipriano organiza la ayuda a los
sobrevivientes. Vende sus posesiones y predica con gran
unción la importancia de la limosna.
El año 257 el
emperador Valeriano decreta otra persecución aun mas
intensa. Todo creyente que asistiera a la Santa Misa corre
peligro de destierro. Los obispos y sacerdotes tienen pena
de muerte celebrar una ceremonia religiosa. El año 157
decretan el destierro de Cipriano pero el sigue celebrando
la misa, por lo que en el año 258 lo condenan a muerte.
Actas del
juicio:
Juez: "El emperador Valeriano ha dado órdenes de que no se
permite celebrar ningún otro culto, sino el de nuestros
dioses. ¿Ud. Qué responde?"
Cipriano: "Yo soy cristiano y soy obispo. No reconozco a
ningún otro Dios, sino al único y verdadero Dios que hizo el
cielo y la tierra. A El rezamos cada día los cristianos".
El 14 de septiembre una gran multitud de cristianos se
reunió frente a la casa del juez. Este le preguntó a
Cipriano: "¿Es usted el responsable de toda esta gente?"
Cipriano: "Si, lo soy".
El juez: "El emperador le ordena que ofrezca sacrificios a
los dioses".
Cipriano: "No lo haré nunca".
El juez: "Píenselo bien".
Cipriano: "Lo que le han ordenado hacer, hágalo pronto. Que
en estas cosas tan importantes mi decisión es irrevocable, y
no va a cambiar".
El juez Valerio consultó a sus consejeros y luego de mala
gana dictó esta sentencia: "Ya que se niega a obedecer las
órdenes del emperador Valeriano y no quiere adorar a
nuestros dioses, y es responsable de que todo este gentío
siga sus creencias religiosas, Cipriano: queda condenado a
muerte. Le cortarán la cabeza con una espada".
Al oír la sentencia, Cipriano exclamó: "¡Gracias sean dadas
a Dios!"
Toda la inmensa multitud gritaba: "Que nos maten también a
nosotros, junto con él", y lo siguieron en gran tumulto
hacia el sitio del martirio.
Al llegar al lugar donde lo iban a matar Cipriano mandó
regalarle 25 monedas de oro al verdugo que le iba a cortar
la cabeza. Los fieles colocaron sábanas blancas en el suelo
para recoger su sangre y llevarla como reliquias.
El santo obispo se vendó él mismo los ojos y se arrodilló.
El verdugo le cortó la cabeza con un golpe de espada. Esa
noche los fieles llevaron en solemne procesión, con
antorchas y cantos, el cuerpo del glorioso mártir para darle
honrosa sepultura.
A los pocos días murió de repente el juez Valerio. Pocas
semanas después, el emperador Valeriano fue hecho prisionero
por sus enemigos en una guerra en Persia y esclavo
prisionero estuvo hasta su muerte.