El “Padre Nuestro”
San Cipriano de Cartago,
Tratado sobre el “Padre
Nuestro”, 14 - 17.
"«Cúmplase
tu voluntad en la tierra como en el cielo». No en el sentido de que
Dios haga lo que quiere, sino en cuanto nosotros podamos hacer lo que
Dios quiere. Pues ¿quién puede estorbar a Dios de que haga lo que
quiera? Pero porque a nosotros se nos opone el diablo para que no
esté totalmente sumisa a Dios nuestra mente y vida, pedimos y rogamos
que se cumpla en nosotros la voluntad de Dios: y para que se cumpla en
nosotros, necesitamos de esa misma voluntad, es decir, de su ayuda y
protección, porque nadie es fuerte por sus propias fuerzas, sino por
la bondad y misericordia de Dios. En fin, también el Señor, para
mostrar la debilidad del hombre, cuya naturaleza llevaba, dice: Padre,
si puede ser, que pase de mí este cáliz (Mt 26,39), y para dar
ejemplo a sus discípulos de que no hicieran su propia voluntad, sino
la de Dios, añadió lo siguiente:
Con todo, no se haga lo que yo quiero, sino lo que
Tú quieres. Y en otro pasaje dice: No bajé del cielo para hacer mi
voluntad sino la voluntad del que me envió (lo 6,38). Por lo cual,
si el Hijo obedeció hasta hacer la voluntad del Padre, cuánto más
debe obedecer el servidor para cumplir la voluntad de su señor, como
exhorta y enseña en una de sus epístolas Juan a cumplir la voluntad
de Dios, diciendo: No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si
alguno amare al mundo, no hay en él amor del Padre, porque todo lo
que hay en éste es concupiscencia de la carne, y concupiscencia de
los ojos, y ambición de la vida, que no viene del Padre, sino de la
concupiscencia del mundo; y el mundo pasará y su concupiscencia, mas
el que cumpliere la voluntad de Dios permanecerá para siempre, como
Dios permanece eternamente (1 lo 2,15-17). Los que queremos
permanecer siempre, debemos hacer la voluntad de Dios, que es eterno.
La voluntad de Dios es la que Cristo enseñó y cumplió: humildad en
la conducta, firmeza en la fe, reserva en las palabras, rectitud en
los hechos, misericordia en las obras, orden en las costumbres, no
hacer ofensa a nadie y saber tolerar las que se le hacen, guardar paz
con los hermanos, amar a Dios de todo corazón, amarle porque es
Padre, temerle porque es Dios; no anteponer nada a Cristo, porque
tampoco él antepuso nada a nosotros; unirse inseparablemente a su
amor, abrazarse a su cruz con fortaleza y confianza; si se ventila su
nombre y honor, mostrar en las palabras la firmeza con la que le
confesamos; en los tormentos, la confianza con que luchamos; en la
muerte, la paciencia por la que somos coronados. Esto es querer ser
coherederos de Cristo, esto es cumplir el precepto de Dios, esto es
cumplir la voluntad del Padre.
Pedimos que se cumpla la voluntad de Dios en el
cielo y en la tierra; en ambos consiste el acabamiento de nuestra
felicidad y salvación. En efecto, teniendo un cuerpo terreno y un
espíritu que viene del cielo, somos a la vez tierra y cielo, y oramos
para que en ambos, es decir, en el cuerpo y en el espíritu. se cumpla
su voluntad. Por eso debemos pedir con cotidianas y aun continuas
oraciones que se cumpla sobre nosotros la voluntad de Dios tanto en el
cielo como en la tierra; porque ésta es la voluntad de Dios, que lo
terreno se posponga a lo celestial, que prevalezca lo espiritual y
divino.
También puede darse otro sentido, hermanos
amadísimos, que puesto que manda y amonesta el Señor que amemos
hasta a los enemigos y oremos también por los que nos persiguen,
pidamos igualmente por los que aún son terrenos y no han empezado
todavía a ser celestes, para que asimismo se cumpla sobre ellos la
voluntad de Dios, que Cristo cumplió conservando y reparando al
hombre. Porque si ya no llama El a los discípulos tierra, sino sal de
la tierra, y el Apóstol dice que el primer hombre salió del barro de
la tierra y el segundo del cielo, nosotros, que debemos ser semejantes
a Dios, que hace salir el sol sobre buenos y malos v llueve sobre
justos e injustos (Mt 5,45), con razón pedimos y rogamos, ante
el aviso de Cristo, por la salud de todos, que como en el cielo, esto
es, en nosotros, se cumplió la voluntad de Dios por nuestra fe para
ser del cielo, así también se cumpla su voluntad en la tierra, esto
es, en los que no creen, a fin de que los que todavía son terrenos
por su primer nacimiento empiecen a ser celestiales por su nacimiento
segundo del agua y del Espíritu."
Oración:
Señor Dios, Tú nos has revelado tu voluntad a
través de las palabras y acciones de tu divino Hijo. Te suplicamos
nos ayudes a seguir su ejemplo en nuestras vidas para poder
contemplarte y cantarte para siempre en tus moradas eternas. Te lo
pedimos por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y
reina en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de
los siglos. Amén.
De Ateneo Pontificio "Regina Apostolorum"