SÁBADO
PRIMERO DE ADVIENTO, liturgia de las horas
PRIMERA LECTURA
Del Libro del Profeta Isaías 21, 6-12
SEGUNDA LECTURA
Del Tratado de
San Cipriano, Obispo y Mártir, sobre los bienes de la
paciencia
(Núms. 13 y 15: CSEL 3, 406-408)
La esperanza nos sostiene
Es
saludable aviso del Señor, nuestro Maestro, que el que persevere
hasta el final se salvará. Y también este otro: Si os mantenéis
en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y
la verdad os hará libres.
Hemos de tener paciencia, y perseverar, hermanos queridos, para que,
después de haber sido admitidas a la esperanza de la verdad y de la
libertad, podamos alcanzar la verdad y la libertad mismas. Porque el que
seamos cristianos es por la fe y la esperanza; pero es necesaria la
paciencia, para que esta fe y esta esperanza lleguen a dar su fruto.
Pues no vamos en pos de una gloria presente; buscamos la futura,
conforme a la advertencia del Apóstol Pablo cuando dice: En esperanza
fuimos salvados. Y una esperanza que se ve ya o es esperanza. ¿Cómo
seguirá esperando uno aquello que se ve? Cuando esperamos lo que no
vemos, aguardamos con perseverancia. Así pues, la esperanza y la
paciencia nos son necesarias para completar en nosotros lo que hemos
empezado a ser, y para conseguir, por concesión de Dios, lo que creemos
y esperamos.
En otra ocasión, el mismo Apóstol recomienda a los justos que obran el
bien y guardan sus tesoros en el cielo, para obtener el ciento por uno,
que tengan paciencia, diciendo: Mientras tenemos ocasión, trabajemos
por el bien de todos, especialmente por el de la familia de la fe. No
nos cansemos de hacer el bien, que, si no desmayamos, a su tiempo
cosecharemos.
Estas palabras exhortan a que nadie, por impaciencia, decaiga en el bien
obrar o, solicitado y vencido por la tentación, renuncie en medio de su
brillante carrera, echando así a perder el fruto de lo ganado, por dejar
sin terminar lo que empezó.
En fin, cuando el Apóstol habla de la caridad, une inseparablemente con
ella la constancia y la paciencia: La caridad es paciente, afable; no
tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educada ni egoísta; no
se irrita, no lleva cuentas del mal; disculpa sin límites, cree sin
límites, aguanta sin límites. Indica, pues, que la caridad puede
permanecer, porque es capaz de sufrirlo todo.
Y en otro pasaje escribe: Sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos
en mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz. Con
esto enseña que no puede conservarse ni la unidad ni la paz si no se
ayudan mutuamente los hermanos y no mantienen el vínculo de la unidad,
con auxilio de la paciencia.
Esta
página es obra de Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y
María.