Oficio de Lectura,
10 de
Diciembre,
Santa Eulalia de Mérida,
Virgen y mártir
Los mártires están reservados para la diadema del
Señor
Del tratado de san
Cipriano, obispo y mártir, sobre los apóstatas, Cap. 2
Miramos a los mártires con gozo de nuestros ojos, y los besamos
y abrazamos con el más santo e insaciable afecto, les son
ilustres por la fama de su nombre y gloriosos por los méritos de
su fe y valor. Ahí está la cándida cohorte de soldados de Cristo
que, dispuestos para sufrir la cárcel armados para arrostrar la
muerte, quebrantaron, con su irresistible empuje, la violencia
arrolladora de los golpes la persecución.
Rechazasteis con firmeza al mundo, ofrecisteis a Dios magnífico
espectáculo y disteis a los hermanos ejemplo para seguirlo. Las
lenguas religiosas que habían declarado anteriormente su fe en
Jesucristo lo han confesado de nuevo; aquellas manos puras que
no se habían acostumbrado sino a obras santas se han resistido a
sacrificar sacrílegamente; aquellas bocas santificadas con el
manjar del cielo han rehusado, después de recibir el cuerpo y la
sangre del Señor, mancharse con las abominables viandas
ofrecidas a los ídolos; vuestras cabezas no se han cubierto con
el velo impío e infame que se extendía sobre las cabezas de los
viles sacrificadores; vuestra frente, sellada con el signo de
Dios, no ha podido ser ceñida con la corona del diablo, se
reservó para la diadema del Señor.
¡Oh, con qué afectuoso gozo os acoge la madre Iglesia, veros
volver del combate! Con los héroes triunfantes, vienen las
mujeres que vencieron al siglo a la par que a su sexo. Vienen,
juntos, las vírgenes, con la doble palma de su heroísmo, y los
niños que sobrepasaron su edad con su valor. Os sigue luego, por
los pasos de vuestra gloria, el resto de la muchedumbre de los
que se mantuvieron firmes, y os acompaña muy de cerca, casi con
las mismas insignias de victoria.
También en ellos se da la misma pureza de corazón, la misma
entereza de una fe firme. Ni el destierro que estaba prescrito,
ni los tormentos que les esperaban, ni la pérdida del
patrimonio, ni los suplicios corporales les aterrorizaron,
porque estaban arraigados en la raíz inconmovible de los
mandamientos divinos y fortificados con las enseñanzas del
Evangelio.
Oración
Oh Dios, fuente de todos los bienes, que para llevarnos a la
confesión de tu nombre te has servido incluso del martirio de
los niños, haz que tu Iglesia, alentada por el ejemplo de santa
Eulalia de Mérida, virgen y mártir, no tema sufrir por ti y
desee ardientemente la gloria del premio eterno. Por nuestro
Señor Jesucristo.
Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María
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