eN EL CORAZÓN DE LA IGLESIA
Exponiendo la fe de la Iglesia Católica Según el Catecismo
Universal
Al Tercer Día Resucito de Entre los Muertos
"Os anunciamos la Buena Nueva de que la Promesa hecha a los
padres Dios la ha cumplido en nosotros, los hijos, al resucitar a
Jesús" (Hch 13,
32-33). La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe
en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como
verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición,
establecida en los documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte
esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz: "Cristo
ha resucitado de los muertos, con su muerte ha vencido la muerte.
Y a los sepultados ha dado la vida."(Liturgia
bizantina)
I. El Acontecimiento Histórico y Trascendente
El misterio de la Resurrección de Cristo es un acontecimiento real
que tuvo manifestaciones históricamente comprobadas como lo atestigua
el Nuevo Testamento. Ya San Pablo, hacia el año 56, puede escribir a
los Corintios: "Porque os transmití, en primer lugar, lo que a
mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las
Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las
Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce" (1 Co
15, 3-4). El apóstol habla aquí de la tradición viva de la
Resurrección que recibió después de su conversión a las puertas de
Damasco.
El sepulcro vacío
"¿Por qué buscar entre los muertos al que vive? No está
aquí, ha resucitado"
(Lc 24, 5-6). En el marco de los
acontecimientos de Pascua, el primer elemento que se encuentra es el
sepulcro vacío. No es en sí una prueba directa. La ausencia del cuerpo
de Cristo en el sepulcro podría explicarse de otro modo. A pesar de
eso, el sepulcro vacío ha constituido para todos un signo esencial. Su
descubrimiento por los discípulos fue el primer paso para el
reconocimiento del hecho de la Resurrección. Es el caso, en primer
lugar, de las santas mujeres, después de Pedro. "El discípulo
que Jesús amaba" afirma que, al entrar en el sepulcro vacío y
al descubrir "las vendas en el suelo... vio y creyó" (Jn
20,6-8). Eso supone que constató en el estado del sepulcro vacío que
la ausencia del cuerpo de Jesús no había podido ser obra humana y que
Jesús no había vuelto simplemente a una vida terrenal como había sido
el caso de Lázaro.
Las apariciones del Resucitado
María Magdalena y las santas mujeres, que iban a embalsamar el
cuerpo de enterrado a prisa en la tarde del Viernes Santo por la llegada
del Sábado, fueron las primeras en encontrar al Resucitado. Así las
mujeres fueron las primeras mensajeras de la Resurrección de Cristo
para los propios apóstoles. Jesús se apareció enseguida a ellos,
primero a Pedro, después a los Doce. Pedro, llamado a confirmar en la
fe a sus hermanos, ve por tanto al Resucitado antes que los demás y
sobre su testimonio se apoya la comunidad cuando exclama: "¡Es
verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!"
(Lc 24, 34).
Todo lo que sucedió en estas jornadas pascuales compromete a cada
uno de los apóstoles y a Pedro en particular en la construcción de la
era nueva que comenzó en la mañana de Pascua. Como testigos del Resucitado, los apóstoles son las piedras de fundación
de su Iglesia. La fe de la primera comunidad de creyentes se funda en el
testimonio de hombres concretos, conocidos de los cristianos y, para la
mayoría, viviendo entre ellos todavía. Estos "testigos de la
Resurrección de Cristo" son ante todo Pedro y los Doce, pero no
solamente ellos: Pablo habla claramente de más de quinientas personas a
las que se apareció Jesús en una sola vez, además de Santiago y de
todos los apóstoles.
Ante estos testimonios es imposible interpretar la Resurrección de
Cristo fuera del orden físico, y no reconocerlo como un hecho
histórico. Sabemos por los hechos que la fe de los discípulos fue
sometida a la prueba radical de la pasión y de la muerte en cruz de su
Maestro, anunciada por Él de antemano. La sacudida provocada por la
pasión fue tan grande que (por lo menos, algunos de ellos) no creyeron
enseguida la noticia de la Resurrección. Los evangelios, lejos de
mostrarnos una comunidad arrobada por una exaltación mística, nos
presentan a los discípulos abatidos y asustados. Por eso no creyeron a
las santas mujeres que regresaban del sepulcro y "sus palabras
les parecían como desatinos" (Lc 24, 11).
Cuando Jesús se manifiesta a los once en la tarde de Pascua, "les
echó en cara su incredulidad y su dureza de cabeza por no haber creído
a quienes le habían visto resucitado"
(Mc 16, 14). Tan imposible les parece la cosa que,
incluso puestos ante la realidad de Jesús resucitado, los discípulos
dudan todavía; creen ver un espíritu. Por esto la hipótesis según la
cual la resurrección habría sido un "producto" de la fe (o
de la credulidad) de los apóstoles no tiene consistencia. Muy al
contrario, su fe en la Resurrección nació bajo la acción de la gracia
divina de la experiencia directa de la realidad de Jesús resucitado.