CONOZCAMOS
SU CORAZÓN
La Consagración al
Inmaculado Corazón de María
es el medio eficaz
para llevarnos al Corazón de
Jesús
La
consagración al Inmaculado Corazón de María es el medio que el Señor
nos ha dado para unirnos más perfectamente al Corazón de Jesús. ¿Por
qué? Porque los Corazones de Jesús y María están unidos entre sí
con una unión indisoluble, la cual el Papa Juan Pablo II llama "Alianza
de los Dos Corazones" (15 de sept., 1985). Ir al Corazón de
María significa encontrarse con el Corazón de Jesús.
San Luis
María Grignión de Montfort, el gran santo de la consagración y
esclavitud mariana, nos enseña en su libro, Tratado de la Verdadera
Devoción, que la Santísima Virgen María es "el camino más
facíl, corto, perfecto y seguro para llegar a la unión con Dios."
(Tratado #152). Las razones de esta afirmación son sencillas y
accesibles a la razón humana.
Primero,
según nos explica San Luis María, debemos considerar que si Dios Padre
escogió a la Santísima Virgen como medio o camino para enviar a su
Hijo al mundo, podemos deducir que Ella también sería el camino de
regreso a Él.
Segundo,
el corazón que más intimamente ha conocido el de Jesús es el Corazón
de su Madre, el cual, según San Juan Eudes, "late con un mismo
latido, siente con un mismo sentir, ama con un mismo amor, desea con un
mismo deseo"; todo en perfecta armonía con su Hijo. La Stma.
Virgen María no tiene otra cosa que ofrecernos que los sentimientos,
deseos, anhelos y virtudes del Corazón de su Hijo, pues Ella, en sí,
no posee nada más.
El Santo
Padre, al hablar de la unión que existe entre los Dos Corazones, nos
explica: "Una de las invocaciones más profundas de las
Letanías del Corazón de Jesús dice así: 'Corazón de Jesús, formado
por el Espíritu Santo en el seno de la Virgen Madre, ten misericordia
de nosotros.' Encontramos aquí el eco de un artículo central del
Credo, en el que profesamos nuestra fe en 'Jesucristo, Hijo único de
Dios', que 'bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó
de María, la Virgen, y se hizo hombre.' La santa humanidad de Cristo
es, por consiguiente, obra del Espíritu divino y de la Virgen de
Nazaret.
Es obra
del Espíritu.
Esto afirma explícitamente el Evangelista Mateo refiriendo las palabras
del Ángel a José: 'Lo engendrado en Ella (María) es del Espíritu
Santo'(Mt1,20); y lo afirma también el Evangelista Lucas, recordando
las palabras de Gabriel a María: 'El Espíritu Santo vendrá sobre ti y
el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra' (Lc 1,35).
Por otra
parte, la humanidad de Cristo es también obra de la Virgen. El
Espíritu plasmó el Corazón de Cristo en el seno de María, que
colaboró activamente con Él como madre y como educadora.
...como
Madre, Ella se adhirió consciente y libremente al proyecto salvífico
de Dios Padre, siguiendo, en un silencio lleno de adoración, el
misterio de la vida que en Ella había brotado y se desarrollaba.
...como
educadora, Ella plasmó el Corazón de su propio Hijo, introduciéndolo,
junto con San José, en las tradiciones del pueblo elegido,
inspirándole el amor a la ley del Señor, comunicándole la
espiritualidad de los 'pobres del Señor.' Ella lo ayudó a desarrollar
su inteligencia y seguramente ejerció influjo en la formación de su
temperamento. Aun sabiendo que su Niño la trascendía por ser 'Hijo del
Altísimo' (cf. Lc 1,32), no por ello la Virgen fue menos solícita de
su educación humana (cf. Lc 2,51).” (LOR, 2 de julio, 1989 )
Si la
Stma. Virgen ha tenido tal conocimiento, tal experiencia íntima y
personal con el Corazón de Nuestro Redentor, ¡qué inmenso beneficio
obtendremos al consagrarnos y entregarnos a Ella!; ¡qué intimidad,
qué cercanía alcanzaremos al Corazón de Dios hecho hombre!