Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María 

XII Edición

                 octubre 2000


CONOZCAMOS SU CORAZÓN 

La Consagración al Inmaculado Corazón de María
es el medio
eficaz para llevarnos al Corazón de Jesús

La consagración al Inmaculado Corazón de María es el medio que el Señor nos ha dado para unirnos más perfectamente al Corazón de Jesús. ¿Por qué? Porque los Corazones de Jesús y María están unidos entre sí con una unión indisoluble, la cual el Papa Juan Pablo II llama "Alianza de los Dos Corazones" (15 de sept., 1985). Ir al Corazón de María significa encontrarse con el Corazón de Jesús.

San Luis María Grignión de Montfort, el gran santo de la consagración y esclavitud mariana, nos enseña en su libro, Tratado de la Verdadera Devoción, que la Santísima Virgen María es "el camino más facíl, corto, perfecto y seguro para llegar a la unión con Dios." (Tratado #152). Las razones de esta afirmación son sencillas y accesibles a la razón humana.

Primero, según nos explica San Luis María, debemos considerar que si Dios Padre escogió a la Santísima Virgen como medio o camino para enviar a su Hijo al mundo, podemos deducir que Ella también sería el camino de regreso a Él.

Segundo, el corazón que más intimamente ha conocido el de Jesús es el Corazón de su Madre, el cual, según San Juan Eudes, "late con un mismo latido, siente con un mismo sentir, ama con un mismo amor, desea con un mismo deseo"; todo en perfecta armonía con su Hijo. La Stma. Virgen María no tiene otra cosa que ofrecernos que los sentimientos, deseos, anhelos y virtudes del Corazón de su Hijo, pues Ella, en sí, no posee nada más.

El Santo Padre, al hablar de la unión que existe entre los Dos Corazones, nos explica: "Una de las invocaciones más profundas de las Letanías del Corazón de Jesús dice así: 'Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el seno de la Virgen Madre, ten misericordia de nosotros.' Encontramos aquí el eco de un artículo central del Credo, en el que profesamos nuestra fe en 'Jesucristo, Hijo único de Dios', que 'bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre.' La santa humanidad de Cristo es, por consiguiente, obra del Espíritu divino y de la Virgen de Nazaret.

Es obra del Espíritu. Esto afirma explícitamente el Evangelista Mateo refiriendo las palabras del Ángel a José: 'Lo engendrado en Ella (María) es del Espíritu Santo'(Mt1,20); y lo afirma también el Evangelista Lucas, recordando las palabras de Gabriel a María: 'El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra' (Lc 1,35).

Por otra parte, la humanidad de Cristo es también obra de la Virgen. El Espíritu plasmó el Corazón de Cristo en el seno de María, que colaboró activamente con Él como madre y como educadora.

...como Madre, Ella se adhirió consciente y libremente al proyecto salvífico de Dios Padre, siguiendo, en un silencio lleno de adoración, el misterio de la vida que en Ella había brotado y se desarrollaba.

...como educadora, Ella plasmó el Corazón de su propio Hijo, introduciéndolo, junto con San José, en las tradiciones del pueblo elegido, inspirándole el amor a la ley del Señor, comunicándole la espiritualidad de los 'pobres del Señor.' Ella lo ayudó a desarrollar su inteligencia y seguramente ejerció influjo en la formación de su temperamento. Aun sabiendo que su Niño la trascendía por ser 'Hijo del Altísimo' (cf. Lc 1,32), no por ello la Virgen fue menos solícita de su educación humana (cf. Lc 2,51).” (LOR, 2 de julio, 1989 )

Si la Stma. Virgen ha tenido tal conocimiento, tal experiencia íntima y personal con el Corazón de Nuestro Redentor, ¡qué inmenso beneficio obtendremos al consagrarnos y entregarnos a Ella!; ¡qué intimidad, qué cercanía alcanzaremos al Corazón de Dios hecho hombre!

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