DE
CORAZÓN A CORAZÓN
"Tercera Parte del Secreto de Fátima"
EDITORIAL
Madre Adela Galindo, SCTJM
Fundadora
Queridos hermanos y hermanas:
En este año Jubilar, umbral del
Tercer Milenio, el Santo Padre quiso hacer público el texto de la
tercera parte del “Secreto de Fátima”.
Este hecho tan
singular, ha causado toda clase de reacciones. Para unos, el secreto no
fue tan dramático o alarmista como esperaban y han experimentado
descontento y desilusión. Otros, se han aprovechado de esto para hacer
creer que los mensajes de la Santísima Virgen no tienen importancia, ni
advertencias serias. Ninguno de los dos extremos comprende
verdaderamente de que se tratan las apariciones de Nuestra Madre, sus
mensajes y las consecuencias de no escucharle.
La Iglesia, como
Madre y Maestra, e inspirada por el Espíritu Santo ha esperado hasta
ahora para darnos a conocer esta visión. ¿Por qué hasta ahora?
-preguntan muchos. La razón es porque la Iglesia debe confirmar la
autenticidad del mensaje viéndolo cumplirse. Toda profecía es cierta
solo cuando se cumple. La Iglesia es muy cautelosa en no aprobar
mensajes de eventos futuros profetizados en revelaciones privadas sino
hasta que llegan a cumplimiento. También, la Iglesia ha querido dar
junto con la revelación del secreto, un “intento de interpretación”,
como llamó el Cardenal Ratzinger al documento que él escribió para
acompañar la publicación de dicho secreto.
Mi pregunta es:
¿Nos hemos tomado el tiempo de leer en oración este secreto? ¿Nos
hemos preguntado por qué el Santo Padre quiere que todos tengamos
acceso a dicha lectura y por eso lo hizo público? ¿Hemos reflexionado
qué significa para el mundo, para la Iglesia y para cada uno de nosotros? -Nos dice
San Pablo en la Carta a los Romanos, capítulo 8:28: “Sabemos que
en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de
aquellos que han sido llamados según su designio”. A la luz de
esta Escritura, podemos entonces, preguntarnos: ¿Por qué ha
querido el Espíritu Santo que la Iglesia entera conociera este secreto
dado por Nuestra Señora a los pastorcitos de Fátima? ¿Qué espera
el Señor de nosotros en este momento histórico? ¿Cuáles son sus
designios para la Iglesia en este nuestro tiempo? -Creo que el mismo
texto de la tercera parte del secreto nos lo dice.
Y
por ello quisiera exhortarles a orar para que el Espíritu Santo sea
quien revele a cada uno de ustedes la trascendencia de este mensaje.
Ante todo hay
varios elementos importantes en la visión: Un Ángel con
una espada de fuego que emitía llamas que parecía iban a incendiar el
mundo; Nuestra Señora que irradiaba de su mano
derecha un gran resplandor por el cual las llamas de la espada se
apagaban. El Ángel que grita al mundo: ¡Penitencia, Penitencia,
Penitencia! El Santo Padre, obispos, sacerdotes,
religiosos y
religiosas
subiendo una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz. El
Santo Padre atraviesa una ciudad en ruinas, apesadumbrado de dolor y
pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el
camino. Cuando llega al pie de la Cruz, recibe disparos que le llevan a
la muerte. Del mismo modo mueren obispos, sacerdotes, religiosos y
diversas personas seglares. Bajo los brazos de la Cruz hay dos ángeles
recogiendo la sangre de los Mártires y regando con ella las almas que
se acercaban a Dios.
Hermanos,
¡cuánto nos hablan éstas imágenes! El Señor quiere que comprendamos
la capacidad de autodestrucción que el hombre moderno ha adquirido. El
ser humano ha llegado a tal grado de prepotencia que ha querido
construir un paraíso terrenal sin Dios; ha querido ser el dueño del
poder, pero sin Dios; ha querido independizarse de Dios, apagar la voz y
la ley de Dios. Ha querido ser su propio Dios. Para solamente darnos
cuenta que sin Dios todo se vuelve en contra de nosotros mismos; todo el
poder llega a ser instrumento de destrucción; todo el placer llega a
robar la dignidad más grande del ser humano: la capacidad de amar. Todo
sin Dios pierde su eje, y las consecuencias, hermanos, son muy
catastróficas. Cómo no darnos cuenta de ello ante este siglo que
termina y que podemos considerarlo el más cruel y sangriento en la
historia del hombre.
Pero hay un
elemento que nos llena de gran esperanza: La Santísima Virgen María
que con su esplendor (su gracia, santidad y poder maternal) apaga el
fuego de la espada. Ella levanta su mano y el mal se apaga. El Señor le
ha dado poder a Nuestra Madre, para defendernos del mal, para aplastar
la cabeza de la serpiente
manifestada
de diferentes formas en cada momento histórico. Ella levanta su mano e
interviene en favor nuestro.
¡Qué importante
es reconocer el lugar que ocupa la Santísima Virgen en la historia de
la salvación y en todos los acontecimientos del mundo. “Ella está en
el centro de la batalla”, nos ha dicho el Santo Padre en su encíclica
Madre del Redentor. Ella está situada en el centro mismo de aquélla
“enemistad”, de aquélla lucha que acompaña la historia de la
humanidad en la tierra y la historia misma de la salvación. Esta lucha
ha sido tan evidente en nuestros tiempos, y se nos reveló su intensidad
y su realidad, cuando en el secreto se nos muestra el sufrimiento del
Santo Padre, su martirio (que fue detenido por la oración y la
penitencia de los pastorcitos y de muchos) y el martirio de tantos
obispos, sacerdotes, religiosos y seglares. ¿No es acaso esa montaña
empinada, simbólica de los grandes obstáculos, opresiones,
escándalos, persecuciones que ha sufrido el Cuerpo Místico de Cristo
en este siglo, y que todavía sigue sufriendo? ¿No es acaso el
profetizado martirio físico del Santo Padre un evento que sucedió con
el atentado del 13 de mayo de 1981, aunque gracias a la intervención de
la Virgen María, no llegó a ser su final? Pero, ¿no es acaso un
martirio constante el que lleva el Santo Padre en su corazón por el
estado de muchos en la Iglesia, por el estado del mundo que se aleja
cada vez mas de Dios? ¿No han padecido y padecen persecución y muerte
muchos hermanos nuestros en tantos lugares donde la fe cristiana es
rechazada y el ateísmo reina?
Todas estas
vicisitudes a las que se refiere el tercer secreto, nos han dicho los
Cardenales Sodano y Ratzinger, parecen ya pertenecer al pasado. Sin
embargo, ellos también nos dicen: “El llamado de la Virgen a la
conversión y a la penitencia, conserva todavía hoy una estimulante
actualidad”. ¿Por qué son igual de importantes hoy la oración y la
penitencia? Porque algunos hechos ya sucedieron, pero los males que los
causaron siguen latentes en el mundo moderno. Siguen latentes bajo
diferentes formas, diferentes
nombres...
y, a veces, hasta escondidos bajo apariencias de bien.
El Ángel gritó
tres veces con fuerte voz: ¡Penitencia! Escuchemos este
llamado. Escuchemos a Nuestra Madre que nos pide consagrarnos totalmente
a su Inmaculado Corazón y entrar en un estilo de vida de oración,
sacrificio y amor.
Al final hermanos,
al final de toda esta batalla que se libra en nuestros tiempos, el
Inmaculado Corazón de María triunfará. ¡Esa es nuestra alegría,
nuestra confianza y nuestra esperanza! Jacinta lo dijo poco antes de
morir: “Deseo que todos sepan que todas las gracias llegan al mundo a
través del Inmaculado Corazón”.
Qué el Inmaculado
Corazón de María nos alcance con su poderosa intercesión y con su
mediación maternal, las gracias de la conversión de corazón y las
gracias de la paz. Qué Ella lleve de la mano a la Iglesia que se debate
entre grandes luchas y oscuridades, para que bajo su manto maternal
alcancemos la esperada “nueva primavera de la Iglesia”