Queridos hermanos y hermanas:
El 11 de febrero, fecha en la cual
conmemoramos y celebramos la aparición de la Santísima Virgen a
Bernardita en Lourdes, el Santo Padre, Juan Pablo II, convocó el Jubileo
de los Enfermos. Creo que fue un gesto particularmente elocuente, el
hecho de que en esta fiesta mariana el santo padre quisiera reunir en
Roma y en Lourdes, y tambíen por todo el mundo, a los enfermos y así
pedir que se derramen en ellos y para ellos
pedir que se derramen
en ellos y para ellos, las gracias abundantes de este gran Jubileo. Fue
su deseo confiar a todos los que sufren alguna dolencia a la protección
de la Virgen de Lourdes.
El Santo Padre deseó enfatizar
“la importancia fundamental de la enfermedad y de la persona que
sufre.” Quiso decirle a “todo el mundo que el dolor tiene su
significado positivo, es más, que se convierte en manantial de vida
para toda la humanidad cuando se vive con Cristo”.
Invitándonos a comprender el
valor redentor del sufrimiento, que es central para nuestra fe, el Santo
Padre nos dijo: “Cualquier enfermo puede ofrecer sus dolores a Cristo
para encontrar un sentido; de este modo, sus dolores se unen a los
sufrimientos del Redentor, quien hace de ellos un manantial de salud
integral, incluso física”.
Durante la celebración de la
Santa Misa que tuvo lugar en la Plaza de San Pedro ante miles de
enfermos, el Santo Padre dijo unas palabras llenas de profundo amor y de
gran reto para todos nosotros: “Mis queridos hermanos y hermanas que
sufren, tenemos con ustedes una gran deuda. La Iglesia tiene con ustedes
una gran deuda. También el Papa la tiene. ¡Oren por nosotros!
El Santo Padre quiso enfatizar un
mensaje muy cercano a su corazón, y que a través de su pontificado, ha
dirigido en muchas ocasiones a toda la humanidad: “El sufrimiento de
los enfermos, junto con sus oraciones, son una fuerza poderosa de gracia
y salvación para la Iglesia Universal”.
En todos sus viajes apostólicos,
el Papa, visita y tiene un encuentro con los enfermos y los que sufren.
En la república Checa, en 1997, dio una visión del sufrimiento que
vale la pena meditar: “Vosotros constituís una fuerza oculta que
contribuye en gran medida a la vida de la Iglesia: con vuestros
sufrimientos participáis en la redención del mundo. También vosotros,
estáis puestos por Dios de columna en el templo de la Iglesia para que
seáis su firme apoyo. La Iglesia amadísimos enfermos, os agradece
vuestra paciencia, vuestra resignación cristiana, más aún, la
generosidad y entrega con que lleváis, a veces de forma heroica, la
cruz que Jesús ha puesto sobre vuestros hombros. Estáis cerca de su
Corazón. Vosotros dais un testimonio valioso en este mundo pobre en
valores, que confunde a menudo el amor con el placer y considera el
sacrificio como algo sin sentido”.
¿Comprenden los enfermos que son
“columnas de la Iglesia”? ¿Que en su debilidad externa y corporal,
van construyendo no solo su templo espiritual, sino el de toda la
Iglesia?
¡Si tan solo entendiéramos el
poder del sufrimiento a la luz de la Cruz de Nuestro Señor! El Santo
Padre comprende tan profundamente el valor del sufrimiento unido al
sufrimiento de Cristo, especialmente cuando mas amenazado se encuentra
el hombre por el pecado, que el domingo 29 de mayo, de 1994 en su
meditación mariana después de cuatro semanas de hospitalización, nos
dijo las siguientes palabras que resuenan todavía en mi corazón como
un incesante eco:
“Por medio de María quisiera
expresar hoy mi gratitud por este don del sufrimiento, asociado
nuevamente al mes mariano de mayo. Quiero agradecer este don. He
comprendido que es un don necesario. El Papa debía sufrir. He meditado
en todo esto durante mi hospitalización. Me he reencontrado con la
figura del Cardinal Wyszynski, quien al comienzo de mi pontificado, me
dijo: Si el Señor te ha
llamado, debes llevar a la Iglesia hasta el tercer milenio.
He comprendido que debo llevar a
la Iglesia de Cristo hasta este tercer milenio con la oración, con
diversas iniciativas, pero he visto que no basta: necesito llevarla
con el sufrimiento, con el atentado, y con todos los nuevos
sacrificios. ¿Por qué ahora? ¿Por qué este año?
Porque este año es el de la
Familia. Precisamente, porque se amenaza a la familia, porque se le
ataca, el Papa debe ser atacado, el Papa debe sufrir, para que todos en
el mundo entero vean que hay un evangelio, podría decir, superior: el
evangelio del sufrimiento, con el que hay que preparar el futuro y el
tercer milenio”.
¡El evangelio del sufrimiento!
¿No es este acaso el evangelio de Nuestro Señor Jesucristo?. ¿No es
acaso su Cruz, el evangelio mas elocuente?
La Santísima Virgen en Fátima
preguntó a los niños en su primera aparición: “¿Queréis
ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos , en reparación
por los pecados con que es ofendido y por la conversión de los
pecadores?” Hermanos, no desperdiciemos el sufrimiento. Unámoslos
a Cristo y a su Cruz. Ofrezcamos nuestros dolores por el bien de la
Iglesia y por la salvación de muchos que están alejados del Señor.
¡Qué este milenio sea de los Dos
Corazones!