Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María 

XVIII Edición

marzo-abril 2003


TESOROS DE LA IGLESIA

“Escoge una cruz de las tres del calvario; escoge sabiamente, puesto que es necesario padecer como santo o como penitente, o como sufre un réprobo que pena eternamente”
-San Luis María Grignion de Montfort.


La cruz acompaña a cada ser humano. A través de ella podemos seguir a Cristo, si la abrazamos con generosidad y santidad. Podemos acogerla como el buen ladrón, con espíritu penitente y paciente, o rechazarla a imitación del mal ladrón, quien renegando y quejándose, no supo abrir su corazón ante el propio Cristo Crucificado.

Jesús dio su vida por nosotros en la Cruz, por lo tanto ella es para nosotros el mayor tesoro. La Iglesia como buena Madre ha custodiado las riquezas que nos ha dejado la historia de la salvación, y hasta nuestros días ha conservado las reliquias de la Santa Cruz.

La tradición nos cuenta que las reliquias de la Santa Cruz fueron adquiridas para la Iglesia por Santa Elena. Esta santa fue a Jerusalén en busca de las reliquias de la Pasión y Cruz de nuestro Señor Jesucristo tras la conversión de su Hijo, el emperador Constantino, en el año 321. Después de una ardua búsqueda Santa Elena milagrosamente encontró la verdadera Cruz de nuestro Señor.
En el lugar exacto donde la santa encontró la Santa Cruz, erigió la Basílica del Santo Sepulcro. Un trozo de la Cruz permaneció en esta basílica, otro fue dado a Constantino y otro trozo fue llevado a Roma. En honor de esta reliquia, Santa Elena mandó construir la “Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén”. Se le dio este nombre, pues fue construida sobre tierra de Jerusalén llevada a Roma por la Santa. En esta Basílica hasta el día de hoy se puede venerar la reliquia de la Santa Cruz.

Antes del año 350, San Cirilo enseñaba a sus candidatos para el bautismo, que la Iglesia Católica era la que tenía en su posesión la Santa Cruz, y que muchos fragmentos de la misma habían sido distribuídos por todo el mundo. Esta realidad pone de manifiesto un milagro, pues a pesar de que diversas reliquias de la Santa Cruz fueron distribuidas en diferentes lugares, nunca se redujo su tamaño. También San Paulino de Nola (353- 431), en una de sus cartas hacía referencia a esta multiplicación milagrosa de las reliquias de la Cruz, la cual se asemeja a la multiplicación de panes y peces que hizo Jesús para dar de comer a todos los que estaban con Él.

Actualmente se pueden venerar pedazos grandes de la reliquia de la Cruz en la Catedral de Trier; en Notre Dame, Paris; en la Catedral de Ghent en Bruselas; en la Catedral de Oviedo, y en el Monasterio de Santo Toribio de Liebana. Dentro de uno de los cuatros pilares frente al altar mayor de la Basílica de San Pedro se encuentra un trozo de la Santa Cruz. Este pilar se distingue de los demás porque está custodiado por una estatua de Santa Elena. También se encuentra una reliquia de la Santa Cruz, encima del obelisco de la Plaza de San Pedro.


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