Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María 

XVIII Edición

marzo-abril 2003


eN EL CORAZÓN DE MARÍA

El Corazón de María es consuelo de los afligidos, refugio de los pecadores, auxilio de los cristianos... Estas letanías nos describen su misericordia maternal. Ella es en efecto, Madre del Perpetuo Socorro, la ayuda constante y suplicante ante Dios. Es Madre que se compadece ante nuestras necesidades, y como en Caná de Galilea, intercede ante su Hijo por ese vino que nos hace falta.
Nada como la misericordia define el amor intenso de María Santísima por nosotros los pecadores, quienes la invocamos desde este “valle de lágrimas”, pidiéndole que vuelva hacia nosotros “esos sus ojos misericordiosos”.

Zacarías en su cántico nos habla de “las entrañas de misericordia de nuestro Dios”. Ciertamente, él expresaba estas palabras en sentido figurativo, pues el Dios de Israel aún no se había dado a conocer en la Persona de Jesucristo, y por lo tanto, al hablar de sus “entrañas”, se refería metafóricamente al amor compasivo de Dios. Pero la Divina Omnipotencia contaba con las entrañas purísimas y misericordiosas de una criatura para llevar a cabo su plan de salvación. Entrañas en sentido literal y propio, en las cuales se daría el milagro más excelso y profundo: La Encarnación del Verbo.
En las entrañas virginales de María se encarnó Jesucristo, quien es la Misericordia misma. Ella estaba “saturada y perfumada con ese aroma inefable de la misericordia divina.” (Cf. Mons. Castan-Lacoma)La Alianza de los Dos Corazones, que se inicia en el seno de la Virgen, es símbolo de la Alianza de la Misericordia de Dios para con los hombres. Y es precisamente en el contexto de una alianza matrimonial, en Caná de Galilea, que el Apóstol San Juan nos pone de relieve la poderosa y eficaz mediación del Corazón de María, suplicante ante su Hijo Jesucristo.

El Concilio Vaticano II nos dice que “una vez asunta al cielo, no dejó su misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna. Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad, hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada. Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora.”(Lumen Gentium, #62).

Podemos concluir que María, aquella a quien se ha calificado en la Iglesia como “la omnipotencia suplicante”, es también “la misericordia suplicante”. Ella obtiene de Dios y atrae para las almas el don de la misericordia, por ser la fiel cumplidora de la Voluntad Divina. En Caná dijo a los sirvientes: -Hagan lo que Él les diga. Y del mismo modo, a Santa María Faustina, Secretaria y Apóstol del Corazón Misericordioso de Jesús, le dirigió estas palabras: “Te recomiendo encarecidamente que cumplas con fidelidad todos los deseos de Dios, porque esto es lo más agradable a Sus santos ojos. Deseo ardientemente que te destaques en esto, es decir, en la fidelidad en cumplir la voluntad de Dios.”(Diario, #1244) Éste ciertamente es el medio por el cual alcanzamos la conversión y atraemos la Misericordia Divina sobre nosotros y sobre el mundo entero.

 

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