eN EL CORAZÓN DE MARÍA
El Corazón de María es consuelo de los afligidos, refugio de los
pecadores, auxilio de los cristianos... Estas letanías nos describen su
misericordia maternal. Ella es en efecto, Madre del Perpetuo Socorro, la
ayuda constante y suplicante ante Dios. Es Madre que se compadece ante
nuestras necesidades, y como en Caná de Galilea, intercede ante su Hijo
por ese vino que nos hace falta.
Nada como la misericordia define el amor intenso de María Santísima por
nosotros los pecadores, quienes la invocamos desde este “valle de
lágrimas”, pidiéndole que vuelva hacia nosotros “esos sus ojos
misericordiosos”.
Zacarías en su cántico nos habla de “las entrañas de misericordia de
nuestro Dios”. Ciertamente, él expresaba estas palabras en sentido
figurativo, pues el Dios de Israel aún no se había dado a conocer en la
Persona de Jesucristo, y por lo tanto, al hablar de sus “entrañas”, se
refería metafóricamente al amor compasivo de Dios. Pero la Divina
Omnipotencia contaba con las entrañas purísimas y misericordiosas de una
criatura para llevar a cabo su plan de salvación. Entrañas en sentido
literal y propio, en las cuales se daría el milagro más excelso y
profundo: La Encarnación del Verbo.
En las entrañas virginales de María se encarnó Jesucristo, quien es la
Misericordia misma. Ella estaba “saturada y perfumada con ese aroma
inefable de la misericordia divina.” (Cf. Mons. Castan-Lacoma)La Alianza
de los Dos Corazones, que se inicia en el seno de la Virgen, es símbolo
de la Alianza de la Misericordia de Dios para con los hombres. Y es
precisamente en el contexto de una alianza matrimonial, en Caná de
Galilea, que el Apóstol San Juan nos pone de relieve la poderosa y
eficaz mediación del Corazón de María, suplicante ante su Hijo
Jesucristo.
El Concilio Vaticano II nos dice que “una vez asunta al cielo, no dejó
su misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa
obteniéndonos los dones de la salvación eterna. Con su amor materno
cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan y se hallan en
peligros y ansiedad, hasta que sean conducidos a la patria
bienaventurada. Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la
Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro,
Mediadora.”(Lumen Gentium, #62).
Podemos concluir que María, aquella a quien se ha calificado en la
Iglesia como “la omnipotencia suplicante”, es también “la misericordia
suplicante”. Ella obtiene de Dios y atrae para las almas el don de la
misericordia, por ser la fiel cumplidora de la Voluntad Divina. En Caná
dijo a los sirvientes: -Hagan lo que Él les diga. Y del mismo modo, a
Santa María Faustina, Secretaria y Apóstol del Corazón Misericordioso de
Jesús, le dirigió estas palabras: “Te recomiendo encarecidamente que
cumplas con fidelidad todos los deseos de Dios, porque esto es lo más
agradable a Sus santos ojos. Deseo ardientemente que te destaques en
esto, es decir, en la fidelidad en cumplir la voluntad de Dios.”(Diario,
#1244) Éste ciertamente es el medio por el cual alcanzamos la conversión
y atraemos la Misericordia Divina sobre nosotros y sobre el mundo
entero.