Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María 

XVIII Edición

           marzo-abril 2003


CONOZCAMOS SU CORAZÓN 

El Corazón de Jesús nos llama a la conversión del corazón.

“El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva.” (Mc 1:15). Estas palabras que dirigiera Jesús al iniciar su ministerio público, son las mismas palabras que desde su Divino Corazón nos dirige hoy, a cada uno de nosotros.

El Corazón de Jesús, traspasado por amor a los hombres, es el testimonio mas fidedigno de la realidad del pecado y al mismo tiempo del amor del Señor que, no escatimando en nada, no solo se Encarnó sino que se sometió a los dolores e ignominias de la Pasión, entregando su vida en la cruz y permitiendo, como prueba suprema de su entrega y amor, que su Corazón fuese traspasado por la lanza, manando de él Sangre y el Agua: Agua que nos purifica y Sangre que nos librera.

“El tiempo se ha cumplido” Sí, ahora es el “tiempo favorable”, como nos habla también San Pablo; es el tiempo de adentrarnos en nuestros corazones y buscar todo aquello que pueda ser obstáculo en nuestra vida para que la gracia de Dios actúe en nosotros transformando nuestro “corazón de piedra en corazón de carne” (Cf. Ez 36).

“El Reino de Dios está cerca”, esta dentro de nuestros corazones. Sí, el corazón del hombre es el lugar donde el Reino de Dios se establece, Reino que se manifiesta en nosotros por la imitación de las virtudes del Corazón de Jesús... “Aprended de mí que soy manso y humilde de Corazón” (Mt 11:29). Por esta razón hemos de constantemente hacernos “violencia” (cf Lc 16:16), violencia a nuestra propia carne para transformar nuestra vida.

El Señor termina diciendo: “convertíos y creed en el Evangelio”. El Corazón de Cristo continua hoy lanzando esta invitación. Los latidos de Su Corazón gritan a nuestros corazones con la misma intensidad y el mismo deseo de ser escuchado. Solamente se establece el Reino en el corazón del hombre cuando este “cambia” cuando se “convierte”, cuando deja el hombre viejo con sus pecados e imperfecciones y abraza al hombre nuevo hecho a imagen de Cristo.

Que el fuego ardiente del amor del Corazón de Jesús consuma y purifique nuestros corazones para que al terminar este tiempo de Cuaresma, salgamos como hombres y mujeres nuevos: “revestidos de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, y paciencia, soportándonos unos a otros, y perdonándonos unos a otros, como elegidos de Dios, santos y amados.” (Cf. Col 3).
 

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