Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María 

XVIII Edición

marzo-abril 2003


San José, Custodio de los Dos Corazones

"Dios le ha puesto al cuidado de su familia, como siervo fiel y prudente, para que custodiara como padre a su Hijo unigénito."
Missale Romanum, Collecta: in "Sollemnitate S. Ioseph Sponsi B.M.V."

La Iglesia celebra en el mes de marzo a San José, figura que cada cristiano debe tomar como ejemplo a imitar, ya que podríamos decir que después de la Santísima Virgen es la criatura elegida para custodiar a los Dos Corazones que más ama Dios Padre. Ya desde los primeros siglos, los Padres de la Iglesia, inspirándose en el Evangelio, han destacado que San José, al igual que cuidó amorosamente de la Virgen María y dedicó su vida a la educación de Jesucristo, también custodia y protege a su cuerpo místico, la Iglesia, de quien la Virgen es figura y modelo.

Él "participó" en el misterio de la Salvación como ninguna otra persona, a excepción de María Santísima. Junto a Ella, San José participó en este misterio, comprometido en la realidad del mismo hecho salvífico, siendo depositario del mismo amor, por cuyo poder el eterno Padre nos predestinó a la adopción de hijos suyos por Jesucristo. Escogido por Dios para custodiar Su labor salvífica, sigue siendo en nuestros días custodio también de cada uno de los hijos de Dios. Al igual que le encomendó el cuidado de los Dos Corazones, Dios Padre le encomienda la misión de custodiar el Cuerpo Místico de su Hijo. ¿Quiénes somos ese Cuerpo Místico de Cristo? La Iglesia Universal, cada Cristiano, cada uno de nosotros.

La figura de San José es la de Padre protector. Dios entregó en las manos de San José a Jesús y a la Virgen María y a través de esta entrega, le confía a cada uno de nosotros para que nos proteja en nuestro camino hacia la salvación.

Pudiéramos decir que San José es depositario de los Misterios de Dios, así como lo es la Santísima Virgen. En Ella, Dios Padre deposita la labor de ser la Madre del Verbo, y por su fe, María acepta ser Madre de Cristo. Asimismo, Dios Padre deposita en las manos de San José custodiar a Jesús y a la Santísima Virgen, y él por su fe, acepta lo que el Ángel le revela: "José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer, porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados." (Mt 1, 20-21). Podemos decir en cierto sentido, que las palabras que dijo Santa Isabel a la Santísima Virgen: Feliz la que ha creído!, pueden aplicarse también a San José, pues él respondió en fe a lo que el le pedía Señor. La actuación activa y participativa de San José, le unió de modo particularísimo a la fe de María.

Al ser san José la criatura elegida en la cual el Padre deposita con entera confianza el cuidado de Jesús y de la Virgen María; deposita en sus manos el custodiar el Gran Misterio de Salvación. ¡Dichosos los fieles que se acoger a la protección y custodia de San José! La Iglesia misma, como Madre, se entrega al fiel cuidado San José y a través de ella, entrega y deposita a cada uno de sus hijos en las manos del custodio fiel. Él cumple su misión hasta los últimos momentos de la vida de cada cristiano, custodiando nuestras almas hasta la hora de nuestra muerte, momento en el cual somos depositados en el Seno del Padre.

San José junto a la Virgen María acoge en su corazón, y en el corazón de su hogar, el Gran Misterio de Salvación, acogiendo a Cristo, Hijo de Dios Padre, colaborando así con la obra redentora de Dios para la humanidad. La Iglesia desea que San José haga en cada uno de sus miembros, la misma labor que Dios le encomendó hace dos mil años: El cuidado de su familia, como siervo fiel y prudente; el custodiar como padre a su Hijo Unigénito y a su familia extendida, el Cuerpo Místico, la Iglesia de Jesucristo.
 


Copyright © 2003 SCTJM
siervas_logo_color.jpg (14049 bytes)
Regreso a página principal
www.corazones.org