En Breve
Nació en Lima (Perú) el año 1586;
cuando vivía en su casa, se dedicó ya a una vida de piedad y de virtud, y,
cuando vistió el hábito de la tercera Orden de santo Domingo, hizo grandes
progresos en el camino de la penitencia y de la contemplación mística. Murió el
día 24 de agosto del año 1617.
Biografía
Rosa de Lima, la primera santa americana canonizada, nació de ascendencia española en
la capital del Perú en 1586. Sus humildes padres son Gaspar de Flores y María de Oliva.
Aunque la niña fue bautizada con el nombre de Isabel, se la llamaba comúnmente Rosa y
ése fue el único nombre que le impuso en la Confirmación el arzobispo de Lima,
Santo
Toribio. Rosa tomó a Santa Catalina de Siena
por modelo, a pesar de la oposición y las burlas de sus padres y amigos. En cierta
ocasión, su madre le coronó con una guirnalda de flores para lucirla ante algunas
visitas y Rosa se clavó una de las horquillas de la guirnalda en la cabeza, con la
intención de hacer penitencia por aquella vanidad, de suerte que tuvo después bastante
dificultad en quitársela. Como las gentes alababan frecuentemente su belleza, Rosa solía
restregarse la piel con pimienta para desfigurarse y no ser ocasión de tentaciones para
nadie.
Santa Rosa de Lima |
Una dama le hizo un día ciertos cumplimientos acerca de la suavidad de la piel de sus
manos y de la finura de sus dedos; inmediatamente la santa se talló las manos con barro,
a consecuencia de lo cual no pudo vestirse por sí misma en un mes. Estas y otras
austeridades aún más sorprendentes la prepararon a la lucha contra los peligros
exteriores y contra sus propios sentidos. Pero Rosa sabía muy bien que todo ello sería
inútil si no desterraba de su corazón todo amor propio, cuya fuente es el orgullo, pues
esa pasión es capaz de esconderse aun en la oración y el ayuno. Así pues, se dedicó a
atacar el amor propio mediante la humildad, la obediencia y la abnegación de la voluntad
propia.
Aunque era capaz de oponerse a sus padres por una causa justa, jamás los desobedeció
ni se apartó de la más escrupulosa obediencia y paciencia en las dificultades y
contradicciones.
Rosa tuvo que sufrir enormemente por parte de quienes no la comprendían.
El padre de Rosa fracasó en la explotación de una mina, y la familia se vio en
circunstancias económicas difíciles. Rosa trabajaba el día entero en el huerto, cosía
una parte de la noche y en esa forma ayudaba al sostenimiento de la familia. La santa
estaba contenta con su suerte y jamás hubiese intentado cambiarla, si sus padres no
hubiesen querido inducirla a casarse. Rosa luchó contra ellos diez años e hizo voto de
virginidad para confirmar su resolución de vivir consagrada al Señor.
Al cabo de esos años, ingresó en la tercera orden de Santo Domingo, imitando así a
Santa Catalina de Siena. A partir de entonces, se recluyó prácticamente en una cabaña
que había construido en el huerto. Llevaba sobre la cabeza una cinta de plata, cuyo
interior era lleno de puntas sirviendo así como una corona de espinas. Su amor de Dios
era tan ardiente que, cuando hablaba de El, cambiaba el tono de su voz y su rostro se
encendía como un reflejo del sentimiento que embargaba su alma. Ese fenómeno se
manifestaba, sobre todo, cuando la santa se hallaba en presencia del Santísimo Sacramento
o cuando en la comunión unía su corazón a la Fuente del Amor.
Extraordinarias pruebas y gracias.
Dios concedió a su sierva gracias extraordinarias, pero también permitió que
sufriese durante quince años la persecución de sus amigos y conocidos, en tanto que su
alma se veía sumida en la más profunda desolación espiritual.
El demonio la molestaba con violentas tentaciones. El único consejo que supieron darle
aquellos a quienes consultó fue que comiese y durmiese más. Más tarde, una comisión de
sacerdotes y médicos examinó a la santa y dictaminó que sus experiencias eran realmente
sobrenaturales.
Rosa pasó los tres últimos años de su vida en la casa de Don Gonzalo de Massa, un
empleado del gobierno, cuya esposa le tenía particular cariño. Durante la penosa y larga
enfermedad que precedió a su muerte, la oración de la joven era:
"Señor,
auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor".
Dios la llamó a Sí el 24 de agosto de 1617, a los treinta y un años de edad. El
capítulo, el senado y otros dignatarios de la ciudad se turnaron para transportar su
cuerpo al sepulcro.
El Papa Clemente X la canonizó en 1671.
Aunque no todos pueden imitar algunas de sus prácticas ascéticas, ciertamente nos
reta a todos a entregarnos con mas pasión al amado, Jesucristo. Es esa pasión de
amor la que nos debe mover a vivir nuestra santidad abrazando nuestra vocación con todo
el corazón, ya sea en el mundo, en el desierto o en el claustro.