Oficio de lectura,
23 de agosto,
Santa Rosa de Lima
Comprendamos lo
que trasciende toda filosofía: el amor cristiano
De
los escritos de santa Rosa de Lima
El divino Salvador, con inmensa majestad,
dijo:
«Que todos sepan que la tribulación va
seguida de la gracia; que todos se convenzan que sin el peso
de la aflicción no se puede llegar a la cima de la gracia;
que todos comprendan que la medida de los carismas aumenta
en proporción con el incremento de las fatigas. Guárdense
los hombres de pecar y de equivocarse: ésta es la única
escala del paraíso, y sin la cruz no se encuentra el camino
de subir al cielo».
Apenas escuché estas palabras, experimenté
un fuerte impulso de ir en medio de las plazas, a gritar muy
fuerte a toda persona de cualquier edad, sexo o condición:
«Escuchad, pueblos, escuchad todos. Por
mandato del Señor, con las mismas palabras de su boca, os
exhorto. No podemos alcanzar la gracia, si no soportamos la
aflicción; es necesario unir trabajos y fatigas para
alcanzar la íntima participación en la naturaleza divina, la
gloria de los hijos de Dios y la perfecta felicidad del
espíritu».
El mismo ímpetu me transportaba a predicar
la hermosura de la gracia divina; me sentía oprimir por la
ansiedad y tenía que llorar y sollozar. Pensaba que mi alma
ya no podría contenerse en la cárcel del cuerpo, y más bien,
rotas sus ataduras, libre y sola y con mayor agilidad,
recorrer el mundo, diciendo:
«¡Ojalá todos los mortales conocieran el
gran valor de la divina gracia, su belleza, su nobleza, su
infinito precio, lo inmenso de los tesoros que alberga,
cuántas riquezas, gozos y deleites! Sin duda alguna, se
entregarían, con suma diligencia, a la búsqueda de las penas
y aflicciones. Por doquiera en el mundo, antepondrían a la
fortuna las molestias, las enfermedades y los padecimientos,
incomparable tesoro de la gracia. Tal es la retribución y el
fruto final de la paciencia. Nadie se quejaría de sus cruces
y sufrimientos, si conociera cuál es la balanza con que los
hombres han de ser medidos».
Oración
Señor, Dios nuestro, tú has querido que
santa Rosa de Lima encendida en tu amor, se apartara del
mundo y se consagrara a ti en la penitencia; concédenos, por
su intercesión, que, siguiendo en la tierra el camino de la
verdadera vida, lleguemos a gozar en el cielo de la
abundancia de los gozos eternos. Por nuestro Señor
Jesucristo.