PAPA
PABLO VI
Es el
sucesor #260 de Pedro.
Giovanni B.Montini. Nació en Concesio (Brescia).
Elegido el 21-VI-1962,
murió el 6-VIII-1978.
Guió el Concilio Vaticano II en su segunda etapa y lo
finalizó (8-XII-1965).
Celebró el 25º Año Santo
(1975). Ha sido el primer Papa en viajar fuera de Europa.
Creó el Sínodo Episcopal.
Ver:
Vaticano, Pablo VI
Predicamos a Cristo hasta los confines de la tierra
Papa Pablo VI
Lo recuerda S.S. Benedicto XVI, marzo, 2007
Al
siervo de Dios Pablo VI me siento muy vinculado personalmente por la
confianza que me demostró al nombrarme arzobispo de Munich y, tres
meses después, incluyéndome en el Colegio cardenalicio, en 1977.
Fue llamado por la divina Providencia a guiar la barca de Pedro en
un período histórico marcado por muchos desafíos y problemas. Al
repasar con el pensamiento los años de su pontificado, impresiona el
celo misionero que lo animó y lo impulsó a emprender arduos viajes
apostólicos, incluso a naciones lejanas, y a realizar gestos
proféticos de amplio alcance eclesial, misionero y ecuménico. Fue el
primer Papa en viajar a la tierra donde Cristo vivió y de la que
partió Pedro para venir a Roma. Aquella visita, sólo seis meses
después de su elección como Supremo Pastor del pueblo de Dios y
mientras se estaba celebrando el concilio ecuménico Vaticano II,
revistió un claro significado simbólico. Indicó a la Iglesia que el
camino de su misión consiste en seguir las huellas de Cristo. Esto
fue precisamente lo que el Papa Pablo VI trató de hacer durante su
ministerio petrino, que desempeñó siempre con sabiduría y prudencia,
con plena fidelidad al mandato del Señor.
En efecto, el secreto de la acción pastoral que Pablo VI llevó a
cabo con incansable entrega, tomando a veces decisiones difíciles e
impopulares, radica precisamente en su amor a Cristo, un amor que
vibra con expresiones conmovedoras en todas sus enseñanzas. Su alma
de Pastor estaba totalmente impregnada de celo misionero, alimentado
por un sincero deseo de diálogo con la humanidad. Su invitación
profética, repetida muchas veces, a renovar el mundo atormentado por
inquietudes y violencias mediante "la civilización del amor", nacía
de su total confianza en Jesús, Redentor del hombre.
¿Cómo olvidar, por ejemplo, aquellas palabras que también yo,
entonces presente como perito en el concilio Vaticano II, escuché en
la basílica vaticana en la inauguración de la segunda sesión, el 29
de septiembre de 1963? "Cristo, nuestro principio —proclamó Pablo VI
con íntima emoción, y oigo aún su voz—; Cristo, nuestro camino y
nuestro guía; Cristo, nuestra esperanza y nuestro término. (...) Que
no se cierna sobre esta reunión otra luz si no es Cristo, luz del
mundo; que ninguna otra verdad atraiga nuestros ánimos fuera de las
palabras del Señor, nuestro único Maestro; que ninguna otra
aspiración nos anime si no es el deseo de serle absolutamente fieles"
(Concilio Vaticano II. Constituciones, Decretos, Declaraciones, BAC,
Madrid 1968, p. 1045). Y hasta su último suspiro, su pensamiento,
sus energías y su acción fueron para Cristo y para su Iglesia.
El nombre de este Pontífice, cuya grandeza la opinión pública
mundial comprendió precisamente con ocasión de su muerte, sigue
unido sobre todo al concilio Vaticano II. En efecto, aunque fue Juan
XXIII quien lo convocó e inició, le tocó a él, su sucesor, llevarlo
a término con mano experta, delicada y firme. No menos arduo fue
para el Papa Montini gobernar la Iglesia en el período posconciliar.
No se dejó condicionar por incomprensiones y críticas, aunque tuvo
que soportar sufrimientos y ataques, a veces violentos, pero en
todas las circunstancias fue firme y prudente timonel de la barca de
Pedro.
Con el paso de los años resulta cada vez más evidente la importancia
de su pontificado para la Iglesia y para el mundo, así como el valor
de su alto magisterio, en el que se han inspirado sus Sucesores, y
al que también yo sigo haciendo referencia. Por tanto, me complace
aprovechar esta circunstancia para rendirle homenaje, a la vez que
os animo, queridos amigos, a proseguir el trabajo que habéis
emprendido desde hace tiempo.
Haciendo mía la exhortación que os dirigió el amado Papa Juan Pablo
II, os repito de buen grado: "Estudiad con amor a Pablo VI (...);
estudiadlo con rigor científico (...); estudiadlo con la convicción
de que su herencia espiritual continúa enriqueciendo a la Iglesia y
puede alimentar la conciencia de los hombres de hoy, tan necesitados
de "palabras de vida eterna"" (Discurso al Instituto Pablo VI de
Brescia, 26 de enero de 1980, n. 2: L'Osservatore Romano, edición en
lengua española, 10 de febrero de 1980, p. 20).
Queridos hermanos y hermanas, gracias una vez más por vuestra visita;
os aseguro un recuerdo en la oración y os bendigo con afecto a
vosotros, a vuestras familias y todas las iniciativas del Instituto
Pablo VI de Brescia.
[Traducción distribuida por la Santa Sede
© Copyright 2007 - Libreria Editrice Vaticana]
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