Su nombre de bautismo era Juan
Kunsevich. Su padre,
que era un católico de buena familia, puso a su
hijo en la escuela de su pueblo natal. Después Juan entró a trabajar
como aprendiz en una tienda de Vilna, pero en vista de que
el comercio no estaba en su
corazón, empleaba sus tiempos libres
aprendiendo el eslavo
eclesiástico para comprender mejor los divinos
oficios y poder recitar diariamente el oficio
bizantino. Juan conoció por entones a Pedro
Arcudius, rector del colegio oriental de Vilna, así como a los
jesuitas Valentín Fabricio y Gregorio Gruzevsky, quienes se
interesaron por él y le alentaron a seguir adelante. Al principio, el
amo de Juan no veía con muy buenos
ojos sus inquietudes religiosas, pero el joven
supo cumplir tan bien con sus obligaciones, que el comerciante acabó
por ofrecerle que se asociase con él y tomase
por esposa a una de sus hijas. Juan rehusó ambas proposiciones, pues
estaba decidido a hacerse monje.
En 1601 ingresó en el monasterio de la Santísima Trinidad de Vilna.
El santo indujo también a seguir su ejemplo a José Benjamín
Rutsky, un hombre muy culto, convertido del
calvinismo. Los dos jóvenes monjes empezaron
juntos a trazar planes para promover la unión y reformar la observancia
en los monasterios rutenos. Desde entonces se llamó
Josafat, recibió el diaconado, después el sacerdocio y pronto adquirió
fama por sus sermones sobre la unión con
Roma.
Su vida personal
era muy austera, ya que añadía a las
penitencias acostumbradas en las reglas monásticas del oriente, otras
mortificaciones tan severas, que en más de una ocasión le
criticaron los mismos monjes. En el proceso
de beatificación el burgomaestre de Vilna
declaró que "no había en el pueblo ningún religioso más bueno que el
P. Josafat."
Josafat, al notar que
su superior, Samuel, el abad del monasterio de la Santísima Trinidad,
manifestaba tendencia a separarse
de Roma, se lo advirtió
a sus superiores. El arzobispo de Kiev sustituyó a Samuel por Josafat.
Bajo su gobierno, el monasterio se repobló. Ello movió
a sus superiores a retirarle del estudio de los Padres orientales para
que fundase otros monasterios en Polonia.
En 1614,
Rutsky fue elegido metropolitano de Kiev y Josafat Ie
sucedió en el cargo de abad de Vilna. Cuando el
nuevo metropolitano fue a tomar posesión de su catedral, Juan le
acompañó en el viaje y aprovechó la ocasión para visitar
el famoso monasterio de las Cuevas de Kiev.
Pero la comunidad de dicho monasterio, que se
componía de más de 200 monjes, estaba relajada
y el reformador católico estuvo a punto de ser arrojado al
río Dnieper. Aunque sus esfuerzos por hacer
volver a la unidad a la comunidad fracasaron, su ejemplo y sus
exhortaciones consiguieron hacer cambiar un tanto la actitud
de los monjes.
Obispo ejemplar
En 1617, el P. Josafat
fue consagrado obispo de Vitebsk con derecho de sucesión a la sede de
Polotsk. Pocos meses después murió el anciano
arzobispo de esa sede y Josafat
se halló al frente de una
eparquía extensa
pero poco fervorosa.
Muchos se
inclinaban al cisma porque
temían que Roma interfiriese en sus
ritos y costumbres. Las
iglesias estaban en ruinas y se hallaban
manos de los laicos. Muchos miembros del clero secular habían
contraído matrimonio, algunos varias veces. La
vida monástica estaba en decadencia. Josafat pidió ayuda a algunos de
sus hermanos de Vilna y emprendió la tarea: reunió sínodos en las
ciudades principales, publicó e impuso un texto de catecismo, redactó
una serie de ordenaciones sobre la conducta del clero y combatió la
interferencia de los "señores" en los asuntos de las iglesias locales.
A todo ello añadió el ejemplo de su vida, su
celo en la instrucción, la predicación, la administración de
sacramentos y la visita a los pobres, a los enfermos, a los
prisioneros y a las aldeas más remotas.
Hacia 1620, prácticamente toda la eparquía era ya sólidamente
católica, el orden estaba restaurado y el ejemplo de
aquel puñado de hombres buenos había producido un renacimiento
de la vida cristiana. Pero en ese mismo año,
disidentes en la región que se había unido a Roma, establecieron
obispos paralelos, contrarios a Roma. Así, un tal Melecio Smotritsky fue nombrado arzobispo de
Polotsk, sede de San Josafat, y se dedicó enérgicamente a destruir la obra del arzobispo
católico, diciendo que Josafat se había "convertido al latinismo", que
iba a obligar a sus fieles a seguir su ejemplo y que el
catolicismo no era la forma tradicional del cristianismo ruteno. La nobleza y
la mayoría del
pueblo estaban por la unión, pero habían zonas
disidentes. Un monje llamado Silvestre Smotritsky
recorrió las poblaciones de Vitebsk, Mogilev y Orcha
sublevando a la gente contra el catolicismo. Cuando el rey de Polonia
proclamó un decreto afirmando que Josafat era el
único arzobispo legítimo de Polotsk, se produjeron
desórdenes no sólo en Vitebsk, sino en la misma
Vilna. El decreto fue leído públicamente en presencia del santo y
éste estuvo a punto de perder la vida.
El canciller de Lituania, León Sapieha, que
era católico, temeroso de los resultados
políticos de la inquietud general, prestó oídos a los rumores
esparcidos por los disidentes que, fuera de Polonia, acusaban a San
Josafat de haber sido el causante de los
desórdenes con su política. Así pues, en 1622, Sapieha escribió al
santo acusándole de emplear la violencia para mantener la unión, de
exponer el reino al peligro de una invasión de
los cosacos, de sembrar la discordia
entre el pueblo, de haber clausurado por la
fuerza ciertas iglesias no católicas y de otras cosas por el estilo.
Tan solo era cierto que Josafat había pedido el auxilio del
gobierno para recobrar la iglesia de
Mogilev, de la que se habían apoderado los
disidentes. El arzobispo tuvo que hacer frente
también a la oposición, las críticas y la falta de comprensión de
algunos católicos. Una de las
razones
por la que que una parte
del pueblo fácilmente se dejó llevar por las falsas
acusaciones era para evitar
la disciplina y las
exigencias morales del
renacimiento católico.
En octubre de 1623, sabedor de que Vitebsk era
todavía el centro de la oposición, decidió ir allá personalmente. Sus
amigos no lograron disuadirle ni convencerle de que llevase una
escolta militar. "Si Dios me juzga digno de merecer el martirio, no
temo morir'", respondió San Josafat. Así pues, durante dos semanas
predicó en las iglesias de Vitebsk y visitó a los fieles sin
distinción alguna. Sus enemigos le amenazaban continuamente y
provocaban a sus acompañantes para poder asesinarle aprovechando el
desorden. El día de la fiesta de San Demetrio, una turba enfurecida
rodeó al mártir, el cual les dijo:
"Sé que queréis matarme y que me acecháis en todas partes: en las
calles, en los puentes, en los caminos, en la plaza central. Pero yo
estoy entre vosotros como vuestro pastor y quiero que sepáis que me
consideraría muy feliz de dar la vida por vosotros. Estoy pronto a
morir por la sagrada unión, por la
supremacía de San Pedro y del Romano Pontífice."
Martirio
Smotritsky, fomentador de la agitación, probablemente solo pretendía
obligar al santo a salir de la ciudad. Pero sus partidarios empezaron
a tramar una conspiración para asesinar a Josafat el 12 de noviembre,
a no ser que se excusase ante ellos por haber empleado la
violencia. Un sacerdote llamado Elías fue el encargado de penetrar en
el patio de la casa del arzobispo e insultar a sus criados por su
religión y al amo
a quien servían. Como la escena se repitiese varias veces, San Josafat
dio permiso a sus criados de arrestar al sacerdote, si volvía a
presentarse. En la mañana del 12 de noviembre, cuando el arzobispo se
dirigía a la iglesia para el rezo del oficio de la aurora, Elías le
salió al encuentro y comenzó a insultarle. El santo dio entonces
permiso a su diácono para que mandase encerrar al agresor en un
aposento de la casa. Eso era precisamente lo que deseaban sus enemigos
que buscaban pretexto para atacarle. Al punto, echaron a vuelo las
campanas, y la multitud empezó a clamar que se pusiese en libertad a
Elías y se castigase al arzobispo. Después del oficio, San Josafat
volvió a su casa y devolvió la libertad a Elías, no sin antes haberle
amonestado. A pesar de ello, el pueblo penetró en la casa, exigiendo
la muerte de Josafat y golpeando a sus criados. El santo salió al
encuentro de la turba y preguntó: "¿Por qué golpeáis a mis criados,
hijos míos? Si tenéis algo contra mí, aquí estoy; dejadlos
a ellos en paz." (Palabras muy parecidas a las de Santo Tomás Becket
en ocasión semejante). La turba comenzó entonces a gritar: "¡Muera el
Papista!", y San Josafat cayó atravesado por una alabarda y herido por
una bala. Su cuerpo fue arrastrado por las calles y arrojado al río
Divna.
El martirio del santo produjo como resultado
inmediato un movimiento en favor de la unidad católica.
Desgraciadamente, la controversia se prolongó con violencia y los
disidentes tuvieron también un mártir, el abad Anastasio de Brest,
quien fue ejecutado en 1648. Por otra parte, el arzobispo Melecio
Smotritsky se reconcilió más tarde con la Santa Sede.
La gran reunión rutena existió, con altos y bajos,
hasta que, después de la repartición de Polonia, los soberanos rusos
obligaron por la fuerza a los rutenos católicos a unirse con la
Iglesia Ortodoxa de Rusia. El comunismo favoreció la opresión de
la fe católica. Hoy como ayer es necesaria la intercesión y el ejemplo
de San Josafat a favor de la unión en la verdad y el amor.
San Josafat Kunsevich fue canonizado en 1867 por el Papa Pío IX. Fue el primer santo de
la Iglesia de oriente canonizado con proceso formal de la Sagrada
Congregación de Ritos. Quince años más tarde, León XIII fijó el 14 de
noviembre como fecha de la celebración de su fiesta en toda la Iglesia
de occidente. La reforma litúrgica movió la fiesta al 12 de noviembre.
El Papa Pío XI declaró a San Josafat Patrón de
la Reunión entre Ortodoxos y Católicos el 12 de noviembre de 1923,
III centenario de su martirio.
El 25 de Noviembre de 1963, durante el Concilio
Vaticano II y por petición del Papa Juan XXIII, quién estaba muy
interesado en la unidad, el cuerpo de San Josafat finalmente encontró
su descanso en el altar de San Basilio en la Basílica de San Pedro.
Bibliografía:
-Vida de los Santos de Butler, Vol
IV.