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12 de noviembre, San Josafat,
Obispo y mártir
Derramó su sangre por la unidad de la Iglesia
De la carta encíclica Ecclesiam Dei del
papa Pío XI
Sabemos que la Iglesia de Dios, constituida por su
admirable designio para ser en la plenitud de los tiempos como una
inmensa familia que abarque a todo el género humano, es notable, por
institución divina, tanto por su unidad ecuménica, como por otras notas
que la caracterizan.
En efecto, Cristo el Señor no
sólo encomendó a solos los apóstoles la misión que él había recibido del
Padre, cuando les dijo: Se me ha dado
pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos
los pueblos, sino que quiso también
que el colegio apostólico tuviera la máxima unidad, unido por un doble y
estrecho vínculo, a saber: intrínsecamente, por una misma fe y por el
amor que ha sido derramado en nuestros
corazones con el Espíritu Santo;
extrínsecamente, por el gobierno de uno solo sobre todos, ya que
confirió a Pedro la primacía sobre los demás apóstoles, como principio
perpetuo y fundamento visible de unidad. Y, para que esta unidad y
acuerdo se mantuviera a perpetuidad, Dios providentísimo la consagró en
cierto modo con el signo de la santidad y del martirio.
Este honor tan grande obtuvo aquel arzobispo de
Pólotzk, llamado Josafat, de rito eslavo oriental, al que con razón,
consideramos como el hombre más eminente y destacado entre los eslavos
de rito oriental, ya que difícilmente encontraríamos a otro que haya
contribuido a la gloria y provecho de la Iglesia más que éste, su pastor
y apóstol, principalmente cuando derramó su sangre por la unidad de la
santa Iglesia. Además, sintiéndose movido por un impulso celestial,
comprendió que podría contribuir en gran manera al restablecimiento de
la santa unidad universal de la Iglesia el hecho de conservar en ella el
rito oriental eslavo y la institución de la vida monástica según el
espíritu de san Basilio.
Pero entretanto, preocupado principalmente por la
unión de sus conciudadanos con la cátedra de Pedro, buscaba por doquier
toda clase de argumentos que pudieran contribuir a promover y confirmar
esta unidad, sobre todo estudiando atentamente los libros litúrgicos que,
según las prescripciones de los santos Padres, usaban los mismos
orientales separados. Con esta preparación tan diligente, comenzó a
dedicarse a la restauración de la unidad, con tanta fuerza y tanta
suavidad a la vez y con tanto fruto que sus mismos adversarios lo
llamaban «ladrón de almas».
Oración
Aviva, Señor, en tu Iglesia, el Espíritu que impulsó a san Josafat,
obispo y mártir, a dar la vida por su rebaño, y concédenos, por su
intercesión, que ese mismo Espíritu nos de fuerza a nosotros para
entregar la vida por nuestros hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo.
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y María
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