Nace entre años 30 al 35 AD, muere C 107AD
Fiesta: 17 de octubre
San Ignacio de Antioquía fue
discípulo directo de San Pablo y San Juan;
Segundo
sucesor de Pedro en el gobierno de la Iglesia de Antioquía;
El primero en llamar a la Iglesia "Católica".
Sus escritos demuestran que la doctrina de la
Iglesia Católica viene de Jesucristo por medio de los Apóstoles.
Esta doctrina
incluye: La Eucaristía;
La jerarquía y la
obediencia a los obispos;
La presidencia de la iglesia de Roma;
La virginidad de María y el don de la virginidad;
El privilegio
que es morir mártir de Cristo.
Condenado a morir devorado por las fieras,
fue trasladado a Roma y allí recibió la corona de su glorioso
martirio el año 107, en tiempos del emperador Trajano. En su
viaje a Roma, escribió siete cartas, dirigidas a varias
Iglesias, en las que trata sabia y eruditamente de Cristo, de la
constitución de la Iglesia y de la vida cristiana. Ya en el
siglo IV, se celebraba en Antioquía su memoria el mismo día de
hoy. (del Oficio de Lectura, 17
Octubre)
En este artículo veremos su
martirio, sus
escritos y
su doctrina.
Fuego ardiente de amor
La palabra "Ignacio" viene de "ignis"
(fuego). El corazón de San Ignacio era un fuego ardiente de amor por
Cristo. Decía que Cristo está en el pecho de los cristianos.
De
sobrenombre "Theophorus" (portador de Dios).
Fue
ilustre testigo de Cristo por su palabra y por su martirio.
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Conoció a los Apóstoles
San Ignacio de Antioquía se le llama
Padres Apostólico
porque, habiendo nacido en Antioquía en el siglo I,
fue discípulo de los Apóstoles San Pablo y San Juan.
Consagrado obispo por los Apóstoles
San Ignacio de Antioquía fue el tercer obispo de Antioquía,
Siria, siendo San Pedro y San Evodio los dos primeros (Eusebius,
"Hist. Eccl.", II, iii, 22).
San Juan
Crisóstomo ("Hom. in St. Ig.", IV. 587) escribe que San
Ignacio fue consagrado obispo de manos de
los Apóstoles Pedro y Pablo. Según Theodoret,
Ignacio fue asignado obispo de Antioquía por San Pedro. (Theodoret, "Dial. Immutab.", I, iv, 33a, Paris, 1642.)
Antioquía era la
tercera ciudad mas importante del imperio, después de Roma y
Alejandría. También era una de las iglesias mas importantes e
influyentes.
Habían en Antioquía muchos cristianos de procedencia judía
que huyeron de la destrucción de Jerusalén
ocurrida en el 70 AD.
Condenado a muerte por su fe
El Emperador Trajano al principio respetó a los cristianos, pero
por gratitud a sus dioses tras su victoria sobre los dacios y escitas,
comenzó a perseguir a quienes no los adoraban. Hay una relación
legendaria sobre el arresto de San Ignacio y su entrevista personal
con el emperador. Sin embargo, desde época muy remota nos llega el
interrogatorio al que fue sometido:
-"¿Quién eres tú, espíritu
malvado, que osas desobedecer mis órdenes e incitas a otros a su
perdición?"
-"Nadie llama a Teóforo espíritu malvado", respondió el santo.
-"¿Quién es Teóforo?.
-"El que lleva a Cristo dentro de sí".
-"¿Quiere eso decir que nosotros no llevamos dentro a los dioses que
nos ayudan contra nuestros enemigos?", preguntó el emperador.
-"Te equivocas cuando llamas dioses a los que no son sino diablos",
replicó Ignacio. "Hay un solo Dios que hizo el cielo y la tierra y
todas las cosas; y un solo Jesucristo, en cuyo reino deseo
ardientemente ser admitido".
-"¿Te refieres al que fue crucificado bajo Poncio Pilato?".
-"Sí, a Aquél que con su muerte crucificó el pecado y a su autor, y
que proclamó que toda malicia diabólica ha de ser hollada por quienes
lo llevan en el corazón".
-"¿Entonces tú llevas a Cristo dentro de ti?
-"Sí, porque está escrito, viviré con ellos y caminaré con ellos".
Cuando lo mandaron a encadenar para llevarlo a morir en Roma, San
Ignacio exclamó: "te doy gracias, Señor, por haberme permitido darte
esta prueba de amor perfecto y por dejar que me encadenen por Tí, como
tu apóstol Pablo".
Itinerario hacia el martirio en Roma
(Tomado de las actas del martirio)
San Ignacio rezó por la Iglesia, la encomendó con lágrimas a Dios,
y con gusto se sometió a los soldados para ser encadenado y llevado a
Roma.
En Seleucia, puerto de mar, situado a unos veinticinco kilómetros de
Antioquía, se embarcaron en un navío que fue costeando el Asia Menor. Algunos
de sus fieles de Antioquía tomaron un
camino más corto y llegaron a Roma antes que él y ahí le esperaron.
Durante la mayor parte del trayecto acompañaron a San Ignacio el
diácono Filón y Agatopo, a quienes se considera autores de las actas
de su martirio. Durante el viaje San Ignacio iba vigilado día y
noche por diez soldados que, según el santo, eran como
"diez leopardos". Añade "iba yo luchando con fieras salvajes por
tierra y mar, de día y noche" y "cuando se las trataba bondadosamente,
se enfurecían mas".
Las numerosas paradas, dieron al santo oportunidad de confirmar en la
fe a las iglesias cercanas a la costa de Asia Menor. Dondequiera que
el barco atracaba, los cristianos enviaban sus obispos y presbíteros a
saludarlo, y grandes multitudes se reunían para recibir su bendición. Se designaron también delegaciones que lo
escoltaron en el camino. En Esmirna tuvo la alegría de encontrar a su
antiguo condiscípulo San Policarpo; al obispo Onésimo quien iba a la cabeza de una delegación de Efeso;
al obispo
Dámaso, con enviados de Magnesia, y el obispo Polibio de Tralles.
Burrus, uno de los delegados, fue tan servicial con San Ignacio, que
éste pidió a los efesios que le permitieran acompañarlo.
Desde Esmirna, el santo escribió cuatro cartas.
Los guardias se apresuraron
a salir de Esmirna para llegar a
Roma antes de que terminaran los juegos, pues
las víctimas ilustres y de venerable aspecto, eran la gran atracción
en el anfiteatro. El mismo Ignacio, gustosísirno, secundó sus prisas.
Enseguida se embarcaron para Troade, donde se enteraron de que la paz
se había restablecido en la Iglesia de Antioquía. En Troade Ignacio
escribió tres cartas más. Una a los fieles de
Filadelfia.
De
Troade navegaron hasta Nápoles de Macedonia.
Después fueron a Filipos y habiendo
cruzado Macedonia y el Epiro a pie, se
volvieron a embarcar en Epidamno (el actual
Durazzo en Albania).
Según las Actas, al aproximarse el santo a Roma, los fieles salieron a recibirlo y
se regocijaron al verlo, pero lamentaron el
tener que perderlo tan pronto. Como él lo había
previsto, deseaban tomar medidas
para liberarlo, pero les rogó que no le
impidieran llegar al Señor.
Entonces, arrodillándose con sus hermanos, rogó por la Iglesia,
por el fin de la persecución y por la caridad y
concordia entre los fieles. Según la
misma leyenda, Ignacio llegó
a Roma el 20 de diciembre, último día de
los juegos públicos,
y fue conducido ante el prefecto de la
ciudad, a quien se le entregó la carta del
emperador. Después de los trámites acostumbrados, se
le llevó apresuradamente al anfiteatro flaviano.
Ahí le soltaron dos fieros leones, que inmediatamente
lo devoraron, y sólo dejaron los huesos más
grandes. Así fue escuchada su oración.
No hay seguridad sobre los detalles de la
narración pero sí del hecho de su martirio, ocurrido en el año noveno
del emperador Trajano.
Parecería para muchos espectadores que San Ignacio era
tan solo uno mas que moría en aquellos juegos diseñados para saciar la
morbosidad de las turbas. Sin embargo el era el gran vencedor en un
reino mucho mas sublime y duradero que el de los emperadores romanos.
Dejadme que sea
entregado a las fieras, puesto que por ellas puedo llegar a Dios. Soy
el trigo de Dios, y soy molido por las dentelladas de las fieras, para
que pueda ser hallado pan puro. Antes, atraed a las fieras, para que
puedan ser mi sepulcro, y que no deje parte alguna de mi cuerpo
detrás, y así, cuando pase a dormir, no seré una carga para nadie. Entonces
seré un verdadero discípulo de Jesucristo. (Epístolas de San
Ignacio a los Romanos)
Restos del santo son llevados a
Antioquía
Los
restos del mártir, fueron llevados a
Antioquía donde para ser
venerados, al principio de un modo que
no llamara la atención "en un
cementerio fuera de la puerta de
Dafnis". Esto lo refiere San Jerónimo,
escribiendo en 392, y sabernos que él había
visitado Antioquía.
El panegírico de
San Ignacio, hecho por
San Juan Crisóstomo cuando éste era
presbítero de Antioquía, fue
pronunciado posiblemente el 17 de octubre. Según el
antiguo martirologio sirio la fiesta del mártir
se celebraba en esas regiones
en ese día.
San Juan hace resaltar el hecho de que el
suelo de Roma había sido
empapado con la sangre de la víctima, pero que Antioquía atesoraba
para siempre sus reliquias. "Ustedes lo prestaron por
una temporada", dijo al pueblo "y lo
recibieron con intereses.
Lo enviaron siendo obispo, y lo recobraron mártir. Lo
despidieron con oraciones y lo trajeron a su
tierra con laureles de victoria''.
Una leyenda identifica a
Ignacio con el niño que Nuestro Señor tomó en sus brazos y que le
sirvió para dar una lección sobre la humildad (Cf. Marcos 9,36).
San Vicente Beaurais afirmaba que su sobrenombre "Theophoros"
(Portador de Dios) se debía a que, después de muerto le abrieron el
corazón y encontraron en él escritas en letras de oro el nombre de
Jesús.
Su
nombre se menciona en el primer canon Eucarístico.
Los credenciales de San Ignacio como verdadero testigo
de la doctrina apostólica:
1-San Ignacio fue
discípulo de los Apóstoles San Pablo y San Juan.
Recibió de ellos las
Sagradas Escrituras (en sus cartas encontramos numerosas citas
literales de los Evangelios Sinópticos).
Recibió de ellos también la revelación transmitida
a voz viva. Esta le capacita para ser interprete veraz de la
revelación escrita.
San Juan escribe: "Hay además otras muchas cosas que
hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo
bastaría para contener los libros que se escribieran." Juan 21,25.
Esas "otras cosas" forman la revelación transmitida oralmente a San
Ignacio y a los otros Padres Apostólicos.
2-San Ignacio gozaba de la
plena aprobación y confianza de los Apóstoles ya que ellos mismos lo
ordenaron obispo de Antioquía, sede de suma importancia. Permaneció en
esa insigne sede por 40 años hasta su martirio.
3-La ortodoxia de San
Ignacio era ampliamente reconocida, tanto por los padres de la Iglesia
de su tiempo como en todos los siglos. Gozaba también del
reconocimiento de los fieles como lo demostraron recibiéndolo en todas
las ciudades por donde pasaba camino a su martirio en Roma.
4- La autenticidad de sus
cartas está firmemente establecida.
San Ignacio, siendo gran pastor y teólogo presenta con
claridad y lucidez la doctrina católica ampliamente reconocida en su
tiempo como Apostólica. Sus siete cartas demuestran claramente la
catolicidad de los albores del cristianismo.
Algunas
Enseñanzas de
San Ignacio de Antioquía:
Los escritos del obispo San Ignacio de Antioquía son de suma
importancia porque demuestran la catolicidad de la doctrina desde
tiempos apostólicos. Sus
cartas constituyen un testimonio de su amor apasionado por Cristo, su
profundidad y claridad de pensamiento teológico y profunda humildad.
San Ignacio manifiesta absoluta certeza de que su inminente martirio
por Cristo es un privilegio, por lo que no quiere que nadie lo
obstruya.
Parto Virginal de María.
Es el primer escritor fuera del N.T. en escribir sobre esta verdad.
"Y al príncipe de este mundo se le ocultó la virginidad de María y su
parto y también la muerte del Señor". (Carta a los de Efeso)
Cristo: humano y divino
Como San Juan, San Ignacio nos muestra que Cristo es humano y
divino. "Hijo de María e hijo de Dios, primero pasible, después
impasible, Jesucristo Nuestro Señor" (Efes., c. xvii). Su doctrina es una defensa contra dos tendencias de la época:
por un lado algunos de los judaizantes negaban la
encarnación y creían en un Jesús solo humano. Por otro lado, los
docetistas
negaban
la humanidad de Cristo.
La Eucaristía
San Ignacio de Antioquía es el primero en usar la palabra "Eucaristía" para
referirse al Santísimo Sacramento (Esmir., c. viii).
San Ignacio utiliza la terminología joánica para enseñar sobre la
Eucaristía, a la que llama "la carne de Cristo", "Don de Dios", "la
medicina de inmortalidad". Llama a
Jesús
"pan de Dios" que ha de ser comido en el altar, dentro
de una única Iglesia.
No hallo placer en la
comida de corrupción ni en los deleites de la presente vida. El pan
de Dios quiero, que es la carne de Jesucristo, de la semilla de
David; su sangre quiero por bebida, que es amor incorruptible.
Reuníos en una sola fe y en Jesucristo.. Rompiendo
un solo pan, que es medicina de inmortalidad, remedio para no morir,
sino para vivir por siempre en Jesucristo.
San Ignacio denuncia a
los herejes "que no confiesan que la Eucaristía es la carne de
Jesucristo nuestro Salvador, carne que sufrió por nuestros pecados y
que en su amorosa bondad el Padre resucitó".
El día del Señor el
domingo
Los que vivían según el
orden de cosas antiguo han pasado a la nueva esperanza, no
observando ya el sábado, sino el día del Señor, en el que nuestra
vida es bendecida por El y por su muerte -S. Ignacio de Antioquía,
Magn. 9,1
La
Iglesia
-Es una institución divina cuyo fin es la
salvación de las almas; quienes se separan de ella se separan de Dios.
(San Ignacio de Antioquía, a los de Filadelfia., c. iii)
-Debe permanecer en unidad.
La unidad es expresión del amor. (Trall., c.
vi; Filad., c. iii; Magn., c. xiii)
-Es Santa.
(Esmirna, Efes., Magn., Trall., Rom.);
-Es Católica
Fue San Ignacio quien
por primera vez se refirió a la Iglesia como
"Iglesia
Católica" (Universal),
incluyendo en ella a todos los que son fieles a la verdad.
(Esmirna., c. viii)
"Por doquier aparezca el
obispo, ahí esté el pueblo; lo mismo que donde quiera que Jesucristo
está también está la Iglesia Católica"
-Es
Infalible
(Fila., c. iii; Efes., cc. xvi, xvii)
-Tiene
jerarquía
a la que debemos estar unidos en obediencia
San Ignacio, como San Juán, puso mucha atención en la relación
entre el Padre y el Hijo. El Hijo siempre sujeto por amor a la voluntad
del Padre, uno con Él por naturaleza. San Ignacio deduce que debemos
imitar a Cristo en su obediencia filial, obedeciendo a los obispos de
la Iglesia (lntrod. a Fila.; Efes., c. vi); .
Sus cartas enseñan que debe haber en la Iglesia disciplina,
unidad y sujeción a la jerarquía.
Por esto debéis
estar acordes con el sentir de vuestro obispo, como ya lo
hacéis. Y en cuanto a vuestro colegio presbiteral, digno de Dios
y del nombre que lleva, está armonizado con vuestro obispo como
las cuerdas de una lira. Este vuestro acuerdo y concordia en el
amor es como un himno a Jesucristo. Procurad todos vosotros
formar parte de este coro, de modo que, por vuestra unión y
concordia en el amor, seáis como una melodía que se eleva a una
sola voz por Jesucristo al Padre, para que os escuche y os
reconozca, por vuestras buenas obras, como miembros de su Hijo.
Os conviene, por tanto, manteneros en una unidad perfecta, para
que seáis siempre partícipes de Dios. (De la Carta a los
Efesios)
Sus palabras recuerdan a las de San Pablo, en Efesios, 4:
"Con empeño por guardar la unidad de espíritu en el vínculo de la paz:
un solo cuerpo y un solo Espíritu, a la manera que fuisteis llamados
en una sola esperanza de vuestra vocación. Un solo Señor, una sola fe,
un solo bautismo. Un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos
y obra por todos y mora en todos."
-Los tres
niveles
del
sacramento del orden>>>,
el episcopado siendo superior, el
presbiterio (sacerdotes) y por último el diaconado (Magn., c. vi).
La primacía del obispo
de Roma: El mismo San Ignacio que alrededor del año 107 AD llamó a
la Iglesia "Católica" y nos enseña que tiene obispos con autoridad,
nos enseña también que la Iglesia tiene quien la presida: "...la
que reside en el territorio de los romanos... la que preside en la
unión del amor..." (Rom., introd.)
Su firme enseñanza sobre
la obediencia a los obispos es aun mas admirable cuando el mismo,
siendo obispo, fue siempre muy humilde.
Matrimonio Sacramental
San Ignacio enseña sobre el matrimonio en la iglesia: "...los
varones y las mujeres que deseen casarse, deben realizar su enlace
conforme a las disposiciones del obispo..." (Filipenses 5,2).
La Virginidad, virtud
sobrenatural (Polyc., c. v)
San Ignacio es claro y
fuerte contra la herejía pero también recalca la necesidad de ser
indulgentes y tolerantes con los que están en error.
Rueguen incesantemente por
el resto de los hombres -porque hay en ellos esperanza de
arrepentimiento- para que lleguen a Dios. Por lo tanto instrúyanlos
con el ejemplo de sus obras. Cuando ellos estallen en ira, ustedes
sean mansos; cuando se vanaglorien al hablar, sean ustedes humildes;
cuando les injurien a ustedes, oren por ellos; si ellos están en el
error, ustedes sean constantes en la fe; a vista de sus furia, sean
ustedes apacibles. No ansíen el desquite. Que nuestra indulgencia les
muestre que somos sus hermanos. Procuremos ser imitadores del Señor,
esforzándonos para ver quién puede sufrir peores injusticias,
quién puede aguantar que lo defrauden, que lo rebajen a la nada; que
no se encuentre en ustedes cizaña del diablo. Sino con toda pureza y
sobriedad vivan en Cristo Jesús en carne y en espíritu. (carta a los
efesios)
Resumen de las cartas de
San Ignacio
Afortunadamente San Ignacio escribió varias cartas
camino de su martirio, de las que se conservan siete. Otras cartas
atribuidas a el se consideran apócrifas.
Carta a los efesios. Les exhorta a
permanecer en armonía con su obispo y con todo su clero, a que se
reúnan con frecuencia para rezar públicamente, a ser mansos y
humildes, a sufrir las injurias sin murmurar. Los alaba por su celo
contra la herejía y les recuerda que sus obras más ordinarias serían
espiritualizadas, en la medida que las hicieran por Jesucristo. Los
llama compañeros de viaje en su camino a Dios y le, dice que llevan a
Dios en su pecho.
Carta a los efesios>>
Cartas a las iglesias de Magnesia y Tralles
habla con términos análogos y los pone sobre aviso contra el
docetismo, doctrina que negaba la realidad del cuerpo de Cristo y su
vida humana. En la carta a Tralles les pide que se guarden de la
herejía, "lo que harán si permanecen unidos a Dios, y también a
Jesucristo y al obispo y a los mandatos de los apóstoles. El que está
dentro del altar está limpio, pero el que está fuera de él, o sea,
quien se separa del obispo, de los presbíteros y diáconos, no está
limpio".
En la
Carta a los Magnesios enseña que los verdaderos cristianos
obedecen al obispo.
Carta a los cristianos de Roma. Esta cuarta
carta es una súplica para que no le impidan ganar su corona del
martirio. No quería que los influyentes trataran de obtener una
mitigación de la condena, ya que el cristianismo
había conseguido adeptos en sitios elevados. Había hombres como Flavio
Clemente, primo del emperador y los Acilios Clabriones tenían
amigos poderosos
en el imperio. Luciano, satirista pagano
(c. 165 P.C.), quien seguramente conoció estas
cartas de Ignacio, da testimonio de lo anterior.
Temo que vuestro amor, me perjudique"
escribe el obispo, "a vosotros os es fácil hacer lo que os agrada;
pero a mí me será difícil llegar a Dios, si vosotros
no os cruzáis de brazos. Nunca tendré oportunidad como ésta para
llegar a mi Señor ... Por tanto, el mayor
favor que pueden hacerme es permitir que yo sea derramado como
libación a Dios mientras el altar está preparado; para que formando
un coro de amor, puedan dar gracias al Padre por Jesucristo, porque
Dios se ha dignado traerme a mí, obispo
sirio, del oriente al occidente para que pase de este mundo y
resucite de nuevo con El ... Sólo les suplico
que rueguen a Dios que me dé gracia interna y externa; no sólo para
decir esto, sino para desearlo, y para que no sólo me
llame cristiano, sino para que lo sea
efectivamente . . . Permitid que sirva de alimento a las bestias
feroces para que por ellas pueda alcanzar a Dios. Soy trigo de
Cristo y quiero ser molido por los dientes de
las fieras para convertirme en pan sabroso a mi Señor Jesucristo.
Animad a las bestias para que sean mi sepulcro, para que no dejen
nada de mi cuerpo, para que cuando esté
muerto, no sea gravoso a nadie ... No os lo ordeno, como Pedro y
Pablo: ellos eran apóstoles, yo soy un reo condenado; ellos eran
hombres libres, yo soy un esclavo. Pero si
sufro, me convertiré en liberto de Jesucristo y, en El resucitaré
libre. Me gozo de que me tengan ya preparadas
las bestias y deseo de todo corazón que me devoren luego; aún más,
las azuzaré para que me devoren inmediatamente y por completo y no
me sirvan a mí como a otros, a quienes no se
atrevieron a atacar. Si no quieren atacarme, yo las obligaré. Os
pido perdón. Sé lo que me conviene. Ahora
comienzo a ser discípulo. Que ninguna cosa visible o invisible
me impida llegar a
Jesucristo. Que venga
contra mí fuego, cruz, cuchilladas,
desgarrones, fracturas y mutilaciones; que mi cuerpo se deshaga en
pedazos y que todos los tormentos del demonio abrumen mi cuerpo, con
tal de que llegue a gozar de mi Jesús. El
príncipe de este mundo trata de arrebatarme y de pervertir
mis anhelos de Dios. Que ninguno de vosotros
le ayude. Poneos de mi lado y del lado de
Dios. No llevéis en vuestros labios el nombre
de Jesucristo y deseos mundanos en el
corazón. Aun cuando yo mismo, ya entre vosotros os implorara vuestra
ayuda, no me escuchéis, sino creed lo que os digo por carta. Os
escribo lleno de vida, pero con anhelos de
morir.
Carta
a los de Esmirna.
Encontramos otro aviso contra los docetistas,
que negaban que Cristo hubiera tomado una
naturaleza humana real y que la Eucaristía fuera realmente su cuerpo.
Les prohíbe todo trato con esos falsos maestros y sólo les permite
orar por ellos.
"Cristo nos ha llamado a su reino y gloria" -Carta a
los esmirniotas.
Carta a San Policarpo. Consiste principalmente en consejos,
siendo el escritor mucho mayor.
Lo exhorta a trabajar por Cristo, a
reprimir las falsas enseñanzas, a cuidar de la viudas,
a tener servicios religiosos con frecuencia
y le recuerda que la medida de los trabajos será la de
su premio. Como San Ignacio no tuvo tiempo de escribir a otras
Iglesias, pidió a San Policarpo que lo hiciera en su nombre.
Carta a
los fieles de Filadelfia. Escribe alabando a su obispo,
rogándoles que eviten la herejía. "Usad una sola Eucaristía; porque la
carne de Jesucristo Nuestro Señor es una y uno el cáliz para unirnos a
todos en su sangre. Hay un altar. así como un obispo, junto con el
cuerpo de presbíteros y diáconos, mis hermanos siervos, para que todo
lo que hiciereis vosotros lo hagáis de acuerdo
con Dios".
BIBLIOGRAFIA
The Apostolic
Fathers, Lightfoot
Vida de los Santos, Alban Butler, tomo I.