Santa
Cecilia
Virgen, mártir de la Iglesia
primitiva, patrona de los
músicos.
Fiesta:
Noviembre 22
Del
oficio de su fiesta:
Cantad a Dios con maestría y con júbilo
Breve: El culto de santa Cecilia, bajo cuyo nombre fue construida en
Roma una basílica en el siglo V, se difundió ampliamente a causa del
relato de su martirio, en el que es ensalzada como ejemplo
perfectísimo de la mujer cristiana, que abrazó la virginidad y
sufrió el martirio por amor a Cristo.
Durante más de mil años,
Santa Cecilia ha sido una de las mártires de la primitiva Iglesia más
veneradas por los cristianos. Su nombre figura en el canon de la misa.
Las "actas" de la santa afirman que pertenecía a una familia patricia
de Roma y que fue educada en el, cristianismo. Solía llevar un vestido
de tela muy áspera bajo la túnica propia de su dignidad, ayunaba
varios días por semana y había consagrado a Dios su
virginidad. Pero su padre, que veía las cosas de un modo diferente, la
casó con un joven patricio llamado Valeriano. El día de la celebración
del matrimonio, en tanto que los músicos tocaban y los invitados se
divertían, Cecilia se sentó en un rincón a cantar a Dios en su corazón
y a pedirle que la ayudase. Cuando los jóvenes esposos se retiraron a
sus habitaciones, Cecilia, armada de todo su valor, dijo dulcemente a
su esposo: "Tengo que comunicarte un secreto. Has de saber que un
ángel del Señor vela por mí. Si me tocas como si fuera yo tu esposa,
el ángel se enfurecerá y tú sufrirás las consecuencias; en cambio si
me respetas, el ángel te amará como me ama a mí." Valeriano replicó:
"Muéstramelo. Si es realmente un ángel de Dios, haré lo que me pides."
Cecilia le dijo: "Si crees en el Dios vivo y verdadero y recibes el
agua del bautismo verás al ángel." Valeriano accedió y fue a buscar al
obispo Urbano, quien se hallaba entre los pobres, cerca de la tercera
mojonera de la Vía Apia. Urbano le acogió con gran gozo. Entonces se
acercó un anciano que llevaba un documento en el que estaban escritas
las siguientes palabras: "Un solo Señor, un solo bautismo, un solo
Dios y Padre de todos, que está por encima de todo y en nuestros
corazones." Urbano preguntó a Valeriano: "¿Crees esto?" Valeriano
respondió que sí y Urbano le confirió el bautismo. Cuando Valeriano
regresó a donde estaba Cecilia, vio a un ángel de pie junto a ella. El
ángel colocó sobre la cabeza de ambos una guirnalda de rosas y lirios.
Poco después llegó Tiburcio, el hermano de Valeriano y los jóvenes
esposos le ofrecieron una corona inmortal si renunciaba a los falsos
dioses. Tiburcio se mostró incrédulo al principio y preguntó: " ¿Quién
ha vuelto de más allá de la tumba a hablarnos de esa otra vida?"
Cecilia le habló largamente de Jesús. Tiburcio recibió el bautismo, y
al punto vio muchas maravillas.
Desde entonces, los dos
hermanos se consagraron a la práctica de las buenas obras. Ambos
fueron arrestados por haber sepultado los cuerpos de los mártires.
Almaquio, el prefecto ante el cual comparecieron, empezó a
interrogarlos. Las respuestas de Tiburcio le parecieron, desvaríos de
loco. Entonces, volviéndose hacia Valeriano, le dijo que esperaba que
le respondería en forma más sensata. Valeriano replicó que tanto
él como su hermano estaban bajo cuidado del mismo médico,
Jesucristo, el Hijo de Dios, quien les dictaba sus respuesta. En
seguida comparó, con cierto detenimiento, los gozos del cielo con los
de la tierra; pero Almaquio le ordenó que cesase de disparatar y
dijese a la corte si estaba dispuesto a sacrificar a los dioses para
obtener la libertad. Tiburcio y Valeriano replicaron juntos: "No,
no sacrificaremos a los dioses sino al único Dios, al que diariamente
ofrecemos sacrificio." El prefecto les preguntó si su Dios se
llamaba Júpiter. Valeriano respondió: "Ciertamente no. Júpiter
era un libertino infame, un criminal y un asesino, según lo confiesan
vuestros propios escritores."
Valeriano se regocijó
al ver que el prefecto los mandaba azotar y hablaron en voz alta a los
cristianos presentes: "¡Cristianos romanos, no permitáis que
mis sufrimientos os aparten de la verdad! ¡Permaneced fieles al Dios
único, y pisotead los ídolos de madera y de piedra que Almaquio
adora!" A pesar de aquella perorata, el prefecto tenía aún la
intención de concederles un respiro para que reflexionasen; pero uno
de sus consejeros le dijo que emplearían el tiempo en distribuir sus
posesiones entre los pobres, con lo cual impedirían que el Estado las
confiscase. Así pues, fueron condenados a muerte. La ejecución se
llevó a cabo en un sitio llamado Pagus Triopius, a seis kilómetros
de Roma. Con ellos murió un cortesano llamado Máximo, el cual,
viendo la fortaleza de los mártires, se declaró cristiano.
Cecilia sepultó los
tres cadáveres. Después fue llamada para que abjurase de la fe. En
vez de abjurar, convirtió a los que la inducían a ofrecer
sacrificios. El Papa Urbano fue a visitarla en su casa y bautizó ahí
a 400 personas, entre las cuales se contaba a Gordiano, un patricio,
quien estableció en casa de Cecilia una iglesia que Urbano consagró
más tarde a la santa. Durante el juicio, el prefecto Almaquio
discutió detenidamente con Cecilia. La actitud de la santa le
enfureció, pues ésta se reía de él en su cara y le atrapó con sus
propios argumentos. Finalmente, Almaquio la condenó a morir sofocada
en el baño de su casa. Pero, por más que los guardias pusieron en el
horno una cantidad mayor de leña, Cecilia pasó en el baño un día y
una noche sin recibir daño alguno. Entonces, el prefecto envió a un
soldado a decapitarla. El verdugo descargó tres veces la espada sobre
su cuello y la dejó tirada en el suelo. Cecilia pasó tres días
entre la vida y la muerte. En ese tiempo los cristianos acudieron a
visitarla en gran número. La santa legó su casa a Urbano y le
confió el cuidado de sus servidores. Fue sepultada junto a la cripta
pontificia, en la catacumba de San Calixto.
Esta historia tan
conocida que los cristianos han repetido con cariño durante muchos
siglos, data aproximadamente de fines del siglo V, pero
desgraciadamente no podemos considerarla como verídica ni fundada en
documentos auténticos. Tenemos que reconocer que lo único que
sabemos con certeza sobre San Valeriano y San Tiburcio es que fueron
realmente martirizados, que fueron sepultados en el cementerio de
Pretextato y que su fiesta se celebraba el 14 de abril. La razón
original del culto de Santa Cecilia fue que estaba sepultada en un
sitio de honor por haber fundado una iglesia, el "titulus
Caeciliae". Por lo demás, no sabemos exactamente cuándo vivió,
ya que los especialistas sitúan su martirio entre el año 177 (de
Rossi) y la mitad del siglo IV (Kellner).
E1 Papa San Pascual I
(817-824) trasladó las presuntas reliquias de Santa Cecilia, junto
con las de los santos Tiburcio, Valeriano y Máximo, a la iglesia de
Santa Cecilia in Transtévere. (Las reliquias de la santa habían sido
descubiertas, gracias a un sueño, no en el cementerio de Calixto,
sino en el cementerio de Pretextato). En 1599, el cardenal Sfondrati
restauró la iglesia en honor a la Santa en Transtévere y volvió a enterrar
las reliquias de los cuatro mártires. Según se dice, el cuerpo de
Santa Cecilia estaba incorrupto y entero, por más que el Papa Pascual
había separado la cabeza del cuerpo, ya que, entre los años 847 y
855, la cabeza de Santa Cecilia formaba parte de las reliquias de los
Cuatro Santos Coronados. Se cuenta que, en 1599, se permitió ver el
cuerpo de Santa Cecilia al escultor Maderna, quien esculpió una
estatua de tamaño natural, muy real y conmovedora. "No estaba de
espaldas como un cadáver en la tumba," dijo más tarde el
artista, sino recostada del lado derecho, como si estuviese en la
cama, con las piernas un poco encogidas, en la actitud de una persona
que duerme." La estatua se halla actualmente en la iglesia de
Santa Cecilia, bajo el altar próximo al sitio en el que se había
sepultado nuevamente el cuerpo en un féretro de plata. Sobre el
pedestal de la estatua puso el escultor la siguiente inscripción:
"He aquí a Cecilia, virgen, a quien yo vi incorrupta en el
sepulcro. Esculpí para vosotros, en mármol, esta imagen de la santa
en la postura en que la vi." De Rossi determinó el sitio en que
la santa había estado originalmente sepultada en el cementerio de
Calixto, y se colocó en el nicho una réplica de la estatua de
Maderna.
Sin embargo, el P. Delehaye y otros
autores opinan que no existen pruebas suficientes de que, en 1599, se
haya encontrado entero el cuerpo de la santa, en la forma en que lo
esculpió Maderna. En efecto, Delehaye y Dom Quentin subrayan las
contradicciones que hay en los relatos del descubrimiento, que nos
dejaron Baronio y Bosio, contemporáneos de los hechos. Por otra
parte, en el período inmediatamente posterior a las persecuciones no
se hace mención de ninguna mártir romana llamada, Cecilia. Su nombre
no figura en los poemas de Dámaso y Prudencio, ni en los escritos de
Jerónimo y Ambrosio, ni en la "Depositio Martyrum" (siglo
IV). Finalmente, la iglesia que se llamó más tarde "titulus
Sanctae Caeciliae" se llamaba originalmente "títulus
Caecilia", es decir, fundada por una dama llamada Cecilia.
Santa Cecilia es muy conocida en la
actualidad por ser la patrona de los músicos. Sus "actas"
cuentan que, al día de su matrimonio, en tanto que los músicos
tocaban, Cecilia cantaba a Dios en su corazón. Al fin de la Edad
Media, empezó a representarse a la santa tocando el órgano y
cantando.
Tomado del libro: Vida de los Santos
de Butler, vol. IV.