Dignidad para recibir la Sagrada Comunión.
Principios Generales. Nota del Cardenal Ratzinger a la Conferencia
Episcopal de USA
Fuentes: ACI; AICA; Noticias Globales.
Ver también
Para comulgar se debe estar en estado de gracia
Nota que dirigió el Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe, al Cardenal Theodore McCarrick,
Arzobispo de Washington, con ocasión de la asamblea de la Conferencia
Episcopal de los Estados Unidos, celebrada en Denver, del 14 al 19 de
junio de este año. Al concluir esa reunión los obispos dieron a conocer
la Declaración Católicos en la Vida Pública.
Original en Inglés
“Dignidad para recibir la Sagrada Comunión". Principios Generales
1. El presentarse para recibir la Sagrada Comunión debería ser una
decisión consciente, basada en un juicio razonado respecto de la propia
dignidad para hacerlo, según los criterios objetivos de la Iglesia,
haciéndose preguntas como: “¿Estoy en plena comunión con la Iglesia
Católica? ¿Soy culpable de algún pecado grave? ¿He incurrido en una pena
(p.ej. la excomunión, el entredicho) que prohíbe que reciba la Sagrada
Comunión? ¿Me he preparado ayunando por lo menos una hora antes?” La
práctica de presentarse indiscriminadamente a recibir la Sagrada
Comunión, simplemente como consecuencia de estar presente en la Misa, es
un abuso que debe ser corregido (cf. Instrucción Redemptionis
Sacramentum, n. 81, 83).
2. La Iglesia enseña que el aborto o la eutanasia son pecado grave. La
Carta Encíclica Evangelium vitae, respecto de decisiones judiciales o
leyes civiles que autorizan o promueven el aborto o la eutanasia,
declara que existe “una grave y clara obligación de oponerse por la
objeción de conciencia. …En el caso de una ley intrínsecamente injusta,
como una ley que permite el aborto o la eutanasia, nunca es lícito por
tanto obedecerla, o ‘participar en una campaña de propaganda a favor de
tal ley o votar por ella’” (n. 73). Los cristianos tienen “una grave
obligación de conciencia de no cooperar formalmente en prácticas que,
aún permitidas por la legislación civil, son contrarias a la ley de
Dios. En efecto, desde el punto de vista moral, nunca es lícito cooperar
formalmente con el mal. …Tal cooperación nunca puede ser justificada
invocando el respeto a la libertad de otros o apelando al hecho de que
la ley civil lo permite o lo requiere” (n. 74).
3. No todos los asuntos morales tienen el mismo peso moral que el aborto
y la eutanasia. Por ejemplo, si un católico discrepara con el Santo
Padre sobre la aplicación de la pena de muerte o en la decisión de hacer
la guerra, éste no sería considerado por esta razón indigno de
presentarse a recibir la Sagrada Comunión. Aunque la Iglesia exhorta a
las autoridades civiles a buscar la paz, y no la guerra, y a ejercer
discreción y misericordia al castigar a criminales, aún sería lícito
tomar las armas para repeler a un agresor o recurrir a la pena capital.
Puede haber una legítima diversidad de opinión entre católicos respecto
de ir a la guerra y aplicar la pena de muerte, pero no, sin embargo,
respecto del aborto y la eutanasia.
4. Aparte del juicio de un individuo respecto de su propia dignidad para
presentarse a recibir la Santa Eucaristía, el ministro de la Sagrada
Comunión se puede encontrar en la situación en la que debe rechazar
distribuir la Sagrada Comunión a alguien, como en el caso de un
excomulgado declarado, un declarado en entredicho, o una persistencia
obstinada en pecado grave manifiesto (cf. Can. 915).
5. Respecto del grave pecado del aborto o la eutanasia, cuando la
cooperación formal de una persona es manifiesta (entendida, en el caso
de un político católico, como hacer campaña y votar sistemáticamente por
leyes permisivas de aborto y eutanasia), su párroco debería reunirse con
él, instruirlo respecto de las enseñanzas de la Iglesia, informándole
que no debe presentarse a la Sagrada Comunión hasta que termine con la
situación objetiva de pecado, y advirtiéndole que de otra manera se le
negará la Eucaristía.
6. Cuando “estas medidas preventivas no han tenido su efecto o cuando no
han sido posibles”, y la persona en cuestión, con obstinada
persistencia, aún se presenta a recibir la Sagrada Comunión, “el
ministro de la Sagrada Comunión debe negarse a distribuirla” (cf.
Declaración del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos “Sagrada
Comunión y Divorcio, Católicos vueltos a casar civilmente” [2002], n.
3-4). Esta decisión, propiamente hablando, no es una sanción o una pena.
Tampoco es que el ministro de la Sagrada Comunión esté realizando un
juicio sobre la culpa subjetiva de la persona, sino que está
reaccionando ante la indignidad pública de la persona para recibir la
Sagrada Comunión debido a una situación objetiva de pecado.
Nota: Un católico sería culpable de cooperación formal en el mal, y tan
indigno para presentarse a la Sagrada Comunión, si deliberadamente
votara a favor de un candidato precisamente por la postura permisiva del
candidato respecto del aborto y/o la eutanasia. Cuando un católico no
comparte la posición a favor del aborto o la eutanasia de un candidato,
pero vota a favor de ese candidato por otras razones, esto es
considerado una cooperación material remota que sólo puede ser admitida
ante la presencia de razones proporcionalmente graves”.
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