Testimonios de amor a la
Eucaristía
Ver también:
Eucaristía
Misa en cárcel comunista
Cardenal Van Thuan
¿Cómo celebraba la misa
el cardenal vietnamita que estuvo años en un campo de concentración?
Van Thuan, el arzobispo vietnamita que estuvo años en prisión, hoy
cardenal de la Iglesia Católica, da testimonio sobre cómo logró
celebrar la misa en un campo de concentración comunista.
"Cuando me arrestaron, tuve que marcharme enseguida, con las manos
vacías. Al día siguiente me permitieron escribir a los míos, para
pedir lo más necesario: ropa, pasta de dientes... Les puse: Por
favor, enviadme un poco de vino como medicina contra el dolor de
estómago. Los fieles comprendieron enseguida.
Me enviaron una botellita de vino de misa, con la etiqueta: medicina
contra el dolor de estómago, y hostias escondidas en una antorcha
contra la humedad.
La policía me preguntó:
–¿Le duele el estómago?
–Sí.
–Aquí tiene una medicina para usted.
Nunca podré expresar mi gran alegría: diariamente, con tres gotas de
vino y una gota de agua en la palma de la mano, celebré la misa.
¡Éste era mi altar y ésta era mi catedral! Era la verdadera medicina
del alma y del cuerpo: Medicina de inmortalidad, remedio para no
morir, sino para vivir siempre en Jesucristo, como dice Ignacio de
Antioquía.
A cada paso tenía ocasión de extender los brazos y clavarme en la
cruz con Jesús, de beber con Él el cáliz más amargo. Cada día, al
recitar las palabras de la consagración, confirmaba con todo el
corazón y con toda el alma un nuevo pacto, un pacto eterno entre
Jesús y yo, mediante su sangre mezclada con la mía. ¡Han sido las
misas más hermosas de mi vida!"
Mártir por amor a la Eucaristía
Obispo Fulton Sheen
Unos meses antes de su muerte el
Obispo Fulton J. Sheen fue entrevistado por la televisión nacional:
"Obispo Sheen, usted inspiró a millones de personas en todo el
mundo. ¿Quien lo inspiró a usted? ¿Fue acaso un Papa?".
El Obispo Sheen respondió que su
mayor inspiración no fue un Papa, ni un Cardenal, u otro Obispo, y ni
siquiera fue un sacerdote o monja. Fue una niña China de once años
de edad.
Explicó que cuando los comunistas
se apoderaron de China, encarcelaron a un sacerdote en su propia
rectoría cerca de la Iglesia. El sacerdote observó aterrado desde su
ventana como los Comunistas penetraron en la iglesia y se dirigieron
al santuario. Llenos de odio profanaron el tabernáculo, tomaron el
copón y lo tiraron al piso, esparciendo las Hostias Consagradas. Eran
tiempos de persecución y el sacerdote sabía exactamente cuantas
Hostias contenía el copón: Treinta y dos.
Cuando los comunistas se retiraron,
tal vez no se dieron cuenta, o no prestaron atención a una niñita
que rezaba en la parte de atrás de la iglesia, la cual vio todo lo
sucedido. Esa noche la pequeña regresó y, evadiendo la guardia
apostada en la rectoría, entró a la iglesia. Allí hizo una hora
santa de oración, un acto de amor para reparar el acto de odio. Después
de su hora santa, se adentró al santuario, se arrodilló, e inclinándose
hacia delante, con su lengua recibió a Jesús en la Sagrada Comunión.
(en aquel tiempo no se permitía a los laicos tocar la Eucaristía con
sus manos).
La pequeña continuó regresando
cada noche, haciendo su hora santa y recibiendo a Jesús Eucarístico
en su lengua. En la trigésima segunda noche, después de haber
consumido la última Hostia, accidentalmente hizo un ruido que despertó
al guardia. Este corrió detrás de ella, la agarró, y la golpeó
hasta matarla con la culata de su rifle.
Este acto de martirio heroico fue
presenciado por el sacerdote mientras, sumamente abatido, miraba desde
la ventana de su cuarto convertido en celda.
Cuando el Obispo Sheen escuchó
el relato, se inspiró a tal grado que prometió a Dios que haría una
hora santa de oración frente a Jesús Sacramentado todos los días,
por el resto de su vida. Si aquella pequeñita pudo dar
testimonio con su vida de la real y hermosa Presencia de su Salvador
en el Santísimo Sacramento, entonces el obispo se veía obligado a lo
mismo. Su único deseo desde entonces sería, atraer el mundo al Corazón
Ardiente de Jesús en el Santísimo Sacramento.
La pequeña le enseñó al Obispo el
verdadero valor y celo que se debe tener por la Eucaristía; como la
fe puede sobreponerse a todo miedo y como el verdadero amor a Jesús
en la Eucaristía debe trascender a la vida misma.
Lo que se esconde en la Hostia
Sagrada es la gloria de Su amor. Todo lo creado es un reflejo de la
realidad suprema que es Jesucristo. El sol en el cielo es tan solo un
símbolo del hijo de Dios en el Santísimo Sacramento. Por eso es que
muchas custodias imitan los rayos de sol. Como el sol es la fuente
natural de toda energía, el Santísimo Sacramento es la fuente
sobrenatural de toda gracia y amor.
JESUS es el Santísimo Sacramento,
la Luz del mundo.
Extracto de un artículo “Let the
Son Shine" por el Rev. Martin Lucía
versión
inglesa
For love of the Eucharist
A couple of
months before his death Bishop Fulton J. Sheen was interviewed on
national television. One of the questions was this: "Bishop Sheen,
you have inspired millions of people all over the world. Who inspired
you? Was it a Pope?"
Bishop Sheen
responded that it was not a Pope, a Cardinal, another Bishop, or even
a priest or a nun. It was a little Chinese girl of eleven years of age.
He explained that when the Communists took over China, they
imprisoned a priest in his own rectory near the Church. After
they locked him up in his own house, the priest was horrified to look
out of his window and see the Communists proceed into the Church,
where they went into the sanctuary and broke into the tabernacle. In
an act of hateful desecration, they took the ciborium and threw it on
the floor with all of the Sacred Hosts spilling out. The priest knew
exactly how many Hosts were in the ciborium: thirty-two.
When the
Communists left, they either did not notice, or didn't pay any
attention to a small girl praying in the back of the Church who
saw everything that had happened. That night the little girl
came back. Slipping past the guard at the priest's house, she
went inside the Church. There she made a holy hour of prayer, an act
of love to make up for the act of hatred.
After her holy
hour she went into the sanctuary, knelt down, bent over and with her
tongue received Jesus in Holy Communion, since it was not permissible
at that time for laymen to touch the Sacred Host with their
hands.
The little girl
continued to come back each night to make her holy hour and receive
Jesus in Holy Communion on her tongue. On the thirty-second night,
after she had consumed the last and thirty-second host, she
accidentally made a noise and woke the guard who was sleeping. He ran
after her, caught her, and beat her to death with the butt of his
rifle.
This act of
heroic martyrdom was witnessed by the priest as he watched grief-stricken
from his bedroom window.
When Bishop
Sheen heard the story he was so inspired that he promised God he would
make a holy hour of prayer before Jesus in the Blessed Sacrament
everyday of his life. If this frail, little child could give testimony
and witness to the world concerning the real and wonderful Presence of
her Savior in the Blessed Sacrament, then the Bishop was absolutely
bound by all that was right and true, to do the same. His sole desire
from then on was to bring the world to the Burning Heart of Jesus in
the Blessed Sacrament.
The little girl
showed the Bishop what true courage and zeal really is; how faith
could overcome all fear, how true love for Jesus in the Eucharist must
transcend life itself.
What is hidden
in the Sacred Host is the glory of His love. The sun in the sky is
symbolic of the Son of God in the Blessed Sacrament. This is why most
monstrances are in the form of a sunburst. As the sun is the natural
source of all energy, the Blessed Sacrament is the supernatural source
of all grace and love.
The Blessed
Sacrament is JESUS, the Light of the world.
Excerpt from an
article "Let the SON shine out" by Rev. Martin Lucia