María
Corredentora:
Respuesta a 7 Objeciones Comunes
Dr.
Mark
Miravalle
El 23 de Diciembre del 2000, La revista New
York Times publicó como artículo principal en su sección
“Artes e Ideas” sobre el movimiento Vox
Populi Mariae Mediatrici, que busca la definición papal de la
Santísima Virgen María como Corredentora, Mediadora de todas las
gracias y Abogada. Este artículo fue reimpreso de inmediato en un
gran número de los principales periódicos de USA, renovando de esta
manera un debate acalorado y bizarro en todo el país sobre el
concepto de la Santísima Virgen como “Corredentora”, tanto
adentro como afuera de los círculos pensantes de la Iglesia.
Aunque diversas en sus
formulaciones, la mayoría de las objeciones a las enseñanzas de la
Iglesia Católica sobre la Santísima Virgen como “Corredentora”
caen sobre las mismas categorías básicas. Lo que aquí se presenta,
es un resumen de las objeciones comunes tomadas principalmente de las
publicaciones recientes, tanto Cristianas como seculares. Una
respuesta resumida se presenta a cada objeción.
1ª. Objeción: El nombrar a María “Corredentora”, la pone en un mismo nivel con
Jesucristo, el Hijo Divino de Dios, haciéndola algo como una cuarta
persona de la Trinidad, una diosa o casi divina diosa, lo cual es una
blasfemia para cualquier Cristiano verdadero.
El uso en la Iglesia Católica del título “Corredentora”,
como está aplicado a la Madre de Jesús, de ninguna manera pone a María
en un nivel de igualdad con Jesucristo el Divino Redentor. Hay una
diferencia infinita entre la persona divina de Jesucristo y la persona
humana de María. Más bien, la enseñanza papal ha usado el título
“Corredentora”, para referirse a la participación excepcional de
la Madre de Jesús con y supeditada a su divino hijo en la obra de la
redención humana.
El término
“corredentora” es adecuadamente traducido como “la mujer con el
redentor”, o más literalmente como “la que re-adquirió con (el
redentor)”. El prefijo “co” viene del término del Latín “cum”,
que significa “con” y no “igual a”. Corredentora por tanto,
como se aplica a María, se refiere a su cooperación excepcional con
y supeditada a su divino hijo Jesucristo, en la redención de la
familia humana, como está manifestado en la Escritura Cristiana.
Con el libre y activo
“fiat” de María a la invitación del Ángel Gabriel para
convertirse en la madre de Jesús, “Hágase en mí según tu
palabra” (Lc 1:38), cooperó excepcionalmente con la obra de la
redención al darle al Redentor su cuerpo, el que fuera el instrumento
mismo de la redención humana. “Hemos sido santificados merced a la
oblación de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo” (Hb
10:10), y el cuerpo de Jesucristo le es dado a través de la libre,
activa y única cooperación de la Virgen María. En virtud de haber
dado carne a la “Palabra hecha carne” (Jn 1:14), la que en turno
redimió a la humanidad, la Virgen de Nazaret merece excepcionalmente
el título de Corredentora. En las palabras de la extinta Madre Teresa
de Calcuta: “Desde luego, María es Corredentora –le dio a Jesús
su cuerpo, y su cuerpo es el que nos salvó”.1
La profecía de Simeón en
el templo, en el Nuevo Testamento, también revela la sufriente y
corredentiva misión de María en unión directa con su hijo Redentor
en su unificada obra de la redención:
“Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: ¨Este está puesto
para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de
contradicción, -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!-
...” (Lc 2:34-35).
Pero la culminación del rol de María como Corredentora
supeditada a su divino hijo se da al pie de la Cruz, donde el
sufrimiento total del corazón de la madre es obedientemente unido a
los sufrimientos del corazón del Hijo, en el cumplimiento del plan de
redención del Padre (Cf. Ga 4:4). Como un fruto de este sufrimiento
redentor, María es dada por el Salvador crucificado como la madre
espiritual de todos los pueblos “¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!´.
Luego dice al discípulo, ´Ahí tienes a tu madre!” (Jn 19:27).
Como lo describió el Papa Juan Pablo II, María fue “Crucificada
espiritualmente con su Hijo crucificado”2. Aun después
de haber logrado la adquisición de las gracias de la redención en el
Calvario, el rol corredentivo de María continúa en la distribución
de esas gracias salvadoras a los corazones de la humanidad.
Los escritores Cristianos y
Padres de la Iglesia primitiva explicaron la corredención Mariana con
gran profundidad y simplicidad, en el primer modelo teológico de María
como la “Nueva Eva”. Esencialmente enunciaron que como Eva, la
primera “madre de los vivientes” (Gn3:20) fue instrumental
directamente con Adán el padre de la raza humana, en la pérdida de
la gracia para toda la humanidad, así también María, la “Nueva
Eva”, fue directamente instrumental con Jesucristo, a quien San
Pablo llama el “Nuevo Adán” (Cf. 1 Co 15:45-48), en la restauración
de la gracia para toda la humanidad. En palabras del Padre de la
Iglesia del Siglo II, San Ireneo: “Así como Eva, esposa de Adán, aún
una virgen, se convirtió por su desobediencia en la causa de muerte
para sí misma y para toda la raza humana, así también María,
esposa pero también virgen, se convirtió por su obediencia en la causa
de salvación para ella y para toda la raza humana”3.
A
la luz de su excepcional y directa cooperación con el Redentor en la
restauración de la gracia para la familia humana (Cf. Gn 3:15), María
fue universalmente conocida en la Iglesia primitiva como la “Nueva
Madre de los Vivientes”, y su corredención instrumental con Cristo
fue también sintetizada en la expresión sucinta del Padre de la
Iglesia del Siglo IV, San Jerónimo: “Muerte a través de Eva, vida
a través de María”4.
A
lo largo de toda de la Tradición Cristiana existen referencias explícitas
sobre la corredención Mariana, como una participación excepcional de
María con y supeditada a Jesucristo, en “re-adquirir” o redimir a
la humanidad de la esclavitud de Satanás y del pecado. Por ejemplo,
Modesto de Jerusalén, escritor de la Iglesia del siglo VII, declaró
que a través de María somos “redimidos de la tiranía del
demonio”5. San Juan Damaceno (Siglo VIII) la saluda
diciendo: “Os saludo, a través de quien hemos sido redimidos de la
maldición”6. San Bernardo de Clairvaux (Siglo XII) predica que,
“a través de Ella, “el hombre
fue redimido”7. El gran doctor Franciscano, San Buenaventura (Siglo
XIII), sintetizó magistralmente la Tradición Cristiana en esta enseñanza:
“Aquella mujer (entiéndase Eva), nos sacó del paraíso y nos vendió;
pero ésta (María) nos trajo de nuevo y nos compró”8.
Aunque
nunca hubo ninguna objeción en la mente de los padres y doctores de
la Iglesia, de la total y radical dependencia de la participación de
la Santísima Virgen en la obra divina y en los méritos de
Jesucristo, sin embargo, la Tradición Cristiana primitiva no tuvo
ningún reparo en enseñar y predicar la íntima participación sin
paralelo de la mujer, María, en la re-adquisición o la redención de
la raza humana de la esclavitud de Satanás. Así como la humanidad
fue vendida por un hombre y una mujer, así también fue la voluntad
de Dios que la humanidad fuese redimida por un Hombre y una mujer.
En
sobre este rico fundamento Cristiano que los papas y santos del Siglo
XX, han usado el título de Corredentora para referirse al rol
excepcional de María en la redención humana, como ha sido
ejemplificado en el uso contemporáneo de Corredentora para María por
el Papa Juan Pablo II en cinco ocasiones durante su pontificado9.
“Corredentora”,
como ha sido usado por los papas, no significa que María es una diosa
igual a Jesucristo, al igual que la identificación que hace San Pablo
de todos los Cristianos como “Colaboradores de Dios” (1 Co 3:9),
no significa que todos los Cristianos son dioses igual al único Dios.
Todos
los Cristianos son correctamente llamados a ser colaboradores o
“corredentores” con Jesucristo (Cf.
Col 1:24) en la recepción y cooperación con la gracia
necesaria para la propia redención y la redención de otros –la
redención personal subjetiva se hizo posible por la redención histórica
objetiva o “readquisición” alcanzada por Jesucristo, el “Nuevo
Adán”, el Redentor, y por
María, la “Nueva Eva”, la Corredentora.
________________________________
1
Madre Teresa de Calcuta, Entrevista Personal, Calcuta, 14 de Agosto de
1993
2
Juan Pablo II, Mensaje Papal, 31 de Enero 1985, Guayaquil, Ecuador (O.R.
13 de Marzo 1985).
3
San Irineo de Lyons, Adversus
haeresus, III, 22, énfasis del autor.
4
San Jerónimo, Epist. 22,
21.
5
Modesto de Jerusalén, Migne PG 86; 3287.
6
San Juan Damaceno, PG 86; 658.
7
San Bernardo de Cairvaux, Ser. III, Super
Salve.
8
San Buenaventura, de don. Sp. 6;14., énfasis del autor.
9
Cf. Calkins: “Enseñanzas del Papa Juan Pablo II sobre la
Corredención Mariana”, como se encuentra en Miravalle, ed., María
Corredentora Mediadora y Abogada: Bases Teológicas II, p.113
2ª. Objeción: El
llamar a la Santísima Virgen María “Corredentora”, está contra
el propio ecumenismo Cristiano, puesto que lleva a la división entre
Católicos y otros Cristianos.
La objeción más comúnmente planteada y argumentada al uso de
Corredentora (esto aún sin ninguna definición potencial de la
doctrina), es su oposición percibida al ecumenismo Cristiano. Por lo
tanto, debemos empezar con una definición precisa del auténtico
ecumenismo Cristiano y su actividad apropiada correspondiente, como
está entendido por la Iglesia Católica.
En
su documento papal sobre ecumenismo, Ut
Unum Sint, (“que todos sean uno” Jn 17:21), el Papa Juan Pablo
II define el auténtico ecumenismo Cristiano en términos de oración
“como el alma” y el diálogo
“como el cuerpo” trabajando hacia la meta final de una verdadera y
duradera unidad Cristiana10. Al mismo tiempo, el imperativo
Católico de trabajar
y esforzarse por la unidad Cristiana, no permite de ninguna manera la reducción o dilución de la enseñanza
doctrinal Católica, ya que esto sería tanto la carencia de
integridad Católica como concurrentemente desviarse en un diálogo
con otros Cristianos no Católicos, sobre qué es lo que realmente
cree la Iglesia Católica.
Tal
como enseña claramente el Concilio Vaticano Segundo en términos del
diálogo ecuménico: “Es de todo necesario que se exponga claramente
toda la doctrina. Nada es tan ajeno al ecumenismo como ese falso
irenismo, que daña la pureza de la doctrina Católica y oscurece su
sentido genuino y definido”11.
Juan
Pablo II explica además: “En relación al estudio de las
divergencias, el Concilio pide que se presente toda la doctrina con
claridad. Al mismo tiempo, exige que el modo y el método de anunciar
la fe católica no sea un obstáculo para el diálogo con nuestros
hermanos y hermanas...La plena comunión deberá realizarse en la
aceptación de toda la verdad, en la que el Espíritu Santo introduce
a los discípulos de Cristo. Por tanto, debe evitarse absolutamente
toda forma de reduccionismo o de fácil estar de acuerdo”12
Un
exacto entendimiento, entonces, del ecumenismo desde la perspectiva
Católica, es el mandato crítico de la Iglesia de orar, dialogar y
trabajar en caridad y en verdad en la búsqueda de la verdadera unidad
Cristiana entre todos los hermanos y hermanas en Cristo, pero sin
ninguna componenda en presentar la totalidad de las enseñanzas
doctrinales de la Iglesia. El Papa actual, tan personalmente dedicado
a la auténtica unidad Cristiana, nuevamente afirma:
“La
unidad querida por Dios sólo se puede realizar en la adhesión común
al contenido íntegro de la fe revelada. En materia de fe, una solución
de compromiso está en contradicción con Dios que es la Verdad. En el
Cuerpo de Cristo que es ´camino, verdad y vida´ (Jn 14:6), ¿quién
consideraría legítima una reconciliación lograda
a costa de la verdad?”13.
Ahora apliquemos este entendimiento de ecumenismo al asunto de
María Corredentora. El título Corredentora para María ha sido usado
en repetidas enseñanzas papales, y la doctrina de la corredención
Mariana, como la excepcional participación Mariana con y supeditada
bajo Jesucristo en la redención de la humanidad, constituye la
repetida enseñanza del Concilio Vaticano Segundo:
...(Ella)
se consagró totalmente a sí misma, cual esclava del Señor, a la
persona y a la obra de su Hijo, sirviendo al misterio de la Redención
con El y bajo El, por la gracia de Dios omnipotente. Con razón pues,
los Santos Padres estiman a María no como un instrumento pasivo, sino
como una cooperadora a la salvación humana por la libre fe y la
obediencia14.
Y
más aún:
Así
también la Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la
fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz, en donde,
no sin designio divino, se mantuvo de pie, se condolió vehementemente
con su Unigénito y se asoció con corazón maternal a su sacrificio,
consintiendo con amor en la inmolación de la víctima engendrada por
Ella misma15.
Y más delante:
(Ella)...concibiendo
a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo en el templo
al Padre, y padeciendo con su Hijo mientras El moría en la cruz,
cooperó en forma de todo singular, por la obediencia, la fe, la
esperanza y la encendida caridad, en la restauración de la vida
sobrenatural de las almas. Por tal motivo, es nuestra madre en el
orden de la gracia16.
De esta manera, no hay duda que la Corredención Mariana
constituye la enseñanza doctrinal de la Iglesia Católica, y como
tal, debe ser presentada en cualquier enunciamiento verdadero de la
enseñanza Católica, la cual incluye
críticamente el dominio del verdadero diálogo ecuménico.
Por
tanto el expresar que el título y la doctrina de María Corredentora
es en alguna manera contrario a la misión ecuménica de la Iglesia,
es fundamentalmente malentender la misión ecuménica de la Iglesia
misma. Una doctrina Católica completa, incluyendo la doctrina de la
corredención Mariana, debe ser incluida para cualquier diálogo que
busque la unidad Cristiana. Más aún, la intencionada ausencia de María
Corredentora en el diálogo total ecuménico y en la totalidad de la
misión ecuménica de la Iglesia, carecería de integridad y justicia
para el ecumenismo Católico hacia los Cristianos no Católicos
quienes han traído por
su parte, presumiblemente, la totalidad de las enseñanzas del cuerpo
eclesial de sus doctrinas a la mesa del diálogo. Regresando a la
exhortación Cristiana de Juan Pablo II: “En el Cuerpo de Cristo que
es ´camino, verdad y vida´ (Jn 14:6), ¿quién consideraría legítima
una reconciliación lograda a costa de la verdad?”17.
De
esta manera, el llamar a la Santísima Virgen María como
“Corredentora” a la luz de la Escritura Cristiana y la Tradición
Cristiana, no es de ninguna manera contraria al ecumenismo, sino más
bien constituye un elemento esencial de la integridad Cristiana
demandada por el ecumenismo, puesto que la Corredención Mariana
constituye una enseñanza doctrinal de la Iglesia Católica.
De
hecho, si la doctrina de la Corredentora constituye actualmente una
fuente de confusión para algunos Cristianos, connotando para algunos
una imagen de diosa u otros conceptos de exceso Mariano, entonces
aparece más aún apropiado que un claro enunciamiento de esta
doctrina sea dado a los hermanos y hermanas Cristianos en el diálogo
ecuménico.
También
hay el beneficio potencial de una definición papal formal, proveyendo
la mayor claridad posible de la más alta autoridad Católica posible.
En palabras del extinto Cardenal Juan O´Connors de New York:
“Claramente, una definición papal formal sería enunciada en una
terminología tan precisa, que otros Cristianos perderían su ansiedad
de que nosotros no distinguimos adecuadamente entre la asociación
excepcional de María con Cristo y el poder redentor ejercido por
Cristo solo18”.
Otra
perspectiva legítima ecuménica sobre la corredención Mariana y su
subsecuente maternidad espiritual, es la que, como madre de todos los
pueblos, María puede ser el medio principal de unidad Cristiana entre
los hermanos y hermanas Cristianos divididos, en lugar de ser un obstáculo.
El pastor Luterano, Rev. Dr. Charles Dickson, hace un llamado a los
Cristianos Protestantes a re-examinar la defensa y devoción positiva
Mariana documentada de muchos de sus fundadores como ha sido
manifestada, por ejemplo, en palabras de Martín Lutero en sus Comentarios
sobre el Magnificat: “Que la tierna Madre de Dios misma me
procure el espíritu de sabiduría para que beneficiosa y
profundamente exponga esta su canción...Que Cristo nos dé el
correcto entendimiento...por medio de la intercesión y a favor de Su
amada Madre María...”19. Lutero continúa llamando a María
el “taller de Dios”, la “Reina del cielo”, y declara: “La
Virgen María quiere decir, simplemente, que su alegría será cantada
de una generación a otra de tal manera que nunca habrá un tiempo en
el que Ella no sea glorificada”20.
Sobre
el rol de la maternidad espiritual de María como un instrumento de la
unidad Cristiana, el Dr. Dickson comenta más adelante:
En
nuestro tiempo, aún estamos todavía presenciando las divisiones trágicas
entre los Cristianos del mundo. Aún así, parados al borde de una
nueva era ecuménica, María como el modelo de catolicidad o
universalidad, resulta aún más importante. En el curso de muchos
siglos desde los inicios de la Iglesia, desde el tiempo de María y
los Apóstoles, la maternidad de la Iglesia fue una. Esta maternidad
fundamental no puede ser desvanecida, aunque ocurran las divisiones.
María, a través de su maternidad, mantiene la universalidad del rebaño
de Cristo. Y mientras la comunidad Cristiana entera vuelve hacia Ella,
se incrementa la posibilidad de un renacimiento y de una reconciliación.
Por tanto María, la madre de la Iglesia, es también una fuente de
reconciliación entre sus hijos dispersos y divididos21.
10
Cf. Juan Pablo II, Ut
Unum Sint, 21, 28.
11
Concilio Vaticano Segundo, Unitatis
Redintegratio, n.11.
12
Juan Pablo II, Ut Unum Sint,
n.36.
13
Juan Pablo II, ibid, n. 18.
14
Concilio Vaticano Segundo, Lumen
Gentium, n. 56.
15
Lumen Gentium, n. 58.
16
Lumen Gentium, n. 61.
17
Juan Pablo II, Ut Unum Sint,
18.
3ª. Objeción: El
llamar a la Madre de Jesús, “Corredentora” o su subsecuente rol
como “Mediadora”, implica un role de mediación por alguien más
que Jesucristo, pero
las escrituras llanamente declaran en 1 Timoteo 2:5 “Porque hay un
solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres,
Cristo Jesús, hombre también”, y por tanto ninguna criatura puede
ser correctamente un mediador.
La definición de “mediador” (en Griego, mesitis
–“va en medio”), es una persona que interviene entre otras dos
personas o partes con la meta de unir o reconciliar las partes.
Aplicando este término a Jesucristo, San Pablo en verdad declara que
hay un solo mediador entre las partes de Dios y la humanidad, nombrado
el “hombre Cristo Jesús”. Por tanto, nadie llega a Dios Padre
excepto a través de la única, perfecta mediación de Jesucristo.
Pero
la pregunta permanece aún, ¿La única perfecta mediación de
Jesucristo previene o más bien provee para que otros participen
subsidiariamente de la única mediación de Jesucristo? En otras
palabras, ¿La única mediación exclusiva de Cristo previene a
cualquier criatura de participar de esa esencial única mediación? o
más bien, ¿su divina y humana perfección permite a otros el
participar en su única mediación de una manera subsidiaria y
secundaria?
Las
Escritura Cristiana ofrece ejemplos similares a esta cuestión de la
mediación donde los Cristianos están
obligados a participar en algo que también es “único”, exclusivo
y dependiente enteramente de la persona de Jesucristo.
La
Filiación única de Jesucristo. Hay un solo verdadero hijo de
Dios, Jesucristo, quien procede de Dios Padre (1 Jn 1-4). Pero todos
los Cristianos son llamados a participar en la filiación única y
verdadera de Jesucristo por medio de convertirse en “hijos
adoptivos” en Cristo (cf 2 Co 5:17; 1 Jn 3:1; Ga 2:20), como una
verdadera participación en la filiación de Cristo a través del
bautismo el que permite a los hijos e hijas adoptivas también
compartir en la herencia del Hijo único, la vida eterna.
Viviendo
en el Cristo Unico. Todos los Cristianos son llamados a participar
en la “vida única” de Jesucristo. Por la gracia se participa en
la vida y en el amor de Jesucristo, y a través de El, en la vida y el
amor de la Trinidad. Como San Pablo enseña: “y no vivo yo, sino
Cristo quien vive en mí” (Ga 2:20), y Pedro (2 P 1:14) invita a los
Cristianos a convertirse en “copartícipes de la naturaleza
divina”, vivir en el Cristo único y por tanto vivir en la vida de
la Trinidad.
El
Sacerdocio único de Jesucristo. Todos los Cristianos también han
sido llamados a participar en diferentes grados del sacerdocio único
de Jesucristo. El libro de los Hebreos identifica a Jesucristo como el
único “sumo sacerdote” (cf Hb 3:1; 4:14; 5:10) que ofrece en gran
sacrificio espiritual de si mismo en el Calvario. Y aún más, las
Escrituras invitan a todos los Cristianos, aunque en diferentes
niveles de participación –ministerial (cf Hch 14:22) o real (1 P
2:9)- a participar en el sacerdocio único de Jesucristo en el
ofrecimiento del “sacrificio espiritual”. Todos los Cristianos son
instruidos a “ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios”
(1 P 2:5, 2:9).
En
todos estos casos, el Nuevo Testamento llama a los Cristianos a
compartir en aquello que es uno y único de Jesucristo, el Alfa y
Omega, en niveles verdaderos pero subordinados de participación.
Entonces, en referencia a Cristo el único Mediador (1 Tm 2:5), vemos
el mismo imperativo Cristiano para que otros compartan o participen en la única mediación de Jesucristo, pero
en una mediación secundaria enteramente dependiente sobre la única
perfecta mediación de Jesucristo.
Entonces este asunto cristológico crucial debe ser preguntado
de esta manera: ¿El tal compartir subordinado en la mediación única
de Cristo obscurece la única mediación de Cristo, o más bien
manifiesta la gloria de su única mediación?. Esto es fácilmente
respondido al imaginar un mundo contemporáneo sin “hijos e hijas
adoptivas de Cristo”, sin Cristianos compartiendo hoy en día en la
vida única de Jesucristo por medio de la gracia, o sin ningún
Cristiano ofreciendo sacrificios espirituales en el sacerdocio
Cristiano. Tal ausencia de participación humana resultaría únicamente
en el obscurecimiento de la única Filiación, del único Sumo
Sacerdocio y de la Vida misma de la gracia en Jesucristo.
El mismo principio es válido referente a la participación en
la mediación única de Jesucristo, de una manera dependiente y
supeditada: A
mayor participación humana en la mediación única de Cristo, mayor
la perfección, poder y gloria de la única y necesaria mediación de
Jesucristo que se manifiesta al mundo.
Más
aún, la Escritura Cristiana ofrece muchos ejemplos de mediadores
humanos instituidos por Dios, que cooperaron por iniciativa divina, en
la unión de la humanidad con Dios. Los grandes profetas del Antiguo
Testamento fueron mediadores ordenados por Dios, entre Yahvé y el
pueblo de Israel, frecuentemente buscando el regresar al pueblo de
Israel a la fidelidad hacia Yahvé (cf Is 1; Jr 1; Ez 2). Los
Patriarcas del Antiguo Testamento Abraham, Isaac, Jacob y Moisés,
entre otros, fueron por iniciativa de Dios los mediadores humanos para
salvar la alianza entre Yahvé y el pueblo de Israel (cf Gn12:2;
15:18; Ex 17:11). San Pablo identifica la mediación de Moisés de la
ley para los Israelitas: “¿Para qué la ley? Fue promulgada por
Dios a través de un
mediador” (Ga 3:19-20). Y los ángeles, con cientos de actos
mediatorios a lo largo del Antiguo y Nuevo Testamento, son mensajeros
de Dios quienes median por la reconciliación entre Dios y la familia
humana, antes y después de la venida de Cristo, el único Mediador (cf
Gn 3:24; Lc 1:26; Lc 1:19).
Ahora,
referente a María, la Escritura Cristiana también revela claramente
la participación secundaria y subordinada de la Madre de Jesús en la
única mediación de Jesucristo. El “sí” libre y activo de María
a la invitación del ángel en la Anunciación, media al mundo a
Jesucristo, el Redentor del mundo y el Autor de todas las gracias (cf
Lc 1:38). Por esta participación excepcional en entregar al Redentor
su cuerpo y al mediar la Fuente de todas las gracias al mundo, María
puede correctamente ser llamada tanto “Corredentora” como
“Mediadora” de todas las gracias, como la que comparte de manera
excepcional en la única mediación de Cristo.
Esta
participación excepcional Mariana en la mediación de Cristo, específica
de la Redención de Jesucristo, es culminada en el Calvario. En la
cruz, su sufrimiento espiritual unido al sacrificio redentor de su
Hijo, como la Nueva Eva con el Nuevo Adán, conduce a los frutos
universales espirituales de la adquisición de las gracias de la
redención, las que en turno, llevan al don de la maternidad
espiritual del corazón de Cristo Crucificado para cada corazón
humano: “Ahí tienes a tu madre” (Jn 19:27). El don del Redentor
de su propia madre como madre espiritual para toda la humanidad,
conduce a la alimentación espiritual por parte de la Madre a todos
sus hijos en el orden de la gracia. Esto constituye la distribución
de las gracias del Calvario por María a sus hijos espirituales como
Mediadora de todas las gracias, misma que perpetuamente continúa su
compartir excepcional en la única mediación salvífica de
Jesucristo.
Juan Pablo II explica el entendimiento Católico de esta
participación excepcional Mariana en la mediación única de
Jesucristo:
María
entraba de manera muy personal en la única mediación entre Dios y
los hombres ´que es la mediación del hombre Cristo Jesús...´(debemos)
decir que por esta
plenitud de gracia y de vida sobrenatural, estaba particularmente
predispuesta a la cooperación con Cristo, único mediador de la
salvación humana. Y tal cooperación es precisamente esta mediación
subordinada a la mediación de Cristo. En el caso de María, se trata
de una mediación especial y excepcional22.
Y
en su comentario sobre l Timoteo 2:5 y la mediación maternal de María,
Juan Pablo II declara aún más:
Recordamos
que la mediación de María está esencialmente definida por su
maternidad divina. El reconocimiento de su rol como mediadora es aún
más implícito en la expresión “nuestra Madre”, que presenta la
doctrina de la mediación Mariana poniendo el acento en su
maternidad... Al proclamar a Cristo el único mediador (cf 1 Tm
2:5-6), el texto de la Carta de San Pablo a Timoteo excluye cualquier
otra forma de mediación paralela, pero no la mediación subordinada.
De hecho, antes de enfatizar la única exclusiva mediación de Cristo,
el autor urge “que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y
acciones de gracias por todos los hombres” (2:1). ¿No son acaso las
oraciones una forma de mediación? En verdad, de acuerdo a San Pablo,
la mediación única de Cristo está destinada a estimular otras
formas de mediación dependientes ministeriales... De verdad, ¿No es
acaso la mediación maternal de María sino un don del Padre para la
humanidad?23.
Por tanto, podemos ver que la participación de María en la única
mediación de Cristo es excepcional y sin paralelo por ningún otro
humano o participación angélica, y aún así, totalmente subordinada
y dependiente sobre la única mediación de Jesucristo. Como tal, la
mediación maternal de María manifiesta la verdadera gloria y poder
de la mediación de Cristo como con ningún otro. Los títulos
Marianos de Corredentora y Mediadora de todas las gracias (y también
el de Abogada), de ninguna manera violan la prohibición de 1 Tm 2:5
contra toda forma de mediación paralela, autónoma o rival, sino que
demuestran la excepcional y única participación maternal en aquella
una, perfecta y salvífica mediación de Jesucristo.
En las palabras del erudito Anglicano de Oxford, Dr. John
Macquarrie:
El
asunto (de la mediación Mariana) no puede ser resuelto apuntando al
peligro de la exageración y abuso, o por estar señalando textos
aislados de la escritura, como el verso anteriormente citado de 1
Timoteo 2... o por el deseo de no decir nada que pudiera ofender a los
compañeros del diálogo ecuménico. Entusiastas no pensantes quizá
hayan elevado a María a una posición de virtual igualdad con Cristo,
pero esta aberración no es una consecuencia necesaria
del reconocimiento que quizá exista una verdadera lucha por la
expresión en las palabras como Mediadora
y Corredentora.
Todos
los teólogos responsables estarán de acuerdo que el rol corredentor
de María es subordinado y auxiliar al rol central de Cristo. Pero si
ella tiene tal rol, entonces entre más claro lo entendamos, mejor. Y
como otras doctrinas concernientes a María, no es solamente decir
algo sobre ella, sino algunas veces más en general sobre la Iglesia
como un todo, y aún como la humanidad como un todo.24
4ª.
Objeción: El llamar a María
una corredentora o decirle a los Cristianos en general
“corredentores”, es el tener a un ser humano activamente
participando en la redención, la que es divina o, más específicamente,
una actividad “teándrica”, alcanzada por Jesucristo solo en sus
naturalezas divina y humana, y por tanto prohibida por la Cristiandad.
Tal cosa sería sólo en estimular el paganismo, puesto que pone a la
persona humana de María, como una parte de la acción divina
redentora que sólo Jesucristo puede lograr.
De muchas maneras, la respuesta a esta objeción puede ser
encontrada en la misma evidencia fundamental de la Escritura Cristiana
que responde a la objeción previa sobre cualquier forma de
participación humana subordinada en la única mediación de
Jesucristo (una mediación que incluye la redención). Pero
ejemplifiquemos la objeción específica referente a la participación
activa de María en el acto divino de la Redención.
La
objeción completa a la participación activa de María como
Corredentora en la redención alcanzada por Jesucristo, ha sido
presentada de la siguiente forma. La actividad teándrica se refiere a
una acción hecha por Jesucristo que es alcanzada a través de sus dos
naturalezas, la divina y la humana. Puesto que el acto de la redención
llevado a cabo por Jesucristo fue una actividad teándrica, y María
fue meramente humana, sus acciones no fueron teándricas y por tanto
no puede participar activamente en la redención. De aquí, que María
no puede ser propiamente llamada “corredentora”, un término que
significa que Ella “re-adquirió” a la humanidad con el Redentor.
Tampoco ninguno de los Cristianos pueden ser llamados
“corredentores”, puesto que ninguna criatura puede participar en
la actividad teándrica.
Para
mejor responder a esta objeción, debemos regresar al significado
etimológico esencial del término “corredentora”. El prefijo en
Latín, cum, significa
“con” (y no “igual a”). El verbo en Latín re(d)-emere significa, “re-adquirir”, y el sufijo –trix,
significando “uno que hace algo”, es femenino.
En
su forma completa, entonces, el término “corredentora” se refiere
a la “mujer con el redentor”, o de una manera más literal, “la
mujer que re-adquirió con (el Redentor)”.
Como
es usado en la Iglesia Católica, el término corredentora expresa la
participación activa y excepcional de María en la actividad divina y
humana de la redención alcanzada por Jesucristo. Nuevamente,
radicalmente dependiente y subordinada a la acción teándrica
redentora de Jesucristo, la perfección misma de esta redención
divina y humana provee, en lugar de prohibir, varios niveles de
verdadera y activa participación humana.
Aunque es legítimo el distinguir las acciones teándricas de
las acciones humanas, va en contra de la Escritura Cristiana y de la
Tradición Cristiana –tanto la antigua como la desarrollada- el
rechazar la participación humana activa en la actividad teándrica de
Jesucristo.
El
participar activamente en una acción teándrica no requiere
necesariamente, que el participante tenga también la naturaleza
divina y la humana. Tal cosa es malentender la distinción entre
“ser” poseyendo la
esencia y el atributo específico como una parte de lo que se es, y
“participar” compartiendo
en la esencia y el atributo específico tal y como es poseído por el
otro. Por tanto, María como una criatura humana puede compartir
activamente en la acción teándrica redentora de Jesucristo, sin
poseer ella misma la esencia de la divinidad como un atributo específico
de su persona. De una manera similar, todos los Cristianos comparten
de la naturaleza divina de Jesucristo (cf 2 P 1:4) sin ser por ello
dioses; participan en la filiación de Jesucristo (cf Ga 4:4) sin ser
divinamente engendrados; comparten en la mediación de Cristo (cf Ga
3:19, 1 Tm 2:1) sin ser el único Mediador divino y humano (1 Tm 2:5).
Una
vez más, la Escritura Cristiana testifica a María su participación
singular activa en la Redención de Jesucristo. Con el “fiat”
libre y activo a la invitación del ángel Gabriel de ser la madre de
Jesús, “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1:38), cooperó
excepcionalmente en la obra de la redención al darle al divino
Redentor su cuerpo, mismo que fue el instrumento mismo de la redención
humana. La profecía de Simeón revela la misión corredentora, sin
paralelo, de María en unión directa con su hijo Redentor en su (de
ellos) obra unificada de redención, “¡y a ti misma una espada te
atravesará el alma!” (Lc 2:34-35). Y la culminación del rol de María
como Corredentora con y supeditada a su divino Hijo, se da al pie de
la Cruz, donde el sufrimiento total del corazón de la madre, es
obedientemente unido a los sufrimientos del corazón del Hijo para el
cumplimiento del plan de redención del Padre: “¡Mujer, ahí tienes
a tu hijo! Luego dice al discípulo, ahí tienes a tu madre”. (Jn
19:27)
Los
primeros escritores y Padres de la Iglesia explicaron la participación
Mariana con y supeditada a Cristo en la “re-adquisición” de la
familia humana de la esclavitud de Satanás y del pecado, en el primer
modelo teológico de María como la “Nueva Eva”.
Esos
escritores antiguos testifican la unidad de la Redención alcanzada
por Cristo y la corredención por María, enunciando que así como
Eva, la primera “madre de los vivientes” (Gn 3:20) fue una causa
instrumental con Adán el padre de la raza humana, en la pérdida de
la gracia para toda la humanidad, así también María, la “Nueva
Eva”, fue una causa instrumental con Jesucristo, el “Nuevo Adán”
(cf 1 Co 15:45-48, 20-25) en el restablecimiento de la gracia para
toda la humanidad.
En palabras de San Irineo: “Así como Eva, esposa de Adán, aún
siendo virgen, se convirtió por su desobediencia en la causa de
muerte para ella y para toda la raza humana, así también María,
esposa pero siendo virgen, ...se convirtió por su obediencia en la
causa de salvación para sí misma y para toda la raza humana”25
A
lo largo de la Tradición Cristiana primitiva y posterior, se
encuentran enseñanzas explícitas de la participación activa de María
con Jesucristo en la redención o “re-adquisición” de la
humanidad, de la esclavitud de Satanás. Por ejemplo:
A través de María “somos redimidos de la tiranía del
demonio”. (Modesto
de Jerusalén, Siglo VII)26;
“Salve vos, a través de quien somos redimidos de la maldición”.
(San
Juan Damaceno, Siglo VIII)27;
“A través de ella, el hombre fue redimido”. (San
Bernardo de Clairvaux, Siglo XII)28;
“Aquella
mujer (llámese Eva), nos sacó del Paraíso y nos vendió; pero ésta
(María), nos trajo de nuevo y nos adquirió”29;
“Así
como ellos (Adán y Eva) fueron los destructores de la raza humana, así
éstos (Jesucristo y María) fueron sus reparadores”30;
“Ella
(María), también mereció la reconciliación de toda la raza
humana”31
“Ella
pagó el precio (de la redención) como una mujer brava y amorosa –específicamente
cuando Cristo sufrió en la cruz para pagar ese precio, y purgar,
lavar y redimirnos- la Santísima Virgen estuvo presente, aceptando y
estando de acuerdo con la divina voluntad”. (San
Buenaventura, Siglo XIII)32;
“Solamente
a Ella le fue dado este privilegio, es decir una comunicación en la
Pasión...y con objeto de hacerla una participante en los beneficios
de la Redención, El quiso que fuera una participante en el castigo de
la Pasión, de tal manera que se convirtiera la madre de todos a través
de la re-creación...” San
Alberto el Grande –o pseudo Alberto- Siglo XIII)33;
“Dios
aceptó su oblación como un sacrificio aceptable para la utilidad y
salvación de toda la raza humana...El os predijo (María) toda
vuestra pasión al haceros a partir de ahí,
copartícipe de todos sus méritos y aflicciones, y vos cooperarías
con él en el restablecimiento de la salvación del hombre” (John
Tauler, Siglo XIV)34;
“...por
ser la sufriente con el Redentor, por el pecador cautivo, serás
Corredentora” (Siglo XIV)35;
Las enseñanzas Cristianas sobre la Corredentora continúan
consistentemente desde la edad media hasta el período moderno36,
como lo evidencia esta selección representativa de ejemplos:
“Se
han unido santos y doctores en nombrar a nuestra Santísima Señora
corredentora del mundo. No hay duda en la posibilidad de uso ilegal en
el uso de tal lenguaje, porque existe una avasalladora autoridad para
ello...”(Faber, Siglo XIX)37;
“Pensamos
en todos los otros méritos extraordinarios, por los cuales Ella
compartió con su Hijo Jesús en la redención de la humanidad...No sólo
estuvo presente en los misterios de la Redención, sino que también
estuvo envueltos en ellos” (Papa León XIII, Siglo XIX)38;
“A
tal grado sufrió y casi murió con su Hijo sufriente y agonizante; de
tal manera entregó sus derechos maternales a su Hijo por la salvación
del hombre, y lo inmoló -hasta
donde le fue posible- para calmar la Justicia de Dios, que podemos
correctamente decir que Ella redimió a la raza humana junto con
Cristo” (Papa Benedicto XV, Siglo XX)39;
“Por
la naturaleza misma de su obra, el Redentor debía tener asociada a su
Madre en su obra. Por esta razón, la invocamos bajo el título de
Corredentora” (Papa Pío XI, Siglo XX)40;
“Así
también la Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la
fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz, en donde,
no sin designio divino, se mantuvo de pie, se condolió vehementemente
con su Unigénito y se asoció con corazón maternal a su sacrificio,
consintiendo con amor en la inmolación de la víctima engendrada por
Ella misma”41;
“Crucificada
espiritualmente con su Hijo crucificado (cf Ga 2:20), contempló con
caridad heroica la muerte de su Dios...su papel como Corredentora no
cesó con la glorificación del Hijo” (Papa Juan Pablo II, 1985)42;
“La
cooperación de los Cristianos en la salvación se realiza después
del acontecimiento del Calvario, cuyos frutos se comprometen a
difundir mediante la oración y el sacrificio. Por el contrario, la
participación de María se realizó durante
el acontecimiento mismo y en calidad de madre; por tanto, se
extiende a la totalidad de la obra salvífica de Cristo. Solamente
Ella fue asociada de ese modo al sacrificio redentor, que mereció
la salvación de todos los hombres” (Papa Juan Pablo II)43;
Las enseñanzas de la Tradición Cristiana sobre el rol
corredentivo excepcional de María, continúan dentro del tercer
milenio con esta enseñanza papal reciente de Juan Pablo II, en donde
la íntima participación de María en la muerte de su Hijo en el
Calvario, es comparada con el ofrecimiento sacrificial del Antiguo
Testamento hecho por Abraham (al igual que de su hijo mismo, ofrecido
en obediencia de fe a Dios):
“La
cima de esta peregrinación terrena en la fe es el Gólgota, donde María
vive íntimamente el misterio pascual de su Hijo: en cierto sentido,
muere como madre al morir su Hijo, y se abre a sí misma a la
“resurrección” con una nueva maternidad respecto de la Iglesia (cf
Jn 19:25-27). Ahí, en el Calvario, María experimenta la noche de la
fe, similar a aquella de Moisés en el Monte Moria...”(21 de Marzo
del 2001)44.
Nuevamente,
sin cuestionarse de la total y radical dependencia de la participación
de María en la redención, sobre la obra y méritos divinos de
Jesucristo, los padres y doctores de la Iglesia, junto con la Tradición
Cristiana antigua y contemporánea, no dudan en enseñar sobre la
activa participación de la mujer, María, con Jesucristo en la
redención o “re-adquisición” teándrica de la humanidad de la
esclavitud de Satanás y del pecado. Este compartir Mariano en la
redención refleja las enseñanzas ancestrales de que así como la
humanidad se perdió o fue “vendida” por un hombre y una mujer, así
también fue la voluntad de Dios que la humanidad fuera redimida o
“re-adquirida” por un Hombre y una mujer.
¿De
qué manera, entonces, la participación de María como Corredentora
en lo humano, difiere del llamado general de los Cristianos a
participar en la redención de Jesucristo?
De
verdad, la Escritura Cristiana llama a todos los Cristianos a
“completar lo que falta a las tribulaciones de Cristo, a favor de su
Cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1:24). Esta enseñanza de San Pablo
no está hablando de una participación de todos los Cristianos en la
redención histórica y universal del Calvario, en donde Cristo
adquirió las gracias de la Redención por su pasión y muerte (en
ocasiones referido como
“redención objetiva”). Si así fuera, esto sería inferir
incorrectamente que algo está “faltando” en los méritos de los
sufrimientos históricos y los concurrentes méritos salvíficos de
Jesucristo, los que fueron por sí mismos infinitos e inagotables.
Más
bien, la enseñanza de San Pablo se refiere al imperativo Cristiano a
través de la libre cooperación, oración y sacrificio, de participar
en la liberación y distribución
de las gracias infinitas adquiridas por Jesucristo en el Calvario
para la familia humana (teológicamente referida como la “redención
subjetiva”). Así como cada corazón humano debe responder
activamente en libertad a las gracias salvadores de Jesucristo por su
propia redención subjetiva, así también los Cristianos son llamados
a participar activamente en la liberación y distribución de las
gracias de la redención también para otros, y, de esta manera,
“completar” lo que San Pablo llama “faltante” en los
sufrimientos de Cristo, a favor del cuerpo (místico) de Cristo. En
este respecto, todos los Cristianos verdaderamente participan en la
redención subjetiva, en esta distribución de gracias salvadoras como
“colaboradores de Dios” (1 Co 3:9) o “corredentores”, para
usar la expresión de los Papas del Siglo XX45.
La
participación redentora de María difiere de este llamado general
Cristiano a participar en la distribución de las gracias salvadoras
en la redención subjetiva personal e individual, puesto que solo
Ella también participó -una vez más- de manera subordinada y
dependiente totalmente del Redentor, en la redención histórica y
universal objetiva, como la Nueva Eva con y supeditada al Nuevo Adán.
Esto es el porqué el título de Corredentora, en primer lugar, se
refiere exclusivamente a María.
Enunciado
una vez más por Juan Pablo II en su Discurso de 1997, se diría que:
“La
cooperación de los Cristianos en la salvación se realiza después
del acontecimiento del Calvario, cuyos frutos se comprometen a
difundir mediante la oración y el sacrificio. Por el contrario, la
participación de María se realizó durante
el acontecimiento mismo y en calidad de madre; por tanto, se
extiende a la totalidad de la obra salvífica de Cristo. Solamente
Ella fue asociada de ese modo al sacrificio redentor, que mereció
la salvación de todos los hombres” (Papa Juan Pablo II)43;
Por
tanto, el título y la verdad de María Corredentora como es visto
tanto en la Escritura Cristiana como en la Tradición Cristiana,
subraya la legitimidad y riqueza espiritual de la participación
humana activa en la acción redentora teándrica de Jesucristo. Para
María Corredentora, esta participación en la redención constituye
una participación tanto en la adquisición como en la distribución
de las gracias redentoras; y para todos los otros Cristianos una
participación y distribución de gracias redentoras como
corredentores en Cristo. Tal y como fue sintetizado por el teólogo
del Vaticano Jean Galot en la publicación oficial del Vaticano, L´Osservatore Romano:
El
título (Corredentora) es criticado porque sugeriría una igualdad
entre María y Cristo. Esta crítica no tiene fundamento...
Corredención
implica una subordinación a la obra redentora de Cristo, porque es sólo
una cooperación y no una obra paralela o independiente. De aquí que
una igualdad con Cristo es excluida...La palabra “corredención”,
que significa “cooperación en la redención”, puede ser aplicada
a cada Cristiano y a toda la Iglesia. San Pablo escribe: “Somos
colaboradores de Dios” (1 Co 3:9)47.
_______________________
18
Juan Cardenal O´Connor, Carta de Apoyo a la Definición Papal de María
como Corredentora, Mediadora y Abogada. 14 de Febrero de 1994.
19
Martín Lutero, Comentario sobre
el Magnificat, 1521, citado por el Dr. Charles Dickson, Un Pastor Protestante Mira a María, 1996, Our Sunday Visitor Press,
p. 41, 42.
20
Ibid
21
Dickson, Un Pastor Protestante
Mira a María, p. 48-49.
22
Juan Pablo II, Redemptoris Mater,
21, 39.
23
Juan Pablo II, Discurso Papal, Roma, 1 de Octubre, 1997, L´Osservatore Romano, 41.
24
J. Macuarrie, “María Corredentora y Disputas sobre la Justificación
y la Gracia” en María
Corredentora, Mediadora y Abogada, Fundamentos Teológicos II, p.
246.
25
San Ireneo de Lyons, Adversus
haeresus, III, 22, énfasis del autor.
26
Modesto de Jerusalén, Migne PG 86; 3287.
27
San Juan Damaceno, PG 86; 658.
28
San Bernardo de Clairvaux, Ser. III, super Salve.
29
San Buenaventura, de don. Sp. 6:14., énfasis del autor.
30
San Buenaventura, Sermo III, de
Assumptione, Opera Omnia, v.9.
31
San Buenaventura, Sent. III.
32
San Buenaventura, Collatio de
donis Spitirus Santi 6, n.16.
33
San Alberto el Grande (o Pseudo-Alberto) Mariale, Q. 150.
34 John Tauler, Sermo
pro festo Purifidcartionis Beate Mariae Virginis.
35 Oratione, St. Peter´s
in Salzburg, in Analecta hymnica
medii aevi, v.46, p.126.
36
Para un tratamiento más completo sobre la Corredentora a través de
la Tradición Cristiana, cf. J.B. Carol, De
Corredemptione Beate Virginis Mariae, Typis Polyglottis Vaticanis,
1950, cf J.B. Roschini, O.S.M., Maria
Santissima Nella Storia Della Salvezza, 1969, v. II, p.171.
37
Fr. Fredrick Faber, Al Pie de la
Cruz (Dolores de María), Reilly Co, 370.
38
Papa León XIII, Parta humano
generi.
39
Papa Benedicto XV, Inter
Sodalicia, 1918.
40
Papa Pío XI, Alocución a los Peregrinos de Vicenza, 30 de Nov. De
1933.
41
Concilio Vaticano Segundo, Lumen
Gentium, n.58.
42
Juan Pablo II, Discurso Papal en Guayaquil, 31 de Enero de 1985 (ORE,
876).
43
Juan Pablo II, Audiencia General, 9 de Abril de 1997.
44
Juan Pablo II, Audiencia General, 21 de Marzo del 2001.
45
Por ejemplo, Cf. Pío XI, Alocución Papal en Vicenza, 30 de Nov. De
1933.
46
Juan Pablo II, Audiencia General, 9 de Abril de 1997.
47
Galot, S.J., Maria Corredentrice
en L´Osservatore Romano, 15
Sept. 1977 (Ed. Italiana)
Continuación>>>
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de Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María.
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