Del Oficio de Lectura, 7 de agosto, San Sixto, Papa y compañeros mártiresSabemos que los soldados de Cristo no son destruidos sino coronados De las cartas de San Cipriano, obispo y mártir Carta 80: CSEL 3, 839-840
El motivo de que no os escribiera en seguida, hermano muy amado, es el hecho de que todos los clérigos, debido al estado de persecución en que nos hallamos, no podían en modo alguno salir de aquí, dispuestos como estaban, por el fervor de su ánimo, a la consecución de la gloria celestial y divina. Sabed que ya han vuelto los que había enviado a Roma con el fin de que se enteraran bien del contenido del rescripto que pesa sobre nosotros, ya que sólo teníamos acerca de él rumores y noticias inciertas.
La verdad es la siguiente: Valeriano ha enviado un rescripto al Senado, según el cual los obispos, presbíteros y diáconos deben ser ejecutados sin dilación; a los senadores y personas distinguidas, así como a los caballeros romanos, se les despojará de su dignidad y de sus bienes, y, si a pesar de ello, perseveran en su condición de cristianos, serán decapitados; a las matronas se les confiscarán sus bienes y se las desterrará; los cesarianos todos que hayan profesado antes o profesen actualmente la fe cristiana serán despojados de sus bienes y enviados, en calidad de prisioneros, a las posesiones del Estado, levantándose acta de ello.
El emperador Valeriano ha añadido también a su decreto una copia de la carta enviada a los gobernadores de las provincias, y que hace referencia a nosotros; estamos esperando que llegue de un día a otro esta carta, manteniéndonos firmes en la fe y dispuestos al martirio, en expectación de la corona de vida eterna que confiamos alcanzar con la bondad y la ayuda del Señor. Sabed que Sixto, y con él cuatro diáconos, fueron ejecutados en el cementerio el día seis de agosto. Los prefectos de Roma no cejan ni un día en esta persecución, y todos los que son presentados a su tribunal son ejecutados y sus bienes entregados al fisco.
Os pido que comuniquéis estas noticias a los demás colegas nuestros, para que en todas partes las comunidades cristianas puedan ser fortalecidas por su exhortación y preparadas para la lucha espiritual, a fin de que todos y cada uno de los nuestros piensen más en la inmortalidad que en la muerte y se ofrezcan al Señor con fe plena y fortaleza de ánimo, con más alegría que temor por el martirio que se avecina, sabiendo que los soldados de Dios y Cristo no son destruidos, sino coronados.
Te deseo en el Señor, hermano muy amado, que disfrutes siempre de buena salud.
Oración
Dios todopoderoso, tú que has concedido al papa san Sixto y a sus compañeros, mártires, la gracia de morir por tu palabra y por el testimonio de Jesús, concédenos que el Espíritu Santo nos haga dóciles en la fe y fuertes para confesarla ante los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo.
Del Oficio de Lectura, 7 de agosto, San CayetanoCristo habite por la fe en nuestros corazones De las cartas de san Cayetano, presbítero Carta a Elisabet Porto: Studi e Testi 177, Ciudad del Vaticanto 1954, pp. 50-51Yo soy pecador y me tengo en muy poca cosa, pero me acojo a los que han servido al Señor con perfección, para que rueguen por ti a Cristo bendito y a su Madre; pero no olvides una cosa: todo lo que los santos hagan por ti de poco serviría sin tu cooperación; antes que nada es asunto tuyo, y, si quieres que Cristo te ame y te ayude, ámalo tú a él y procura someter siempre tu voluntad a la suya, y no tengas la menor duda de que, aunque todos los santos y criaturas te abandonasen, él siempre estará atento a tus necesidades. Ten por cierto que nosotros somos peregrinos y viajeros en este mundo: nuestra patria es el cielo; el que se engríe se desvía del camino y corre hacia la muerte. Mientras vivimos en este mundo, debemos ganarnos la vida eterna, cosa que no podemos hacer por nosotros solos, ya que la perdimos por el pecado, pero Jesucristo nos la recuperó. Por esto, debemos siempre darle gracias, amarlo, obedecerlo y hacer todo cuanto nos sea posible por estar siempre unidos a él. El se nos ha dado en alimento: desdichado el que ignora un don tan grande; se nos ha concedido el poseer a Cristo, Hijo de la Virgen María, y a veces no nos cuidamos de ello; ¡ay de aquel que no se preocupa por recibirlo! Hija mía, el bien que deseo para mí lo pido también para tí; mas para conseguirlo no hay otro camino que rogar con frecuencia a la Virgen María, para que te visite con su excelso Hijo; más aún, que te atrevas a pedirle que te dé a su Hijo, que es el verdadero alimento del alma en el santísimo sacramento del altar. Ella te lo dará de buena gana, y él vendrá a ti, de más buena gana aún, para fortalecerte, a fin de que puedas caminar segura por esta oscura selva, en la que hay muchos enemigos que nos acechan, pero que se mantienen a distancia si nos ven protegidos con semejante ayuda. Hija mía, no recibas a Jesucristo con el fin de utilizarlo según tus criterios, sino que quiero que tú te entregues a él, y que él te reciba, y así él, tu Dios salvador, haga de ti y en ti lo que a él le plazca. Éste es mi deseo, y a esto te exhorto y, en cuanto me es dado, a ello te presiono. Oración Señor, Dios nuestro, que concediste a san Cayetano imitar el modo de vivir de los apóstoles, concédenos, por su intercesión y ejemplo, poner en ti nuestra confianza y buscar siempre el reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo. Esta página es obra de Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María
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