Oficio de lectura, Viernes III del tiempo Ordinario
Las
maravillas de Dios
Del comentario de
san Juan Fisher,
obispo y mártir, sobre los
Salmos
Salmo 101: Opera omnia, edición
1597, pp. 1588-1589
Primero, Dios liberó al pueblo de Israel de la
esclavitud de Egipto, con grandes portentos y prodigios; los hizo
pasar el mar Rojo a pie enjuto; en el desierto, los alimentó con
manjar llovido del cielo, el maná y las codornices; cuando padecían
sed, hizo salir de la piedra durísima un perenne manantial de agua;
les concedió la victoria sobre todos los que guerreaban contra
ellos; por un tiempo, detuvo de su curso natural las aguas del
Jordán; les repartió por suertes la tierra prometida, según sus
tribus y familias. Pero aquellos hombres ingratos, olvidándose del
amor y munificencia con que les había otorgado tales cosas,
abandonaron el culto del Dios verdadero y se entregaron, una y otra
vez, al crimen abominable de la idolatría.
Después, también a nosotros, que,
cuando éramos gentiles,
nos sentíamos arrebatados hacia los ídolos mudos, siguiendo el
ímpetu que nos venia, Dios nos arrancó del olivo
silvestre de la gentilidad, al que pertenecíamos por naturaleza, nos
injertó en el verdadero olivo del pueblo judío, desgajando para ello
algunas de sus ramas naturales, y nos hizo partícipes de la raíz de
su gracia y de la rica sustancia del olivo. Finalmente,
no
perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros
como oblación y victima de suave olor, para rescatarnos de toda
maldad y para prepararse un pueblo purificado.
Todo ello, más que argumentos, son signos
evidentes del inmenso amor y bondad de Dios para con nosotros; y,
sin embargo, nosotros, sumamente ingratos, más aún, traspasando
todos los límites de la ingratitud, no tenemos en cuenta su amor ni
reconocemos la magnitud de sus beneficios, sino que menospreciamos y
tenemos casi en nada al autor y dador de tan grandes bienes; ni tan
siquiera la extraordinaria misericordia de que usa continuamente con
los pecadores nos mueve a ordenar nuestra vida y conducta conforme a
sus mandamientos.
Ciertamente, es digno todo ello de que sea escrito
para las generaciones futuras, para memoria perpetua, a fin de que
todos los que en el futuro han de llamarse cristianos reconozcan la
inmensa benignidad de Dios para con nosotros y no dejen nunca de
cantar sus alabanzas.
Oración
Dios todopoderoso y eterno, ayúdanos a llevar una
vida según tu voluntad para que podamos dar en abundancia frutos de
buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto. QUe vive y reina
contigo.