Oficio de lectura, Lunes
I del tiempo Ordinario
El Verbo de Dios, fuente
de sabiduría celestial
De la carta de
san Clemente primero,
papa, a los Corintios
Caps.
59,2 - 60,4; 61,3
No cesamos de pedir y de rogar para que el
Artífice de todas las cosas conserve íntegro en todo el mundo el
número de sus elegidos, por mediación de su amado siervo Jesucristo,
por quien nos llamó de las tinieblas a la luz, de la ignorancia al
conocimiento de la gloria de su nombre.
Haz que esperemos en tu nombre, tú que eres el
origen de todo lo creado; abre los ojos de nuestro corazón, para que
te conozcamos a ti, el solo
altísimo en las alturas,
el santo que reposa entre los santos; que terminas con la soberbia
de los insolentes, que deshaces los planes de las naciones, que
ensalzas a los humildes y humillas a los soberbios, que das la
pobreza y la riqueza, que das la muerte, la salvación y la vida,
el solo bienhechor
de los espíritus y Dios
de toda carne; tú
que sondeas los abismos,
que ves todas nuestras acciones, que eres ayuda de los
que están en peligro, que eres
salvador de los
desesperados, que has creado todo ser viviente y velas
sobre ellos; tú que multiplicas las naciones sobre la tierra y
eliges de entre ellas a los que te aman por Jesucristo, tu Hijo
amado, por quien nos has instruido, santificado y honrado.
Te pedimos, Señor, que seas nuestra
ayuda y defensa.
Libra a aquellos de entre nosotros que se hallan en
tribulación, compadécete de los humildes, levanta a los caídos,
socorre a los necesitados, cura a los enfermos, haz volver a los
miembros de tu pueblo que se han desviado; da alimento a los que
padecen hambre, libertad a nuestros cautivos, fortaleza a los
débiles, consuelo a los pusilánimes; que
todos los pueblos de la
tierra sepan que tú eres Dios y no hay otro, y que
Jesucristo es tu siervo, y que
nosotros
somos tu pueblo, el rebaño que tú guías.
Tú has dado a conocer la ordenación perenne del
mundo, por medio de las fuerzas que obran en él; tú, Señor, pusiste
los cimientos de la tierra, tú eres fiel por todas las generaciones,
justo en tus juicios, admirable por tu fuerza y magnificencia, sabio
en la creación y providente en el gobierno de las cosas creadas,
bueno en estos dones visibles, y fiel para los que en ti confían,
benigno y misericordioso; perdona nuestras iniquidades e
injusticias, nuestros pecados y delitos.
No tomes en cuenta todos los pecados de tus
siervos y siervas, antes purifícanos en tu verdad y
asegura nuestros pasos,
para que
caminemos en la piedad,
la justicia y la rectitud de corazón, y hagamos lo que es bueno y
aceptable ante ti y ante los que nos gobiernan.
Más aún, Señor,
ilumina tu rostro sobre
nosotros, para que gocemos del bienestar en la paz, para
que seamos protegidos
con tu mano poderosa, y
tu brazo extendido nos libre de todo pecado y de todos
los que nos aborrecen sin motivo.
Da la concordia y la paz a nosotros y a todos los
habitantes del mundo, como la diste a nuestros padres, que
piadosamente te
invocaron con fe y con verdad. A ti, el único que puedes
concedernos estos bienes y muchos más, te ofrecemos nuestra alabanza
por Jesucristo, pontífice y abogado de nuestras almas, por quien sea
a ti la gloria y la majestad, ahora y por todas las generaciones,
por los siglos de los siglos. Amén.
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