Oficio de Lectura,
de la Epifanía
Dios ha manifestado su salvación en
todo el mundo
De los sermones de san
León Magno, papa
Sermón
3 en la Epifanía del Señor, 1-3.5
La misericordiosa providencia de Dios, que ya
había decidido venir en los últimos tiempos en ayuda del mundo que
perecía, determinó de antemano la salvación de todos los pueblos en
Cristo.
De estos pueblos se trataba en la descendencia
innumerable que fue en otro tiempo prometida al santo patriarca,
Abrahán, descendencia que no sería engendrada por una semilla de
carne, sino por la fecundidad de la fe, descendencia comparada a la
multitud de las estrellas, para que de este modo el padre de todas
las naciones esperara una posteridad no terrestre, sino celeste.
Así pues, que todos los pueblos vengan a
incorporarse a la familia de los patriarcas, y que los hijos de la
promesa reciban la bendición de la descendencia de Abrahán, a la
cual renuncian los hijos según la carne. Que todas las naciones, en
la persona de los tres Magos, adoren al Autor del universo, y que
Dios sea conocido, no ya solo en Judea, sino también en el mundo
entero, para que por doquier sea grande su nombre en Israel.
Instruidos en estos misterios de la gracia divina,
queridos míos, celebremos con gozo espiritual el día que es el de
nuestras primicias y aquél en que comenzó la salvación de los
paganos. Demos gracias al Dios misericordioso quien, según palabras
del Apóstol, nos ha hecho capaces de compartir la herencia del
pueblo santo en la luz; el nos ha sacado del dominio de las
tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido.
Porque, como profetizó Isaías, el pueblo que caminaba en
tinieblas vio una luz grande; habitaban en tierra de sombras, y una
luz les brilló. También a propósito de ellos dice el propio
Isaías al Señor: Naciones que no te conocían te invocarán, un
pueblo que no te conocía correrá hacia ti.
Abrahán vio este día, y se llenó de alegría,
cuando supo que sus hijos según la fe serían benditos en su
descendencia, a saber, en Cristo, y él se vio a sí mismo, por su fe,
como futuro padre de todos los pueblos, dando gloria a Dios, al
persuadirse de que Dios es capaz de hacer lo que promete.
También David anunciaba este día en los salmos
cuando decía: Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu
presencia, Señor; bendecirán tu nombre; y también: El Señor da a
conocer su victoria, revela a las naciones su justicia.
Esto se ha realizado, lo sabemos, en el hecho de
que tres magos, llamados de su lejano país, fueron conducidos por
una estrella para conocer y adorar al Rey del cielo y de la tierra.
La docilidad de los magos a esta estrella nos indica el modo de
nuestra obediencia, para que, en la medida de nuestras
posibilidades, seamos servidores de esa gracia que llama a todos los
hombres a Cristo.
Animados por este celo, debéis aplicaros, queridos
míos, a seros útiles los unos a los otros, a fin de que brilléis
como hijos de la luz en el reino de Dios, al cual se llega gracias a
la fe recta y a las buenas obras; por nuestro Señor Jesucristo que,
con Dios Padre y el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de
los siglos. Amén.
Oración
Señor, tú que en este día revelaste a tu Hijo
unigénito a los pueblos gentiles, por medio de una estrella, concede
a los que ya te conocemos por la fe poder contemplar un día, cara a
cara, la hermosura infinita de tu gloria. Por nuestro Señor
Jesucristo.