Del Oficio de
Lectura, 21 de Septiembre,
San Mateo,
Apóstol y evangelista
Jesús lo vio y,
porque lo amó, lo eligió
De las homilías de
san Beda
en Venerable, presbítero
Homilía
21
Jesús vio a un hombre llamado Mateo,
sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme».
Lo vio más con la mirada interna
de su amor que con los ojos corporales. Jesús vio al
publicano y, porque lo amó, lo eligió, y le dijo:
Sígueme. Sígueme, que quiere decir: «Imítame». Le dijo:
Sígueme, más que con sus pasos, con su modo de
obrar. Porque, quien dice que
permanece en Cristo debe vivir como vivió él.
El –continúa el texto sagrado– se levantó
y lo siguió. No hay que extrañarse del hecho de que aquel
recaudador de impuestos, a la primera indicación imperativa
del Señor, abandonase su preocupación por las ganancias
terrenas y, dejando de lado todas sus riquezas, se adhiriese
al grupo que acompañaba a aquel que él veía carecer en
absoluto de bienes. Es que el Señor, que lo llamaba por
fuera con su voz, lo iluminaba de un modo interior e
invisible para que lo siguiera, infundiendo en su mente la
luz de la gracia espiritual, para que comprendiese que aquel
que aquí en la tierra lo invitaba a dejar sus negocios
temporales era capaz de darle en el cielo un tesoro
incorruptible.
Y, estando en la mesa en casa de Mateo,
muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se
sentaron con Jesús y sus discípulos. La conversión de un
solo publicano fue una muestra de penitencia y de perdón
para muchos otros publicanos y pecadores. Ello fue un
hermoso y verdadero presagio, ya que Mateo, que estaba
destinado a ser apóstol y maestro de los gentiles, en su
primer trato con el Señor arrastró en pos de sí por el
camino de la salvación a un considerable grupo de pecadores.
De este modo, ya en los inicios de su fe, comienza su
ministerio de evangelizador que luego, llegado a la madurez
en la virtud, había de desempeñar. Pero, si deseamos
penetrar más profundamente el significado de estos hechos,
debemos observar que Mateo no sólo ofreció al Señor banquete
corporal en su casa terrena, sino que le preparó, por su fe
y por su amor, otro banquete mucho más grato en la casa de
su interior, según aquellas palabras del Apocalipsis: Estoy
a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y
comeremos juntos.
Nosotros escuchamos su voz, le abrimos la
puerta y lo recibimos en nuestra casa, cuando de buen grado
prestamos nuestro asentimiento a sus advertencias, ya vengan
desde fuera, ya desde dentro, y ponemos por obra lo que
conocemos que es voluntad suya. Él entra para comer con
nosotros, y nosotros con él, porque, por el don de su amor,
habita en el corazón de los elegidos, para saciarlos con la
luz de su continua presencia, haciendo que sus deseos
tiendan cada vez más hacia las cosas celestiales y
deleitándose él mismo en estos deseos como en un manjar
sabrosísimo.
Oración
Oh Dios, que en tu infinita misericordia
te dignaste elegir a san Mateo para convertirlo de publicano
en apóstol, concédenos que, fortalecidos con su ejemplo y su
intercesión, podamos seguirte siempre y permanecer unidos a
ti con fidelidad. Por nuestro Señor Jesucristo.