Oficio de Lectura,
21 de
Noviembre,
La
Presentación de la Santísima Virgen
Dio fe al mensaje
divino y concibió por su fe
De los sermones de
san
Agustín, obispo
Os pido que atendáis a lo que dijo Cristo,
el Señor, extendiendo la mano sobre sus discípulos:
Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad
de mi Padre, que me ha enviado, ése es mi hermano, y mi
hermana, y mi madre. ¿Por ventura no cumplió la
voluntad del Padre la Virgen María, ella, que dio fe al
mensaje divino, que concibió por su fe, que fue elegida para
que ella naciera entre los hombres el que había de ser
nuestra salvación, que fue creada por Cristo antes que
Cristo fuera creado en ella?
Ciertamente, cumplió santa María, con toda
perfección, la voluntad del Padre, y, por esto, es más
importante su condición de discípula de Cristo que la de
madre de Cristo, es más dichosa por ser discípula de Cristo
que por ser madre de Cristo. Por esto, María fue
bienaventurada, porque, antes de dar a luz a su maestro, lo
llevó en su seno.
Mira si no es tal como digo. Pasando el
Señor, seguido de las multitudes y realizando milagros, dijo
una mujer: Dichoso el vientre que te llevó. Y el
Señor, para enseñarnos que no hay que buscar la felicidad en
las realidades de orden material, ¿qué es lo que respondió?:
Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la
cumplen. De ahí que María es dichosa también porque
escuchó la palabra de Dios y la cumplió; llevó en su seno el
cuerpo de Cristo, pero más aún guardó en su mente la verdad
de Cristo. Cristo es la verdad, Cristo tuvo un cuerpo: en la
mente de María estuvo Cristo, la verdad; en su seno estuvo
Cristo hecho carne, un cuerpo. Y es más importante lo que
está en la mente que lo que lleva en el seno.
María fue santa, María fue dichosa, pero
más importante es la Iglesia que la misma Virgen María. ¿En
qué sentido? En cuanto que María es parte de la Iglesia, un
miembro santo, un miembro excelente, un miembro
supereminente, pero un miembro de la totalidad del cuerpo.
Ella es parte de la totalidad del cuerpo, y el cuerpo entero
es más que uno de sus miembros. La cabeza de este cuerpo es
el Señor, y el Cristo total lo constituyen la cabeza y el
cuerpo. ¿Qué más diremos? Tenemos, en el cuerpo de la
Iglesia, una cabeza divina, tenemos al mismo Dios por
cabeza.
Por tanto, amadísimos hermanos, atended a
vosotros mismos: también vosotros sois miembros de Cristo,
cuerpo de Cristo. Así lo afirma el Señor, de manera
equivalente, cuando dice: Estos son mi madre y mis
hermanos. ¿Cómo seréis madre de Cristo? El que
escucha y cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es
mi hermano, y mi hermana, y mi madre. Podemos entender
lo que significa aquí el calificativo que nos da Cristo de
«hermanos» y «hermanas»: la herencia celestial es única, y,
por tanto, Cristo, que siendo único no quiso estar solo,
quiso que fuéramos herederos del Padre y coherederos suyos.
Oración
Te rogamos, Señor, que a cuantos hoy
honramos la gloriosa memoria de la santísima Virgen María,
nos concedas, por su intercesión, participar, como ella, de
la plenitud de tu gracia. Por nuestro Señor Jesucristo.