Oficio del 2 de febrero,
La presentación del Señor
Acojamos la luz clara y eterna
De los sermones de san Sofronio, obispo
(Sermón 3,sobre el Hypapanté, 6.7:PG 87, 3, 3291-3293)
Corramos todos al encuentro del Señor, los que con fe celebramos y
veneramos su misterio, vayamos todos con alma bien dispuesta. Nadie deje
de participar en este encuentro, nadie deje de llevar su luz.
Llevamos en nuestras manos cirios encendidos, ya para significar el
resplandor divino de aquel que viene a nosotros –el cual hace que todo
resplandezca y, expulsando las negras tinieblas, lo ilumina todo con la
abundancia de la luz eterna–, ya, sobre todo, para manifestar el
resplandor con que nuestras almas han de salir al encuentro de Cristo.
En efecto, del mismo modo que la Virgen Madre de Dios tomó en sus brazos
la luz verdadera y la comunicó a los que yacían en tinieblas, así
también nosotros, iluminados por él y llevando en nuestras manos una luz
visible para todos, apresurémonos a salir al encuentro de aquel que es
la luz verdadera.
Sí, ciertamente, porque la luz ha venido al mundo, para liberarlo
de las tinieblas en que estaba envuelto y llenarlo de resplandor, y
nos ha visitado el sol que nace de lo alto, llenando de su luz a los
que vivían en tinieblas: esto es lo que nosotros queremos significar.
Por esto, avanzamos en procesión con cirios en las manos; por esto
acudimos llevando luces, queriendo representar la luz que ha brillado
para nosotros, así como el futuro resplandor que, procedente de ella, ha
de inundarnos. Por tanto, corramos todos a una, salgamos al encuentro de
Dios.
Ha llegado ya aquella luz verdadera que viendo a este mundo alumbra a
todo hombre. Dejemos, hermanos que esta luz nos penetre y nos
transforme.
Ninguno de nosotros ponga obstáculos a esta luz y se resigne a
permanecer en la noche; al contrario, avancemos todos llenos de
resplandor; todos juntos, iluminados, salgamos a su encuentro y, con el
anciano Simeón, acojamos aquella luz clara y eterna; imitemos la alegría
de Simeón y, como él, cantemos un himno de acción de gracias al
Engendrador y Padre de la luz, que ha arrojado de nosotros las tinieblas
y nos ha hecho partícipes de la luz verdadera.
También nosotros, representados por Simeón, hemos visto la salvación de
Dios, que él ha presentado ante todos los pueblos y que ha manifestado
para gloria de nosotros, los que formamos el nuevo Israel; y, así como
Simeón, al ver a Cristo, quedó libre de las ataduras de la vida
presente, así también nosotros hemos sido liberados del antiguo y
tenebroso pecado.
También nosotros, acogiendo en los brazos de nuestra fe a Cristo, que
viene desde Belén hasta nosotros, nos hemos convertido de gentiles en
pueblo de Dios (Cristo es, en efecto, la salvación de Dios Padre) y
hemos visto, con nuestros ojos, al Dios hecho hombre; y, de este modo,
habiendo visto la presencia de Dios y habiéndola aceptado, por decirlo
así, en los brazos de nuestra mente, somos llamados el nuevo Israel.
Esto es lo que vamos celebrando año tras año, porque no queremos
olvidarlo.
Oración
Dios todopoderoso y eterno, te rogamos humildemente que, así como tu
Hijo unigénito, revestido de nuestra humanidad, ha sido presentado hoy
en el templo, nos concedas, de igual modo, a nosotros la gracia de ser
presentados delante de ti con el alma limpia. Por nuestro Señor
Jesucristo.