¿Muerte del tomismo?
Autor: Padre
Fernando Pascual.
Hay quienes sentencian con seguridad absoluta la muerte del tomismo, una
muerte que, según dicen, ocurrió hace ya varios siglos.
Para considerar este tema, nos atrevemos a formular algunas preguntas al
mismo Tomás de Aquino. No sabemos si en
el cielo permiten entrevistas. En medio de la visión beatífica, no debe
resultar fácil volver a las menudencias de la tierra. Esperamos, sin
embargo, no incomodar al maestro Tomás. Para ello, nos ayudaremos de la
mediación de otro santo, Francisco de
Sales, patrono de los periodistas, un hombre que siempre se
caracterizó por su caridad y su trato amable.
San Francisco de Sales: Agradecemos mucho a santo Tomás el que
interrumpa unos instantes su contemplación para responder a algunas
preguntas sobre temas de actualidad en el planeta tierra. Tomás,
¿podemos decir que el tomismo está muerto?
Santo Tomás: Soy yo quien agradezco la oportunidad de volver a
hablar a quienes viven en el mundo material. La palabra “tomismo” puede
tener varios significados. Por eso la pregunta debería ser más precisa.
Francisco: Quizá podemos entender “tomismo” como el conjunto de
ideas que dejaste a los hombres tras tu muerte.
Tomás: Bueno, las ideas tienen una vida un poco especial. Una
verdad es verdad siempre, la piensen o no la piensen los hombres. En ese
sentido, las ideas válidas que formulé, lo que podríamos llamar el
“tomismo perenne”, no pueden morir, aunque haya muchos aprendices a
enterradores. Las verdades son eternas, son las mentiras las que tienen
los pies cortos.
Pero puede ocurrir que una generación olvide descubrimientos del pasado
y adopta ideas falsas o imprecisas. Algo parecido ha ocurrido con el
tomismo, si bien, como espero decir más adelante, también podemos
encontrar hoy a no pocos pensadores que se identifican con muchas de mis
ideas.
Francisco: Los hombres del siglo XXI no entienden tu manera de
hacer filosofía. Viven en otro contexto cultural. ¿No será que, en ese
sentido, el tomismo está muerto y bien muerto?
Tomás: Aquí es bueno matizar. Hay algunos que no entienden ni
quieren entender. Les falta esa preparación para acoger otras
perspectivas, para estudiar con calma los problemas, y para empalmar con
lo que de “eterno” tienen todas las verdades (una cosa que subrayaron de
modo especial algunos platónicos). Decretan la muerte de ideas de un
pasado que no han llegado a conocer de verdad (aunque quizá hayan leído
escritos tomistas con poca apertura de mente y muchos prejuicios).
Otros, en cambio, navegan con cariño entre mis libros, y son capaces de
sacar actualizaciones para problemas vivos desde ideas plasmadas hace ya
muchos siglos.
Francisco: Tú usaste muchas ideas de Aristóteles, y hay quien
dice que Aristóteles también está muerto, y que tú mueres con él.
Tomás: Yo siempre me consideré antes teólogo que filósofo. Pero
usé ideas filosóficas que, en mi siglo XIII, eran muy actuales, “el
último grito”, como dicen ahora en la tierra, si bien usaba siempre un
sano espíritu crítico. No todo lo que es actual vale, ni todo lo que es
antiguo está superado. Esto es algo que muchos no han comprendido, y por
eso dogmatizan y declaran la muerte del tomismo con demasiada prisa y
con muy poco sentido de la historia.
Francisco: Pero, nos dicen una y otra vez, podría estar bien
tomar a Aristóteles en el siglo XIII, pero en el siglo XXI...
Tomás: Creo que Aristóteles (como Platón) sigue siendo actual en
la tierra. Basta con ojear la cantidad de estudios que se hacen sobre
ellos. No están muertos estos dos grandes pensadores griegos, como no
puede morir ninguna idea verdadera, haya sido dicha por quien sea. Como
dice esa frase atribuida a san Ambrosio y que tanto me gusta, todo lo
que sea verdad, lo diga quien lo diga, viene del Espíritu Santo.
Francisco: ¿También hay verdad entre los malos filósofos, entre
los herejes?
Tomás: También sobre este punto quienes “sepultan” al tomismo
podrían aprender mucho. En el método de la escolástica escuchábamos a
todos con mucho respeto. Estudien, por ejemplo, lo que era una discusión
pública, lo que llamábamos “quaestiones disputatae”.
Se trataba de reunir el mayor número de afirmaciones sobre todos los
temas, con una gran libertad de espíritu. Por ejemplo, vamos a hablar de
Dios. Veamos si existe (opiniones a favor) o si no existe (opiniones en
contra). Luego, hemos de discernir entre lo que vale y lo que es falso.
Pero incluso al criticar la opinión equivocada (en el máximo respeto de
quien la emitió), siempre intentábamos ver los motivos de su error, los
elementos válidos de su pensamiento, para no eliminar lo bueno junto con
lo malo.
Algunos modernos tienen demasiada prisa y fulminan con condenas
absolutas las ideas del pasado, la metafísica, el pensamiento
escolástico. Si tuviesen un poco de espíritu verdaderamente científico,
como el que teníamos nosotros, serían más prudentes, más abiertos, y
sabrían aprovechar los elementos válidos de la Escolástica.
Francisco: Ya sé que en la Escolástica os considerabais como
enanos subidos sobre la espalda de gigantes. Pero los modernos dicen que
os limitabais a repetir lo que otros habían dicho...
Tomás: Es cierto que prestábamos gran atención al pasado. Pero
eso es parte del método científico: recoger lo que otros han descubierto
para avanzar en el saber. Los modernos hacen lo mismo, aunque a veces se
quedan con el estudio de última hora y olvidan otras dimensiones del
saber.
Observemos por un momento las revistas científicas. Están llenas de
citas de otros. Pero si el artículo es del año 2005, las citas tienen
que ser muy recientes (del 2003, 2004 y 2005), para no quedarse
“anticuados”. Ven sólo datos, y datos, y datos. Pero les falta la
perspectiva del pasado, y por eso algunos se limitan a lo empírico, lo
experimental. Es triste vivir así, al día, dejando de lado
descubrimientos muy valiosos de la filosofía y de la cultura
humanística, descubrimientos que no son medibles con una báscula ni
visibles para los lentes de un telescopio.
Tengo que aclarar otra cosa: repetíamos, sí, muchas frases del pasado,
pero las repensábamos en nuevos contextos y, a veces, las enriquecíamos.
Por eso el enano que se sube en las espaldas de un gigante puede ver más
lejos que el gigante: su horizonte es mucho más amplio.
Francisco: Tomás, hemos de ir terminando. Quería preguntarte un
tema de actualidad. En bioética muchos critican esa definición de
persona de la Escolástica: la persona, decíais, es una “sustancia
individual de naturaleza racional” (en latín, “naturae rationalis
individua substantia”). Muchos piensan que esta definición está
superada. ¿Qué opinas?
Tomás: De nuevo se ve cómo los modernos tienen prisa y no
investigan bien lo que dicen. La definición de persona que acabas de
recordar no es de la Escolástica, sino de Boecio (un autor de los siglos
V y VI d.C.). Yo la citaba con gusto, pero sin ser un simple repetidor.
En alguna ocasión noté que esa definición podía ser mejorada, sin
rechazarla, y propuse otra. Esta es la gran diferencia entre el tomismo
y los modernos. El tomismo busca profundizar y comprender lo válido del
pasado para aprovechar lo bueno y mejorar lo mejorable. Los modernos, en
cambio, quieren empezar de cero, rechazan un pasado que no conocen y que
citan mal, y llegan a conclusiones bastante pobres.
Sobre la definición de persona de Boecio: se trata de una definición
metafísica, y la metafísica va mucho más allá de lo que puede ver el
laboratorio. Algunos autores, que no saben cómo funciona la metafísica,
rechazan la definición de Boecio y la mía y definen la persona sólo por
algunos accidentes previamente seleccionados. Esto, en bioética, ha
llevado a confusiones enormes, y a la aceptación de comportamientos tan
inhumanos como el aborto o la eutanasia.
Francisco: Tomás, la pregunta para concluir: ¿ha muerto el
tomismo o puede sobrevivir de algún modo?
Tomás: El tomismo no ha muerto. Los que viven en la tierra pueden
ver la espléndida riqueza de sociedades tomistas (como la Pontificia
Academia Santo Tomás de Aquino, o la Sociedad Internacional Tomás de
Aquino, que tienen sus páginas en
Internet)
y las actividades nacionales e internacionales promovidas por insignes
tomistas y estudiosos de mis ideas (ideas que no siempre comparten, pero
conocen y respetan con un espíritu intelectual abierto y creativo,
auténticamente escolástico).
No creo, de todos modos, haberlo dicho todo, ni creo que es “tomismo”
limitarse a repetir lo que yo haya podido decir con mayor o menor
acierto. Pero nadie es un simple repetidor. Volver a presentar el
pensamiento de un autor del pasado en un nuevo contexto cultural hace
que se generen reflexiones vivas y enriquecedoras.
Me gustaría mucho que quienes decretan la muerte del tomismo leyesen esa
hermosa encíclica de Juan Pablo II sobre la fe y la razón (Fides
et ratio, 1998) para descubrir la vitalidad de un tomismo que tiene
una larga tradición de nombres y de tendencias (como se puede ver en la
lista de autores que se presenta en
http://www.geocities.com/tomistas/index.htm
y en
http://stthaquinas.8m.com/thomists.htm).
Sabemos que san Francisco de Sales y santo Tomás de Aquino habrían
preguntado y respondido con mucha más profundidad y belleza. Gozan de
Dios, y con Dios todo se ve de un modo más pleno. Les pedimos perdón por
nuestro atrevimiento. El deseo que anima esta entrevista es sencillo:
ser prudentes a la hora de juzgar acerca de la vitalidad o la muerte de
ideas del pasado nos permitirá abrir horizontes de verdades filosóficas
y teológicas que pueden sernos de enorme utilidad en el mundo
contemporáneo (y en cualquier época histórica).
Me parece que el tomismo, con perdón de quien piensa lo contrario, goza
de salud. Ciertamente, no toda la que merecería, pero sigue vivo. No
siempre aparece con toda su fuerza, desde luego, entre quienes controlan
y monopolizan amplios sectores de la universidad, la cultura y de la
difusión del pensamiento. Pero esto no implica sepultar más a fondo a
santo Tomás. El tomismo no puede morir, simplemente porque su espíritu,
genuinamente abierto a la búsqueda de la verdad, vive escondido en cada
hombre y mujer que deja de lado prejuicios y prisas para recorrer el
camino de la filosofía; en quienes saben tomar la mano, con cariño que
no es sinónimo de servilismo
acrítico, de quienes nos han precedido con sencillez y honestidad en la
búsqueda de las verdades más profundas sobre la vida, sobre el hombre y
sobre Dios.
Autor: Padre Fernando Pascual
Publicado con permiso del autor.