el amor de Dios a
su pueblo y el amor nupcial en los profetas
Audiencia General 22 de
septiembre de 1982
1. La Carta a los
Efesios, mediante la comparación de la relación entre Cristo y la
Iglesia con la relación nupcial de los esposos hace referencia a la
tradición de los Profetas del Antiguo Testamento. Para ilustrarlo,
citamos el siguiente texto de Isaías: «Nada temas, que no serás
confundida no te avergüences, que no serás afrentada. Te olvidarás
de la vergüenza de la juventud y perderás el recuerdo del oprobio de
tu viudez. Porque tu marido es tu Hacedor, que se llama Yahvé Sebaot,
y tu Redentor es el Santo de Israel, que es el Dios del mundo todo.
Si, Yahvé te llamó como a mujer abandonada y desolada. La esposa de
la juventud, ¿podrá ser repudiada?, dice tu Dios. Por una hora, por
un momento te abandoné, pero en mi gran amor vuelvo a llamarte.
Desencadenando mi ira, oculté de ti mi rostro; un momento me alejé
de ti; pero en mi eterna misericordia me apiadé de ti, dice Yahvé,
tu redentor. Será como al tiempo de Noe, en que juré que nunca más
el diluvio se echaría sobre la tierra. Así juro yo ahora no volver a
enojarme contra ti, no volver a reñirte. Que se muevan los montes,
que tiemblen los collados, no se apartará más de ti mi misericordia,
y mi alianza de paz será inquebrantable, dice Yahvé, que te ama» (Is
54, 4-10).
2. El texto de Isaías no contiene en este caso los reproches hechos
a Israel como a esposa infiel, que resuenan con tanta fuerza en los
otros textos, especialmente de Oseas o Ezequiel. Gracias a esto,
resulta mas transparente el contenido esencial de la analogía
bíblica; el amor de Dios-Yahvé a Israel-pueblo elegido se expresa
como el amor del hombre-esposo a la mujer elegida para ser su mujer
a través del pacto conyugal. De este modo Isaías explica los
acontecimientos que constituyen el curso de la historia de Israel,
remontándose al misterio escondido casi en el corazón mismo Dios. En
cierto sentido, nos lleva en la misma dirección, en que nos llevará,
después de muchos siglos, el autor de la Carta a los Efesios, que -basándose
en la redención realizada ya en Cristo- descubrirá mucho más
plenamente la profundidad del mismo misterio.
3. El texto del Profeta tiene todo el colorido de la tradición y de
la mentalidad de los hombres del Antiguo Testamento. El Profeta,
hablando en nombre de Dios y como con sus palabras, se dirige a
Israel como esposo a la esposa que ha elegido. Estas palabras
desbordan de un auténtico ardor de amor y, a la vez, pone de relieve
todo el carácter específico, tanto de la situación como de la
mentalidad propias de esa época. Subrayan que la opción por parte
del hombre quita a la esposa el «deshonor» que, según la opinión de
la sociedad, parecía vinculado al estado núbil, ya sea el originario
(la virginidad), ya sea el secundario (la viudez), ya sea, en fin,
el derivado del repudio de la mujer no amada (cf. Dt 24, 1) o
eventualmente de la mujer infiel. Sin embargo, el texto citado no
hace mención de la infidelidad; en cambio, revela el motivo de «amor
misericordioso» (1), indicando con esto no solo la índole social del
matrimonio en la Antigua Alianza, sino también el carácter mismo del
don, que es el amor de Dios a Israel-esposa: don que proviene
totalmente de la iniciativa de Dios. En otras palabras: indicando la
dimensión de la gracia, que desde el principio se contiene en ese
amor. Esta es quizá la más fuerte «declaración de Amor» por parte de
Dios, unida con el solemne juramento de fidelidad para siempre.
4. La analogía del amor que une a los esposos queda fuertemente
puesta de relieve en este pasaje. Dice Isaías: «...tu marido es tu
Hacedor, que se llama Yahvé Sebaot, y tu Redentor es el Santo de
Israel, que es el Dios del mundo todo» (Is 54, 5). Así, pues, en ese
texto el mismo Dios, con toda la majestad de Creador y Señor de la
creación, es llamado explícitamente «esposo» habla de su gran «afecto»,
que no se alejará de Israel-esposa, sino que constituirá un
fundamento estable de la «alianza de paz» con él. Así el motivo del
amor nupcial y del matrimonio se vincula con el motivo de la «alianza».
Además, el «Señor de los ejércitos» se llama a sí mismo no solo «creador»,
sino también «redentor». El texto tiene un contenido teológico de
riqueza extraordinaria.
5. Confrontando el texto de Isaías con la Carta a los Efesios y
constatando la continuidad respecto a la analogía del amor nupcial y
del matrimonio, debemos poner de relieve, al mismo tiempo, cierta
diversidad de óptica teológica. El autor de la Carta ya en el primer
capítulo habla del misterio del amor y de la elección con que «Dios
Padre de nuestro Señor Jesucristo» abraza a los hombres en su Hijo,
sobre todo como de un misterio «escondido en la mente de Dios». Este
es el misterio del amor paterno, misterio de la elección a la
santidad («para que fuésemos santos e inmaculados ante El»: Ef 1, 4)
y de la adopción de hijos en Cristo («y nos predestinó a la adopción
de hijos suyos por Jesucristo»: 1, 5). En este contexto, la
deducción de la analogía sobre el matrimonio, que hemos encontrado
en Isaías («tu esposo es tu Creador, que se llama Yahvé Sebaot»: Is
54, 5), parece ser un detalle que forma parte de la perspectiva
teológica. La primera dimensión del amor y de la elección, como
misterio escondido desde los siglos en Dios, es una dimensión
paterna y no «conyugal». Según la Carta a los Efesios, la primera
nota característica de ese misterio está unida con la paternidad
misma de Dios, puesta especialmente de relieve por los Profetas (cf.
Os 11, 1-4; Is 63, 8-9; 64, 7; Mal 1, 6).
6. La analogía del amor nupcial y del matrimonio aparece solamente
cuando el «Creador» y el Santo Israel, del texto de Isaías, se
manifiesta como «Redentor». Isaías dice: «Tu marido es tu Hacedor,
que se llama Yahvé Sebaot, y tu Redentor es el Santo de Israel» (Is
54, 5). Ya en este texto es posible, en cierto sentido, leer el
paralelismo entre el «esposo» y el «Redentor». Pasando a la Carta a
los Efesios, debemos observar que este pensamiento está allí
precisamente desarrollando en la plenitud. La figura del Redentor
(2) se delinea ya en el capítulo primero como propia de Aquel que es
el «Hijo amado» del Padre (Ef 1, 6), amado desde la eternidad: de
Aquel, en el cual todos hemos sido amados por el Padre, «desde los
siglos». Es el Hijo de la misma naturaleza que el Padre, «en quien
tenemos la redención por su sangre, la remisión de los pecados según
las riquezas de su gracia» (Ef 1, 7). El mismo Hijo, como Cristo (o
sea, como Mesías), «amó a la Iglesia y se entregó por ella» (Ef 5,
25).
Esta espléndida formulación de la Carta a los Efesios resume en sí
y, a la vez, pone de relieve los elementos del Cántico de Sión (cf.
por ejemplo, Is 42, 1; 53, 8-12; 54, 8).
Y de esta manera la donación de sí mismo por la Iglesia equivale al
cumplimiento de la obra de la redención. De este modo el «creador
Señor de los ejércitos» del texto de Isaías se convierte en el
«Santo de Israel», del «nuevo Israel», como Redentor. En la Carta a
los Efesios la perspectiva teológica del texto profético se conserva
y, al mismo tiempo, se profundiza y se transforma. Entran en ella
nuevos momentos revelados: el momento trinitario, cristológico (3) y
finalmente escatológico.
7. Así, pues, San Pablo, al escribir la Carta al Pueblo de Dios de
la Nueva Alianza y precisamente a la Iglesia de Efeso, no repetirá
más: «Tu marido es tu Hacedor», sino que mostrará de qué modo el «Redentor»,
que es el Hijo primogénito y desde los siglos «amado del Padre»,
revela simultáneamente su amor salvífico que consiste en la entrega
de sí mismo por la Iglesia como amor nupcial con el que desposa a la
Iglesia y la hace su propio Cuerpo. Así la analogía de los textos
proféticos del Antiguo Testamento, (sobre todo, en el caso del libro
de Isaías), se conserva en la Carta a los Efesios y, a la vez, queda
evidentemente transformada. A la analogía corresponde el misterio
que, a través de ella, se expresa y, en cierto sentido, se explica.
En el texto de Isaías este misterio apenas está delineado, como «semioculto»;
en cambio, en la Carta a los Efesios está plenamente desvelado (se
entiende que sin dejar de ser misterio). En la Carta a los Efesios
es explícitamente distinta la dimensión eterna del misterio en
cuanto escondido en Dios («Padre de nuestro Señor Jesucristo») y la
dimensión de su realización histórica, según su dimensión
cristológica y, a la vez, eclesiológica. La analogía del matrimonio
se refiere sobre todo a la segunda dimensión. También en los
Profetas (en Isaías) la analogía del matrimonio se refería
directamente a una dimensión histórica: estaba vinculada con la
historia del Pueblo elegido de la Antigua Alianza, con la historia
de Israel; en cambio, la dimensión cristológica y eclesiológica en
la realización veterotestamentaria del misterio, se hallaba sólo
como en embrión: sólo fue preanunciada.
No obstante, es claro que el texto de Isaías nos ayuda a comprender
mejor la Carta a los Efesios y la gran analogía del amor nupcial de
Cristo y de la Iglesia.
Notas
(1) En el texto hebreo tenemos las palabras hesedrahamim, que
aparecen juntas más de una vez.
(2) Aunque en los libros bíblicos más antiguos el «redentor» (en
hebreo: go’el) significase a la persona obligada por vínculos de
sangre a vengar al pariente asesinado (cf. por ejemplo. Núm 35, 19),
a dar ayuda al pariente desventurado (cf. por ejemplo, Rt 4, 6) y
especialmente a rescatarlo de la esclavitud (cf. por ejemplo, Lev
25, 48), con el paso del tiempo esta analogía se aplicó a Yavé («El
que ha redimido a Israel de la casa de la servidumbre, de la mano
del Faraón, rey de Egipto»: Dt 7, 8).
Particularmente en el Déutero-Isaías el acento se traslada por la
acción de rescate a la persona del Redentor, que personalmente salva
a Israel, casi sólo por su misma presencia, «no por dinero ni por
dones» (Is 45, 13).
Por esto el pasaje del «Redentor» de la profecía de Isaías 54 a la
Carta a los Efesios tiene la misma motivación de aplicación, en
dicha Carta, que los textos del Cántico sobre el Siervo de Yavé (cf.
Is 53, 10-12, Ef 5, 23, 25-26).
(3) En el lugar de la relación «Dios-Israel». Pablo introduce la
relación «Cristo-Iglesia», aplicando a Cristo todo lo que en el
Antiguo Testamento se refiere a Yavé (Adonai-Kyrios). Cristo es Dios,
pero Pablo le aplica también todo lo que se refiere al Siervo de
Yavé en los cuatro Cánticos (Is 42; 49; 50; 52-53), interpretados en
sentido mesiánico durante el período intertestamentario.
El motivo de la «Cabeza» y del «Cuerpo» no es derivación bíblica,
sino probablemente helenística (¿estoica?). En la Carta a los
Efesios este tema se ha utilizado en el contexto del matrimonio (mientras
que en la primera Carta a los Corintios el tema del «Cuerpo» sirve
para demostrar el orden que reina en la sociedad.
Desde el punto de vista bíblico la introducción de este motivo es
una novedad absoluta.
Esta página es obra
de Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María.
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