El corazón de Juan Pablo II |
"doctrina
paulina sobre virginidad y matrimonio"
Audiencia General
S.S. Juan Pablo II
23 de
mayo de 1982
1. Después de haber analizado las palabras de Cristo, referidas en
el Evangelio según Mateo (Mt 19, 11-12), conviene pasar a la
interpretación paulina del tema: virginidad y matrimonio.
El enunciado de Cristo sobre la continencia por el reino de los
cielos es conciso y fundamental. En la enseñanza de Pablo, como nos
convenceremos dentro de poco, podemos individuar un relato paralelo
de las palabras del Maestro; sin embargo, el significado de su
enunciación (1Cor 7) en su con junto debe ser valorado de modo
diverso. La grandeza de la enseñanza de Pablo consiste en el hecho
de que él, al presentar la verdad proclamada por Cristo en toda su
autenticidad e identidad, le da un timbre propio, en cierto sentido
su propia interpretación «personal» pero que brota sobre todo de las
experiencias de su actividad apostólico-misionera, y tal vez incluso
de la necesidad de responder a las preguntas concretas de los
hombres, a los cuales iba dirigida dicha actividad. Y así
encontramos en Pablo la cuestión de la relación recíproca entre el
matrimonio y el celibato o la virginidad, como tema que atormentaba
los espíritus de la primera generación de los confesores de Cristo,
la generación de los discípulos de los Apóstoles, de las primeras
comunidades cristianas. Esto ocurría en los convertidos del
helenismo, por lo tanto del paganismo, más que en los convertidos
del judaísmo; y esto puede explicar el hecho de que el tema se halle
precisamente en una carta dirigida a la comunidad de Corinto, en la
primera.
2. El tono de todo el enunciado es sin duda magisterial; sin
embargo, tanto el tono como el lenguaje es también pastoral. Pablo
enseña la doctrina transmitida por el Maestro a los Apóstoles y, al
mismo tiempo, entabla como un continuo coloquio con los
destinatarios de su Carta sobre este tema. Habla como un clásico
maestro de moral, afrontando y resolviendo problemas de conciencia;
por eso, a los moralistas les gusta dirigirse con preferencia a las
aclaraciones y a las deliberaciones de esta primera Carta a los
Corintios (capítulo 7) Hay que recordar, no obstante, que la base
última de tales deliberaciones debe buscarse en la vida y en la
enseñanza de Cristo mismo.
3. El Apóstol subraya, con gran claridad, que la virginidad, o sea,
la continencia voluntaria, deriva exclusivamente de un consejo y no
de un mandamiento: «Acerca de las vírgenes no tengo precepto del
Señor; pero puedo daros consejo» Pablo da este consejo «como quien
ha obtenido del Señor la gracia de ser fiel» (1Cor 7, 25). Como se
ve por las palabras citadas, el Apóstol distingue, lo mismo que el
Evangelio (cf. Mt 19, 11-12), entre consejo y mandamiento. El, sobre
la base de la regla «doctrinal» de la comprensión de la enseñanza
proclamada, quiere aconsejar, desea dar consejos personales a los
hombres que se dirigen a él. Así, pues, en la primera Carta a los
Corintios (cap. 7), el «consejo» tiene claramente dos significados
diversos. El autor afirma que la virginidad es un consejo y no un
mandamiento, y da consejos al mismo tiempo tanto a las personas
casadas como a quienes han de tomar una decisión al respecto y, en
fin, a los que se hallan en estado de viudez. La problemática es
sustancialmente igual a la que encontramos en el enunciado de Cristo
transmitido por San Mateo (19. 2-12), primero sobre el matrimonio y
su indisolubilidad, y luego sobre la continencia voluntaria por el
reino de los cielos. Sin embargo, el estilo de esta problemática es
completamente suyo, es de Pablo.
4. «Si alguno estima indecoroso para su hija doncella dejar pasar la
flor de la edad y que debe casarla, haga lo que quiera; no peca, que
la case. Pero el que, firme en su corazón, no necesitado sino libre
y de voluntad, determina guardar virgen a su hija, hace mejor. Quien,
pues, casa a su hija doncella hace bien, y quien no la casa hace
mejor» (1Cor 7, 36-38).
5. La persona que le había pedido consejo pudo ser un joven que se
encontraba ante la decisión de casarse, o quizá un recién casado que,
ante corrientes ascéticas existentes en Corinto, reflexionaba sobre
la línea a seguir en su matrimonio; pudo ser también un padre o el
tutor de una muchacha que le había planteado el problema del
matrimonio de ésta. En este caso, se trataría directamente de la
decisión que deriva de sus derechos tutelares. Pues Pablo escribe en
unos tiempos en que decisiones de esta índole pertenecían más a los
padres o tutores que a los mismos jóvenes. Por tanto, al responder a
la pregunta planteada de este modo, Pablo trata de explicar con suma
precisión que la decisión sobre la continencia o sea, sobre la vida
en virginidad, debe ser voluntaria y que sólo una continencia así es
mejor que el matrimonio. Las expresiones «hace bien» y «hace mejor»
son completamente unívocas en este contexto.
6. Ahora bien, el Apóstol enseña que la virginidad, es decir, la
continencia voluntaria, el que una joven se abstenga del matrimonio,
deriva exclusivamente de un consejo y es «mejor» que el matrimonio
si se dan las oportunas condiciones. En cambio, con ello no tiene
que ver en modo alguno la cuestión del pecado: «¿Estás ligado a
mujer? No busques la separación. ¿Estás libre de mujer? No busques
mujer. Si te casares, no pecas; y si la doncella se casa, no peca»
(1Cor 7, 27-28). A base sólo de estas palabras, no podemos
ciertamente formular juicio alguno sobre lo que pensaba y enseñaba
el Apóstol acerca del matrimonio. Este tema quedará explicado en
parte en el contexto de la Carta a los Corintios (cap. 7) y con más
plenitud en la Carta a los Efesios (5, 21-33). En nuestro caso, se
trata probablemente de la respuesta a la pregunta sobre si el
matrimonio es pecado; y podría pensarse incluso que esta pregunta
refleje el influjo de corrientes dualistas pregnósticas que se
transformaron más tarde en encratismo y maniqueísmo. Pablo responde
que de ninguna manera entra en juego aquí la cuestión del pecado. No
se trata del discesnimiento entre «bien»- y «mal», sino solamente
entre «bien» y «mejor». A continuación pasa a motivar por qué quien
elige el matrimonio «hace bien» y quien elige la virginidad, o sea,
la continencia voluntaria, «hace mejor».
De la argumentación paulina nos ocuparemos en nuestra próxima
reflexión.
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