el celibato es
una renuncia hecha por amor
Audiencia General 21 de
abril de 1982
1. Continuamos las reflexiones sobre las palabras de Cristo,
referentes a la continencia «por el reino de los cielos».
No es posible entender plenamente el significado y el carácter de la
continencia, si en la última frase del enunciado de Cristo, «por el
reino de los cielos» (Mt 19, 12), no se aprecia su contenido
adecuado, concreto y objetivo. Hemos dicho anteriormente que esta
frase expresa el motivo, o sea, pone de relieve, en cierto sentido,
la finalidad subjetiva de la llamada de Cristo a la continencia. Sin
embargo, la expresión en sí misma tiene carácter objetivo, indica,
de hecho, una realidad objetiva, en virtud de la cual, cada una de
las personas, hombre y mujeres, pueden «hacerse» eunucos (como dice
Cristo). La realidad del «reino» en el enunciado de Cristo según
Mateo (19, 11-12) se define de modo preciso y a la vez general, es
decir, de forma tal que pueda abarcar todas las determinaciones y
los significados particulares que le son propios.
2. El «reino de los cielos», significa el «reino de Dios», que
Cristo predicaba en su realización final, es decir, escatológica.
Cristo predicaba este reino en su realización o instauración
temporal y, al mismo tiempo, lo pronosticaba en su cumplimiento
escatológico. La instauración temporal del reino de Dios es, a la
vez, su inauguración y su preparación para el cumplimiento
definitivo. Cristo llama a este reino y, en cierto sentido, invita a
todos a él (cf. la parábola del banquete de bodas: Mt 22, 1-14). Si
llama a algunos a la continencia «por el reino de los cielos», se
deduce del contenido de esa expresión, que los llama a participar de
modo singular en la instauración del reino de Dios sobre la tierra,
gracias a la cual se comienza y se prepara la fase definitiva del «reino
de los cielos».
3. En este sentido hemos dicho que esa llamada está marcada con el
signo particular de dinamismo propio del misterio de la redención
del cuerpo. Así, pues, en la continencia por el reino de los cielos
se pone de relieve, como ya hemos mencionado, la negación de sí
mismo, tomar la propia cruz de cada día y seguir a Cristo (cf. Lc 9,
23), que puede llegar hasta implicar la renuncia del matrimonio y
aun familia propia. Todo esto se deriva del convencimiento de que,
así, es posible contribuir mucho más a la legalización del reino de
Dios en su dimensión terrena con la perspectiva del cumplimiento
escatológico. Cristo en su enunciado según Mateo (19, 11-12) dice,
de manera general, que la renuncia voluntaria al matrimonio tiene
esa finalidad, pero no especifica esta afirmación. En su primer
enunciado sobre este tema no precisa aún para qué tareas concretas
es necesaria, o bien, indispensable, esta continencia voluntaria, en
orden a realizar el reino de Dios en la tierra y preparar su futuro
cumplimiento. A este propósito podremos ver algo más en Pablo de
Tarso (1Cor) y lo demás será completado por la vida de la Iglesia en
su desarrollo histórico, llevado adelante según la corriente de la
auténtica Tradición.
4. En el enunciado de Cristo sobre la continencia «por el reino de
los cielos» no hallamos indicio alguno más detallado de cómo
entender ese mismo «reino» -tanto por lo que respecta a su
realización terrena, como por lo que se refiere a su definitivo
cumplimiento- en su específica y «excepcional» relación con los que
por él «se hacen» voluntariamente «eunucos».
Tampoco se dice mediante qué aspecto particular de la realidad que
constituye el reino, se le asocian aquellos que se han hecho
libremente «eunucos». Efectivamente, es sabido que el reino de los
cielos es para todos: también están relacionados con él en la tierra
(y en el cielo) los que «toman mujer y marido». Es para todos la «viña
del Señor», en la cual aquí, en la tierra, deben trabajar; y es,
después, la «casa del Padre», donde deben encontrarse en la
eternidad. ¿Qué es pues, ese reino para aquellos que, con miras a él,
eligen la continencia voluntaria?
5. Por ahora, no encontramos respuesta alguna a estas preguntas en
el enunciado de Cristo, referido a Mateo (19, 11-12). Parece que
esto corresponde al carácter de todo el enunciado. Cristo responde a
sus discípulos sin ponerse en la línea de sus pensamientos y sus
valoraciones, en las que se oculta, al menos indirectamente, una
actitud utilitarista con relación al matrimonio («Si tal es la
condición... es preferible no casarse»: Mt 19, 10). El Maestro se
separa explícitamente de este planteamiento del problema, y por eso,
al hablar de la continencia «por el reino de los cielos», no indica
por qué vale la pena, de esta manera, renunciar al matrimonio, a fin
de que ese «es preferible» no suene en los oídos de los discípulos
con algún acentro utilitarista. Sólo dice que esta continencia, a
veces, es requerida, si no indispensable, por el reino de Dios. Y
con esto indica que constituye, en el reino que Cristo predica y al
que llama, un valor particular en sí misma. Los que la eligen
voluntariamente deben elegirla mirando a ese valor, y no como
consecuencia de cualquier otro cálculo.
6. Este tono esencial de la respuesta de Cristo, que se refiere
directamente a la misma continencia «por el reino de los cielos»,
puede referirse, de modo indirecto, también al problema precedente
del matrimonio (cf. Mt 19, 3-11), según la intención fundamental de
Cristo, la respuesta sería la siguiente: si alguno elige el
matrimonio, debe elegirlo tal como fue instituido por el Creador «desde
el principio», debe buscar en él los valores que corresponden al
designio de Dios, en cambio, si alguno decide seguir la continencia
por el reino de los cielos, debe buscar en ella los valores propios
de esta vocación. En otros términos: debe actuar conforme a la
vocación elegida.
7. El «reino de los cielos» es ciertamente el cumplimiento
definitivo de las aspiraciones de todos los hombres, a quienes
Cristo dirige su mensaje: es la plenitud del bien, que el corazón
humano desea por encima de todo lo que puede ser su herencia en la
vida terrena, es la máxima plenitud de la gratificación de Dios al
hombre. En la conversación con los saduceos (cf. Mt 22, 24-30; Mc
12, 18-27; Lc 20, 27-40), que hemos analizado anteriormente,
encontramos algunos detalles sobre ese «reino», o sea, sobre el «otro
mundo». Hay muchos más en todo el Nuevo Testamento. Sin embargo,
parece que para esclarecer qué es el reino de los cielos para los
que, a causa de él, eligen la continencia voluntaria, tiene un
significado especial la revelación de la relación esponsalicia de
Cristo con la Iglesia: entre otros textos, pues, es decisivo el de
la Carta a los Efesios, 5, 25 ss., sobre el cual nos convendrá
fundarnos especialmente cuando consideremos el problema de la
sacramentalidad del matrimonio.
Ese texto es igualmente válido, tanto para la teología del
matrimonio, como para la teología de la continencia «por el reino»,
es decir, la teología de la virginidad o del celibato. Parece que
precisamente en ese texto encontramos como concretado lo que Cristo
había dicho a sus discípulos, al invitar a la continencia voluntaria
«por el reino de los cielos».
8. En este análisis se ha subrayado ya suficientemente que las
palabras de Cristo -en medio de su gran concisión- son fundamentales,
están llenas de contenido esencial y caracterizadas además por
cierta severidad. No cabe duda de que Cristo pronuncia su llamada a
la continencia en la perspectiva del «otro mundo», pero en esta
llamada pone el acento sobre todo aquello en que se manifiesta el
realismo temporal de la decisión a esta continencia, decisión
vinculada con la voluntad de participar en la obra redentora de
Cristo.
Así, pues, a la luz de las respectivas palabras de Cristo, referidas
por Mateo (19, 11-12), emergen, sobre todo, la profundidad y la
seriedad de la decisión de vivir la continencia «por el reino», y
encuentra expresión el momento de la renuncia que implica esta
decisión.
Indudablemente, a través de todo esto, a través de la seriedad y
profundidad de la decisión, a través de la severidad y
responsabilidad que comporta, se transparenta y se trasluce el amor:
el amor como disponibilidad del don exclusivo de sí por el «reino de
Dios». Sin embargo, en las palabras de Cristo este amor parece estar
velado por lo que, en cambio, se pone en primer plano. Cristo no
oculta a sus discípulos el hecho de que la elección de la
continencia «por el reino de los cielos» es -vista en categorías de
temporalidad- una renuncia. Ese modo de hablar a los discípulos, que
formula claramente la verdad de su enseñanza y de las exigencias que
esta enseñanza contiene, es significativo para todo el Evangelio; y
es precisamente eso lo que le confiere, entre otras cosas, una marca
y una fuerza tan convincentes.
9. Es propio del corazón humano aceptar exigencias, incluso
difíciles, en nombre del amor por un ideal y sobre todo en nombre
del amor hacia la persona (efectivamente, el amor está orientado por
esencia hacia la persona). Y por esto, en la llamada a la
continencia «por el reino de los cielos», primero los mismos
discípulos y, luego, toda la Tradición viva de la Iglesia
descubrirán enseguida el amor que se refiere a Cristo mismo como
Esposo de la Iglesia, Esposo de las almas, a las que El se ha
entregado hasta el fin en el misterio de su Pascua y de la
Eucaristía.
De este modo la continencia «por el reino de los cielos», la opción
de la virginidad o del celibato para toda la vida, ha venido a ser
en la experiencia de los discípulos y de los seguidores de Cristo el
acto de una respuesta particular del amor del Esposo Divino, y, por
esto, ha adquirido el significado de un acto de amor esponsalicio:
esto es, de una donación esponsalicia de sí, para corresponder de
modo especial al amor esponsalicio del Redentor; una donación de sí
entendida como renuncia, pero hecha, sobre todo, por amor.
Esta página es obra
de Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María.
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