CARTA
ESCRITA POR EL BEATO CARLOS MANUEL RODRÍGUEZ
ver también:
Historia del Beato Carlos Manuel
Rodriguez
Estimado
amigo (a):
He pedido a Dios de modo especial por ti en los días de la Semana Santa.
El Miércoles Santo, cuando providencialmente nos encontramos, me
preguntaste al despedirnos, si podrías venir a casa aquella noche a
hablar conmigo y no te dije que sí porque tenía ya compromiso previo y
todo el tiempo ocupado. Sin embargo, ¡no sabes cuánto lo sentí luego!
Pensé que si necesitabas de mi tiempo, sobre todo en un día como ese
-víspera de Jueves Santo- y después de lo que habíamos hablado, he ido a
buscar los medios para dedicarte un tato. Dudé si llamarte y ofrecerte
una hora el Viernes Santo por la mañana. Ciertamente que no sabía que
hacer, pues no quería hacerme imprudente, y le pedí a dios me moviera a
actuar del modo más provechoso.
Me satisface
mucho tu sinceridad y franqueza al contestarme la pregunta que te hice
respecto a la confesión. No otra cosa espero y deseo que esa sinceridad
y franqueza. Es de la única manera en que podemos entendernos los
humanos. Puedes estar seguro que no me asustas ni molestas en lo más
mínimo al decirme francamente lo que no puedes aceptar, lo que no crees,
lo que no entiendes, lo que te parece absurdo o imposible. Yo me
atrevería adelantarme, con la certeza de no equivocarme, y decirte
cuáles son varias de las verdades fundamentales que te ofrecen duda o
dificultad.
Como todo me
apenó tu respuesta tan rotunda: : "No voy a confesarme esta noche; es
más ni voy mañana a la Misa". Vuelvo a decirte que no me asustó ni me
sorprendió la contestación franca y rotunda. Pero me apenó en gran
manera pensar que te perdías la Pascua. ¡A DOS PASOS DE LA FUENTE Y TE
MUERES DE LA SED! Una Pascua sin comunión no es Pascua. Es posible, y
casi estoy seguro de ello, que esta palabra pascual no te diga nada. Si
algún día llegas a comprender y apreciar y gozar, hasta donde es posible
a un ser humano, todo lo que esa palabra significa y lo que la Pascua
opera en nosotros, entenderá! s entonces por qué me apenó tanto tu
respuesta. Es precisamente lo que quisiera que llegaras a conocer, amar,
vivir y gozar. Lo que buscas, sin saberlo, es eso. Y la celebración
anual de los Misterios Pascuales podría llegar a ser para ti la
experiencia más preciosa, más sabrosa y más extraordinaria de tu vida,
como de hecho lo es para mí y para todos aquellos que más o menos han
podido entrar "dentro de la cosa". Una Pascua sin confesión y comunión
es rechazar de plano la Redención y la Salud; es hacer, hasta cierto
punto, inútil y estéril la Pascua de Cristo. Por eso casi me sentí
culpable de no haber luchado hasta lo último para arrancarle la presa a
Satanás y hacer cuanto me fuese posible porque Nuestro Señor "celebrara
la Pascua contigo y en ti", haciéndote morir a pecado juntamente con Él
y resucitándote con Él a la vida de la Gracia y la verdadera libertad.
No creas que
no entiendo tu dificultad y tus dudas. Comprendo muy bien todo, mucho
mejor de lo que te imagina! s. Sé que hay momentos oscuros en que
resulta sumamente difícil creer lo que se nos ha revelado por Dios. En
parte es por causa de nuestra ignorancia, pues no hacemos el esfuerzo de
conocer qué es lo que en verdad hemos de creer y las razones de peso
para ello. (Dice Pascal que la religión es algo tan sublime, que bien
merecen quedar excluidos de ella los que no se toman el trabajo de
conocerla.) Hay momentos muy difíciles en que todo esfuerzo parece
inútil y vano... cuando parece que no vale la pena luchar... que todo es
NADA... Nuestro interior parece un laberinto sin salida... Las pasiones
quieren dominarnos, y si no tenemos la fuerza que sólo la Gracia puede
darnos, es imposible salir victoriosos. Una vez que ellas dominan, se
nubla la vista de la inteligencia del espíritu, y las cosas del orden de
la fe parecen muy lejanas y se nos ocurren no ser otra cosa que una
quimera.
La lucha es
ardua, pues, no solamente batallamos contra nuestra carne con sus
pasiones desordenadas, y contra el mundo visible con sus atractivos
engañosos, sino que nuestra lucha es contra "los príncipes y potestades
infernales". (¿No recuerdas el demonio ciego, sordo y mudo del
Evangelio? No permite ver las cosas de la fe, no deja escuchar ni
entender las cosas espirituales, hace que uno quede mudo para confesar
sus pecados y para confesar y alabar a Dios. De tal modo ata y
esclaviza, que la persona se siente imposibilitada para dar un solo paso
hacia el Bien y la Salud.)
Fue
precisamente esto lo que hizo Cristo en su Pasión: enfrentarse
valientemente al más poderoso de nuestros enemigos, y en fiera lucha,
mediante su aparente fracaso y derrota - su Pasión y Muerte y el triunfo
momentáneo de sus adversarios- derrotar al enemigo (Satanás, el pecado y
la muerte), arrancándole la presa (nosotros) y dándonos, mediante su
Muerte y su Resurrección, la vida verdadera, la semilla nuestra
resurrección y la única esperanza que consuela nuestras angustias. Eso
es lo que operan en nosotros los Sacramentos, y si no los recibimos nos
lo perdemos. Como bien dice Jean Gillard: "El Hijo del Dios de tal modo
nos amó que no sólo dio gustosamente su vida por nosotros en expiación
de nuestros pecados; sino que tanto nos amó que nos donó esa misma
muerte. Por su institución del misterio eucarístico (la Misa y la
Comunión) nos capacitó, como dice San Pablo: para anunciar su muerte
hasta que venga" (para ponerla presente de nuevo), para celebrar su
muerte hasta el fin de los tiempos y para encontrar en ella nuestra
fuente de vida. Ciertamente nos amó hasta el fin. Ha querido
capacitarnos para participar en su muerte a fin de que podamos
participar también en su vida gloriosa; y quiso que participáramos en
ella libremente. "Deseando nuestro amor, y no mera servidumbre, desea
salvarnos mediante nuestra propia cooperación, y nos deja en libertad
para beber o para rechazar el cáliz de salvación." (A. Loehr)
La guerra ha
sido ganada una vez para siempre con ! la victoria de Cristo. Faltaban
las batallas individuales de cada uno de nosotros; la tuya y la mía, la
de éste y la del otro. También nosotros tenemos por fuerza que entrar en
la batalla -eso es la vida - y decidir libremente si queremos ser de los
triunfadores con Cristo o de los vencidos de Satanás. No hay otra
alternativa. Lo que cada uno de nosotros libremente decida, eso será su
suerte. Si nos aliamos a Cristo tenemos segura la victoria, pues Él
luchará con y en nosotros, aplicándonos, mediante los Sacramentos, su
Redención, es decir, su Muerte y su Resurrección, y haciendo de nuestro
dolor, de nuestra cruz y de nuestra muerte una sola cosa con su dolor,
su cruz y su muerte; y si nuestro dolor, nuestra cruz y nuestra muerte
son los mismos de Cristo, necesariamente su Resurrección será nuestra
resurrección, su Victoria nuestra victoria, y su Glorificación nuestra
glorificación. Aquí en la tierra lograremos esto mediante la Gracia
recibida por los sacramentos, la cual va! operando poco a poco en
nosotros esa integración, esa salud, esa transformación; y esta
Resurrección espiritual llegará a sus últimas consecuencias en el último
día con nuestra resurrección física y gloriosa, idéntica a la de Cristo,
mejor aún, una sola cosa con la de Cristo. ¡La felicidad perfecta y la
plenitud que anhelamos!
Con nuestro
Señor la victoria es segura; sin Él no hay esperanza de nada. Ya lo ha
asegurado Él mismo: "Sin Mi nada podéis hacer" y "Tened confianza Yo he
vencido al mundo"
San Pablo nos dice: "Todo lo puede en Aquel que me conforta" y San Juan
añade en su Epístola primera: "Todo hijo de Dios vence al mundo; y lo
que nos hace alcanzar victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es
el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo Dios... Si
admitimos el testimonio de los hombres, de mayor autoridad es el
testimonio de Dios: ahora bien, Dios, cuyo testimonio es el mayor, es el
que ha dado de su Hijo este testimonio. El que cree en el Hijo de Dios,
tiene el testimonio de Dios consigo"
Te parecerá éste un lenguaje exaltado y demasiado bello, fuera de tono
respecto al sentir de nuestra sociedad secularista y opuesto al
pensamiento moderno. Y ciertamente es bello y exaltado por encima de
toda la pseudo sabiduría del siglo, y opuesto al sentir y al pensar del
"mundo", de ese "mundo" que tiene por príncipe a Satanás y donde impera
la soberbia, la lujuria y la avaricia; de ese "mundo" del cual dijo
Cristo: "Yo no soy de este mundo" y "No ruego por el mundo... Vosotros
no sois del mundo, por eso el mundo os odia. Si fueseis del mundo, el
mundo ciertamente os amaría, pero no sois del mundo... Vosotros
plañiréis y lloraréis mientras el mundo se regocijará. Pero yo volveré a
visitaros, y vuestro corazón se bañará de gozo; nadie os quitará vuestro
gozo." "La paz os dejo, la paz mía os doy. No os la doy como la del
mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde...".
Todo esto es
contrario al sentir del mundo, pero es la verdad. Y esto es lo que
importa: es la realidad. Es lo único que nos da esperanza y consuelo en
medio de nuestras angustias, y es la única solución a TODOS nuestros
problemas; como lo proclaman la Oración de la Misa del Lunes de la
semana de Pascua y la del Segundo domingo después de la Pascua,
respectivamente.
OH, Dios, que con la solemnidad de la Pascua has dado al mundo el
remedio de sus males: te suplicamos otorgues a tu pueblo el celestial
favor de que, consiguiendo la perfecta libertad, en adelante siempre por
el camino de la vida eterna. OH, Dios que con la humillación de tu Hijo
elevaste al mundo abatido, concede a tus fieles perpetua alegría, para
que hagas gozar de una felicidad sin fin a los que libraste de caer en
la muerte eterna.
Dios,
Cristo, Cielo, Infierno, Pecado, Muerte, Redención, Salvación,
Sacramentos, Gracia, Resurrección, Vida Eterna, Visión Beatífica, no son
mera palabrería hueca y sin sentido; no son sueños de poetas, ni
hipótesis de pseudo científicos, ni especulaciones de filósofos, ni
escape para frustrados; son la realidad más objetiva sostenida y
respaldada con las pruebas más irrefutables en todas las órdenes
-sentido común, científico, filosófico, teológico- pero sobre todo, son
la Revelación hecha por Aquel que es la Verdad misma y que sabe a
perfección qué dice y por qué lo dice Él mismo ha asegurado: "Yo soy el
camino, la verdad y la vida... Yo soy la luz del mundo, quien me sigue
no camina en tinieblas... El cielo y la tierra pasarán, pero mis
palabras no fallarán...".
Esa es la
verdad creída y proclamada por el Cristianismo a través de veinte
siglos; la verdad creída y vivida por la porción más sabia, más noble,
más santa de la humanidad a través de veinte siglos. Parece lenguaje
extraño a los oídos modernos porque nuestra cultura secularista nos ha
inficionado con su veneno mortal más o menos a todos. Los modernos
tienen miedo a darle el frente a la realidad y sumir sus consecuencia!
s. Son escapistas. No se atreven a llamar a las cosas por sus verdaderos
nombres. Como dice Nuestro Señor: "Los hombres amaron más a las
tinieblas que la luz...".
Ahora bien,
si esto es la verdad, y esto es lo que pide, exige y necesita nuestra
naturaleza humana, ¿por qué esa cobardía? ¿Por qué ese escape que nos
lleva a la angustia y a la frustración? ¿Por qué no decidirse de una vez
par siempre? ¿Por qué no arriesgarlo todo para ganarlo todo?
Echad en
vuestro corazón millares de nadas, y otras tantas nadas... ¿creéis que
lo llenaréis? Llamados por sobrenatural destino a recibir al Infinito,
mientras el Infinito no lo llene, está vacío.
¿Por qué no son felices la mayoría de los hombres? "Temen ser miserables
si se renuncian", dice el P. Lallemand; "He aquí por qué siempre son
miserables". ¡Cuán grande no es, dice Santa Teresa, la locura del
mendigo a quien se ofrecen vestidos regios, pero los rehúsa por temor
del ligero frío que habrá de pasar al cambiarlos por sus ! andrajos!
Sin excluir
el vencimiento, el gozo que se experimenta con la divina intimidad hace
insípida las delicias egoístas: "quien una vez ha gustado de verdad en
su interior vuestra dulzura, oh Dios mío, ha de vivir forzosamente en
amargura, mientras no goza de Vos" (S. Francisco de Sales).
NO ESTAR BIEN CON DIOS ES EL POLO OPUESTO DEL GOZO
Dejarlo todo ¡es tan poco para hallarle a Él! ¿Qué cosa hay que pueda
llamarse aún lo demás, cuando lo poseemos todo? (Raúl Plus, S.J.)
¿No deseas
salir de tu desorientación y comenzar a realizar en ti esa integración,
esa Salud, esa libertad - la verdadera libertad; ¡la libertad de los
hijos de Dios!: ("Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres".
dice Nuestro Señor.)
¿No
quisieras de una vez para siempre comenzar a vivir en positivo, a vivir
esa vida que participamos con Cristo resucitado mediante los sacramentos
- la gracia Santificante, que no es otra cosa que participar en la vida
divina ( en el sentido literal de la palabra) - vivirla, saborearla y
gozarse en ella? No hay mayor nobleza que vivir en estado de Gracia: no
es cuestión de sangre azul, sino de vida divina, ¡la misma vida de Dios!
¿No deseas esa paz que ofrece Nuestro Seños y que el mundo no conoce ni
puede dar? ¿No tienes sed devoradora de Plenitud? ¿No tienes hambre de
felicidad? ¿No sientes en lo más íntimo el anhelo de un Amor que calme a
plenitud tu sed de amor? ¿No crees que vale la pena investigar y
considerar seriamente el problema y la única solución?
Examina
todos los caminos por donde has andado y todas las soluciones que has
pretendido darle a tus problemas y dificultades. ¿Cuál de ellos te ha
dejado satisfecho? ¿Por qué no probar a ver si el único camino y la
única solución son en verdad lo que pretenden ser? Con probar no se
pierde nada. ¿Por qué pretender calmar la sed con aguas corrompidas que
no pueden saciarla? ¡Y con la fuente tan cerca!
Una sola
cosa calma la sed; el agua potable. Una sola! cosa quita el hambre y
nutre nuestro cuerpo: el verdadero alimento. Una sola medicina cura una
determinada enfermedad. Nuestra sed es de la felicidad perfecta, de la
verdad total, del Sumo Bien, del amor verdadero. Nuestra hambre es de la
plenitud. Nuestra enfermedad es el pecado y nuestra fiebre la
concupiscencia... Solamente un agua determinada puede calmar esta
nuestra sed; sólo un determinado alimento puede saciar nuestra hambre;
sólo una determinada medicina puede curar nuestra enfermedad y sofocar
nuestra fiebre: Dios, su gracia, los sacramentos, la oración. Es algo
objetivo. En veinte siglos no ha fallado a nadie que de verdad quiso
beber de la fuente y dejarse curar por el Médico. Ya nos lo dice San
Agustín, por su propia experiencia dolorosa. Lee despacio y medita
seriamente los siguientes párrafos entresacados de sus "Confesiones":
Y TU, ¿qué esperas? ¿Hasta cuándo ha de durar el que tú digas: mañana y
mañana? ¿pues por qué no ha de ser desde luego y este día, por qué no ha
de ser en esta misma hora el poner fin a todo lo que te aparta de tu paz
y de tu felicidad?
Varias veces
te he invitado al Centro Universitario Católico. Temes quizás que vamos
a exigirte lo que no puedes dar; que vamos a imponerte algo que no
puedes o no quieres aceptar por ahora. Quizás te imaginas que te van a
obligar a rezar o a confesar o comulgar. Yo te aseguro que nada te
exigirán ni te impondrán, a no ser que te dejes querer sinceramente por
los demás compañeros, a dejarte querer como a un verdadero hermano, con
ese amor de caridad que fluye del Corazón de Cristo y que es su Santo
Espíritu derramado en nosotros - algo que el "mundo" no conoce ni puede
comprender.
"Un nuevo mandato os doy: que os améis unos a otros como yo os he amado,
dice el Señor"
"Conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis unos a los !
otros"
"Donde hay caridad y amor, allí está Dios."
Nos ha congregado y unido de Cristo el amor. Alegrémonos y regocijémonos
en Él. Temamos y amemos al Dios vivo. Y con sincero corazón amémonos.
Cuando,
pues, juntos estemos reunidos. No nos dividan pareceres contrarios ni
distintos. Cesen las malignas discordias y las luchas y en medio de
nosotros esté Cristo Dios. Juntos, pues con los Santos veamos Tu rostro
en la gloria, Cristo Dios. Gozo que es inmenso y que es casto. Y que
durará por los siglos de los siglos.
Encontrarás
en el Centro amigos y amigas como nunca antes los has tenido; todos
dispuestos a servirte, a compartir contigo sus alegrías y a darte ayuda
en la solución de tus dificultades. Son personas que ya tienen o que van
en camino de tener una preparación intelectual como la tuya; con las
mismas aspiraciones, los mismos sueños, las mismas dificultades, los
mismos problemas que tú tienes. Su ejemplo te moverá a imitarlos. Si
ellos pueden ¿por qué tú no vas a poder? Dice la Sagrada Escritura:
"Desgraciado del que va solo, pues si cae no tiene quien lo levante".
En el
Centro, además, tienes la oportunidad de aprovecharte de su excelente
Director, el Padre Quevedo. Es un sacerdote de grande inteligencia, se
vastísima preparación, de muchísima experiencia, de suma comprensión,
lleno de caridad y amor para las almas, dispuesto a escucharte
pacientemente y a interesarse en todos tus problemas. A él le puedes
decir todas tus dificultades y todos tus problemas, de cualquier orden
que sean; tus aspiraciones, tus sueños, tus ilusiones, tus deseos, tus
temores, tus fracasos, tus caídas, tus victorias, seguro de que has de
ser atendido y comprendido, y de que se te dará la verdadera solución
para todo. Pero, sobre todo, puede darte él algo que necesitas y deseas:
el perdón de tus culpas y las gracias necesarias para curarte de ellas,
para evitarlas en el futuro, y para adquirir las virtudes necesarias.
Con todo, si por ah! ora no tienes deseo de verte con el Director, no
estás obligado a ello.
En cuanto a
mí se refiere, puedes estar seguro que cuantas veces necesites de mi
ayuda, de mi tiempo, de mis libros, estoy enteramente a tu disposición.
Puedes tener la certeza de que no me molestas en lo más mínimo ocupando
mi tiempo y que me sentiría complacido en poder ayudarte y compartir
contigo todo lo bueno que Dios nos da: su Gracia, su Verdad, su Caridad,
y el precioso grupo de los buenos amigos del Centro Universitario
Católico - cosas que no cambiaría por nada. Nada te exijo. No te
impondré nada. Seré sumamente comprensivo con tus dudas y dificultades,
así como otros lo han sido con todas las mías.
Te aprecia de veras,
Carlos
Carta a Rafael Angel, Caguas, 25.IV.1955