NUESTRA SEÑORA DE LA ORACION
L'Ile
Bouchard, Francia
Visite el lugar de la
Aparición, vea las imágenes
>>>
Primera aparición, 8 diciembre,1947
Jacqueline Aubry, de doce años, su hermana Jeanette, de 7 años y su
prima Nicole Robin de 10, iban de regreso a la escuela después de almorzar. Jacqueline les invitó a
pasar por la iglesia a rezar. Allí reciben la primera aparición, aproximadamente a
la 1PM, en la Fiesta de la Inmaculada Concepción.
Fueron al altar de la Virgen y comenzaron a rezar una década del
rosario; pero no estaban aun por la mitad cuando Jacqueline, de
repente, vio a una bella señora frente a ella. Estaba vestida de
blanco, con las manos juntas en oración y un rosario sobre su mano
derecha. A la izquierda, un ángel la contemplaba mientras le
presentaba un lirio. Nicole y Jeanette también vieron la
aparición.
La Señora les sonrió y Jacqueline pensó que deberían informar a
alguien de lo ocurrido. Corrieron y se encontraron con Laura Croizon,
de 8 años y su hermana Sergine, de 13 años. Las cinco niñas fueron al altar.
Todas veían la aparición,
excepto Sergine. Las otras tenían que
describirle lo que veían. A la izquierda del altar de la Virgen
hay un vitral de la Virgen de Lourdes, mientras que arriba había una
estatua de Nuestra Señora de las Victorias
(Todo está aun en la iglesia>>). La aparición estaba varios
pies sobre la tierra, entre el altar y la ventana.
Las niñas describieron a una hermosa Señora, rodeada de una luz
dorada. Llevaba un vestido blanco brillante con bordes
dorados, una faja azul, y tenía consigo un rosario blanco. Su velo
era blanco de un matiz diferente y le llegaba casi hasta los pies,
aunque las niñas podían ver sus llamativos y largos cabellos rubios
que le sobresalían frontalmente, en dos partes, y le llegaban hasta
las rodillas. Su sonrisa era maravillosa, y ellas pensaban que
su edad era aproximadamente 16 o 17 años.
El ángel, rodeado de una intensa luz blanca, se
encontraba inclinado sobre su rodilla derecha en profunda
contemplación, y llevaba una túnica blanca-rosada, también con
bordes dorados. Al igual que la Señora, el ángel tenía ojos azules y
cabellos rubios. En la mano derecha sostenía el tallo de un lirio,
mientras tenía la mano izquierda colocada sobre su corazón. El ángel
tenía alas blancas, también con ribetes dorados, cuyas plumas
brillaban y se movían ligeramente con una "brisa" que las niñas no
podían percibir. Las dos figuras se encontraban en una gruta rocosa.
La Señora se encontraba de pie sobre un bloque rectangular de piedra,
decorado con una guirnalda que tenía cinco rosas de color rosado, y
debajo de dicha guirnalda se encontraban las siguientes palabras
inscriptas en letras doradas, de aproximadamente tres pulgadas de
alto: "Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que
recurrimos a Ti". Esta es la invocación famosa de
la Medalla Milagrosa en la aparición de
Rue du
Bac.
Una vez que las niñas hubieran explicado todo esto a Sergine, la
Señora desapareció, y todos salieron de la iglesia. Jacqueline y
Jeanette fueron apresuradamente a su casa a contarle a su madre lo que
había pasado, pero ella no les creyó. Al volver al colegio, la noticia
se difundió rápidamente, ya que Jacqueline volvió a relatar con
entusiasmo a una de las hermanas, la Hna. Marie del Niño Jesús, que
ella había visto a una bella Señora en la Iglesia, pero se preguntaba
quién podría ser - ¿sería la Santísima Virgen? La Hermana creyó
instantáneamente, pero temió una reacción general negativa.
El cura párroco, Fray Clovis Ségelle, y la directora, la Hna. Saint-Léon
de la Cruz, acudieron al patio del colegio en ese momento, y no se
sorprendieron con estos informes. Fray Ségelle manifestó que
Jacqueline debió haber visto doble a través de los gruesos cristales
de sus anteojos. Debido a su escasa visión y a una
conjuntivitis crónica, Jacqueline tenía que usar anteojos y secarse
continuamente los ojos.
Jacqueline manifestó que las otras niñas también habían visto a la
Señora, y por lo tanto Fray Ségelle y la Hna. Saint-Léon decidieron
cuestionarlas por separado. Cada una expuso el mismo relato, y de
regreso al colegio, Jacqueline habló una vez más con la directora,
quien la despidió bruscamente, y al mismo tiempo le
insinuó que ella hubiera permanecido en la iglesia si la Señora
era realmente tan bella como decía. Jacqueline no perdió tiempo en buscar a las otras niñas y conducirlas de
vuelta al altar de la Virgen, donde fueron gratamente sorprendidas al
ser recibidas por la sonriente Señora.
No obstante, cuando se arrodillaron ante ella, su expresión se volvió
extremadamente triste cuando pronunció lentamente sus primeras
palabras "Digan a los niños pequeños que recen por Francia, ya
que su necesidad es grande." Jacqueline, aún sin estar segura de
quien era la Señora, susurró a Jeanette y a Laura pidiéndoles que
preguntaran a la Señora si ella era su "Maman du Ciel", (Madre del
Cielo). Así lo hicieron, y la respuesta fue "¡Pero
por supuesto yo soy vuestra Madre del Cielo!" Jacqueline preguntó
luego acerca del ángel. La Señora lo miró, y el ángel se volvió a las
niñas y les dijo: "Yo soy el ángel Gabriel."
La Virgen besa las manos de las niñas
María se volvió luego a las niñas y les pidió sus manos para besarlas,
inclinándose para alcanzar las manos de Jacqueline y Nicole. Pero las
otras dos niñas eran mucho más pequeñas y no podían alcanzar la altura
suficiente. Jacqueline las tomó, una después de la otra, y las levantó
como si no tuvieran prácticamente ningún peso.
Las cuatro niñas dieron fe de la solidez y el calor de la mano de
María y del contacto de sus labios. Antes de desaparecer en una nube
de polvo plateado, ella les pidió que volvieran esa tarde a las cinco
y al día siguiente a la una. Luego de que las niñas salieran de la
iglesia, se dieron cuenta de que tenían un óvalo blanco
brillante sobre los dedos, pero antes de que volvieran al colegio,
estos rastros, que habían logrado mostrar a una mujer local, habían
desaparecido.
Jacqueline y Nicole hablaron acerca de lo que había pasado, y después
de clases las separaron y les pidieron que escribieran los relatos de
sus experiencias, que coincidían. Cuando las niñas volvieron a sus
casas, advirtieron que sus padres no estaban dispuestos a creerles, y
solo Jacqueline pudo volver a la iglesia, para el rosario y la
Bendición del Santísimo Sacramento en honor a la fiesta de la
Inmaculada Concepción.
María se apareció y la llamó, pero mientras Jacqueline deliberaba si
acudir o no a su encuentro, volviéndose hacia la Hna. Saint-Léon para
obtener su permiso, asumiendo que ella también podía ver la aparición,
la campana sonó para la Bendición, y cuando ella volvió a mirarla, la
aparición se había desvanecido. Pero cuando el Santísimo Sacramento
había vuelto al tabernáculo, María se apareció nuevamente.
Al día siguiente, el martes 9 de Diciembre,
a la una de la tarde, las cuatro niñas se reunieron en la iglesia, y
por lo tanto se estableció el esquema general para los eventos de la
semana. Ellas se arrodillaron junto al altar de la Virgen y comenzaron
a rezar el Ave María, cuando repentinamente una esfera dorada
brillante, de aproximadamente tres pies de ancho, provino de la pared
y se desplegó como una cortina rectangular de luz plateada, sobre la
cual la gruta rocosa sobresalió en relieve.
Los largos y dorados cabellos de María, que tanto habían impresionado
a las niñas el primer día, estaban en ese momento escondidos bajo su
velo. El ángel estaba arrodillado del otro lado, aunque las palabras
escritas sobre las rocas habían cambiado. Ahora decían: "Je suis
I’Immaculeéé Conception", (Yo soy la Inmaculada Concepción).
Nuevamente, se les presentaron importantes palabras de una aparición
mariana previa, esta vez la de Lourdes.
Las niñas también pudieron ver partes de una palabra escrita en letras
doradas sobre el pecho de María: "Ma ... cat", pero no comprendían lo
que ellas significaban; sus manos tapaban la parte del medio de lo que
sería revelado después como, "Magnificat", el nombre
tradicional dado al cántico de alabanza de María expresado durante la
Visitación a Isabel, (Lc 1,46-55), que tuvo
lugar poco después de la Anunciación.
La Sra. Trinson, quien era propietaria de una
tienda de zapatos de la ciudad, se juntó luego con las
niñas. La Virgen María, con una
expresión seria, mostró a las niñas la cruz dorada de su rosario, y
les pidió que la besaran. Jacqueline y Nicole se levantaron para hacer
esto, y la Sra. Trinson se sorprendió al ver a Jacqueline repetir su
hazaña del día anterior, levantando a las dos niñas más pequeñas como
si fueran muñecas, tan livianas como una pluma, a fin de que ellas
también pudieran besar la cruz dorada. El metal era frío a sus labios
y las niñas pudieron percibir en la Virgen María
una sensación de pesar.
La Virgen hizo luego una hermosa, pero muy lenta, señal de
la cruz. Le llevó dos minutos completarla, y las niñas imitaron sus
movimientos; la Sra. Trinson observaba todo con gran asombro. Al
término de eso, María manifestó a las niñas que les comunicaría un
secreto que podrían revelar en tres días, y con gran énfasis mencionó:
"Recen por Francia, que en estos días se encuentra en gran peligro".
Luego, Ella pidió que el sacerdote acudiera a ese lugar a las
dos de la tarde, con las niñas y una multitud, de tal modo a que todos
pudieran rezar. Ella también pidió una gruta, y que su imagen y la
del ángel estuvieran colocadas en ella, prometiendo bendecirles
cuando así lo hicieran. Luego de eso, la aparición se desvaneció.
Fray Ségelle, no obstante, rehusó ir a las dos, y por lo tanto
Jacqueline, Jeanette y Laura, con aproximadamente otros veinte niños,
y treinta adultos, se reunieron en la iglesia. Luego de que hubieran
rezado diez Ave Marías, la Virgen y el ángel se aparecieron como
antes, proveniendo de un círculo dorado.
Ella pidió himnos y oraciones, antes de decirles que volvieran
cada día a la una de la tarde, hasta que todo hubiera terminado. A las
cinco y treinta, Fray Ségelle informó al arzobispo acerca de los
eventos del día. Ese mismo día, para sorpresa general, los
comunistas decidieron cancelar su huelga general.
En el tercer día, el miércoles 10 de Diciembre,
ciento cincuenta personas esperaron en la iglesia la siguiente
aparición de María. De pronto, la Virgen se hizo presente, y de nuevo
solicitó una versión cantada del Ave María, antes de pedir a las niñas
que le besaran la mano. La multitud, al igual que la Sra. Trinson, se
sorprendió al ver a la frágil Jacqueline repetir su hazaña de levantar
a las dos niñas más pequeñas.
Curación milagrosa de la
vista
La madre de Jacqueline le dijo a su hija que pidiera
un milagro de tal modo a que todos pudieran creer, a lo cual María
respondió: "No he venido aquí a hacer milagros, sino a decirles que
recen por Francia. No obstante, mañana tú verás claramente y no
necesitarás más usar anteojos".
Luego, María dijo a las niñas que les iba a contar un secreto, y que
debían prometer no revelarlo. Ellas accedieron a esto, y, luego del
secreto, la Virgen les pidió que regresaran al día siguiente a la
misma hora, antes de desaparecer en la esfera dorada. Esta aparición
había durado aproximadamente un cuarto de hora. Como en el caso de
otras apariciones auténticas, las niñas no pudieron ser persuadidas,
de ninguna manera, a revelar el secreto.
Naturalmente, la gente deseaba saber cual había sido la respuesta al
pedido de un milagro, y las niñas comentaron que María había dicho que
a partir del día siguiente, Jacqueline vería claramente y no
necesitaría usar anteojos. A las cinco de la tarde, Fray Ségelle
entrevistó a Jacqueline, y menospreció la idea de que sus ojos, que
realmente se encontraban en una condición terrible, pudieran mejorar
de un día para otro.
Los padres de Jacqueline se encontraban en un dilema; ellos eran
católicos no practicantes y su padre estaba enfadado
por
ciertos comentarios con respecto a su hija. Pero
la transparente sinceridad de su hija mayor lo había impactado
profundamente. Tendrían que esperar y ver lo que
ocurría a la mañana siguiente.
Cuarto día
Jueves 11 de diciembre.
Cuando Jacqueline se despertó, pudo abrir los ojos sin ninguna
dificultad y tenía una visión normal. Llamó a
sus padres con gozo, quienes se sobrecogieron de alegría al ver que
los ojos de su hija fueron curados tan milagrosamente. Su padre acudió
rápidamente a buscar al Fray Ségelle, quien exclamó al ver a
Jacqueline: "¡Entonces es verdad que Ella ha descendido y ha estado
entre nosotros!" El padre contactó inmediatamente con el arzobispo y
se le pidió que estuviera presente en la siguiente aparición.
Hacia la una de la tarde la difusión de este milagro había
garantizado una iglesia repleta. La Virgen María apareció y pidió que cantaran
el Ave María, entonces preguntó: "¿Rezan por los
pecadores?" Ellas respondieron que sí lo hacían, y les pidió que
rezaran todos juntos diez Ave Marías, pero ella solamente rezaba la
primera parte de cada oración, el mensaje del ángel Gabriel, y no la
segunda parte.
Jacqueline le pidió que sanara a la gente por quien las niñas habían
pedido, a lo cual la Virgen respondió que ella prometía que habría
"felicidad en las familias". Antes de
irse
la Virgen preguntó de nuevo acerca de la gruta. Después de
esto, las niñas fueron cuestionadas por separado en la sacristía.
El quinto día
El viernes 12 de Diciembre, trescientas personas se encontraban en
la iglesia para el encuentro de la una de la tarde. Cuando María
apareció, las niñas pudieron ver algo nuevo: la Señora llevaba puesta
una "corona" hecha de doce rayos brillantes, cada uno de
aproximadamente un pie de largo, dos azules y angostos en el centro y
cinco más anchos a cada lado, de color rojo, amarillo, verde, rosado y
rojo-marrón.
Esta vez, la Virgen tenía las manos colocadas más abajo, por lo tanto
se podía leer la palabra "Magnificat". Las niñas pensaban que la
corona se asemejaba a un arco iris. Luego, Ella les pidió que cantaran
el Ave María, antes de pedirles que rezaran, como en el día anterior,
diez Ave Marías. Luego de esto, ella dijo: ¿"Rezan por los
pecadores?" a lo cual respondieron "Si, Señora", y luego ella
continuó: "Bien, sobre todo recen mucho por los pecadores".
Jacqueline le pidió un milagro, pero María repitió su afirmación
previa de que Ella no había venido para hacer milagros, sino para
pedir oraciones por Francia. Luego de rezar otra decena del
rosario, desapareció y de nuevo se les hizo
preguntas a las niñas acerca de lo que habían visto y oído.
El sexto día
El sábado 13 de diciembre, quinientas personas se
encontraban en la iglesia a la una de la tarde, cuando la Virgen se
apareció de nuevo, pero esta vez sin la corona. María pidió
nuevamente oraciones, invocaciones e himnos, mientras Jacqueline
repetía su pedido de un milagro, para escuchar la respuesta, "Más
adelante". Luego, después de más oraciones e invocaciones, la Virgen
les dijo que Ella se aparecería al día siguiente por última vez. De
nuevo, las niñas fueron interrogadas posteriormente.
Séptimo y último día de las apariciones,
El domingo 14 de diciembre, L’lle Bouchard
estaba repleta de
peregrinos y en la iglesia de St. Gilles, una multitud de
la rebasaba, habiendo aún más personas
en su exterior. Mientras esperaban a las niñas,
la gente rezaba el rosario – muchos no habían rezado en años.
Una vez más, María y el ángel visitaron a las niñas en una
aparición que duró aproximadamente media hora. De nuevo
la Virgen pidió
oraciones e himnos, luego de los cuales Jacqueline leyó algunos
mensajes que se le había dado, incluyendo uno de la Hna. Marie que
decía: "¿qué debemos hacer para consolar a nuestro Señor por el
sufrimiento que los pecadores le producen?" La respuesta fue:
"Recen y hagan sacrificios". Luego de más oraciones e
invocaciones, María pidió que la gente cantara el Magnificat, y
Fray Ségelle les hizo participar a todos en esto. Luego, Ella
volvió a enfatizar la necesidad de rezar por los pecadores.
El rayo de luz milagrosa
Dándose cuenta de que la aparición pronto se
terminaría, Jacqueline le pidió a la Virgen que diera alguna
prueba de su presencia, a lo cual María respondió con una sonrisa: "Antes de partir, enviaré un rayo
brillante de luz solar".
Luego, comenzó a bendecir a la multitud. En ese
momento un
misterioso rayo de luz solar penetró a través de la
ventana suroeste del coro, iluminando el punto preciso de la
aparición. El rayo creció en intensidad cubriendo
un área
mayor y forzando a aquellos que se encontraban cerca del altar de la
Virgen a cubrirse los ojos. Los afectados también mencionaron el calor de este rayo. Las niñas estaban de espaldas a la luz,
pero los afectados estaban colocados de tal forma en que podían ver
sus rostros, y las flores que sostenían, se veían iluminadas
suavemente por centelleos y luces de colores, como si se hubieran
producido por una reflexión proveniente del interior de la gruta.
Este rayo de luz solar era inexplicable en términos naturales, ya que
la luz solar normal no se expande como un abanico a partir de un único
punto -para que esto ocurriera, el sol hubiera tenido que estar situado
virtualmente fuera de la ventana. Además, este rayo, dado su punto de
entrada, debió haber sido bloqueado por algunos de los pilares
ubicados en la zona del coro. Asimismo, pruebas posteriores
demostrarían que era físicamente imposible que un rayo normal de luz
solar hubiera iluminado esa parte de la iglesia en el día
invernal en cuestión, y por lo tanto nos encontramos en presencia de
un milagro.
Al terminar el fenómeno, Fray Ségelle dio a los presentes,
varios de los cuales se encontraban llorando, la Bendición
con el
Santísimo Sacramento, y una vez más las niñas fueron minuciosamente
examinadas. Ellas afrontaron muchos más cuestionamientos durante los
meses siguientes por parte de los curiosos, y muchas otras pruebas
hasta que tuvo que intervenir la policía, pero
ellas permanecieron
fieles a su testimonio.
Reconocimiento eclesiástico
El obispo autorizó la construcción de una gruta, luego del pedido de
la Virgen, y también permitió peregrinaciones a la iglesia. El culto
de Notre-Dame de la Prière, "Nuestra Señora de la Oración", ha sido
reconocido, y dicho reconocimiento fue reafirmado en Noviembre de 1988
por Monseñor Honoré, arzobispo de Tours, en una carta publicada en el
boletín de la parroquia de L’lle Bouchard.
Varias investigaciones eclesiásticas se realizaron con respecto a las
apariciones, siendo la más importante la del Vicario General de la
diócesis, Monseñor Fiot.
Sucesivos
arzobispos de Tours han permitido la habilitación de una gruta, la
colocación de ciertas imágenes de María y el ángel en la iglesia de
San Gilles, y la autorización de las crecientes peregrinaciones a
L’lle Bouchard. Asimismo, el teólogo francés Fray Vernet, publicó un
extenso estudio favorable a las apariciones en 1992.
Lamentablemente, luego de retirarse Fray Ségelle, hasta la primavera
de 1998, una serie de sacerdotes que no favorecían a las apariciones
estuvieron a cargo de la parroquia, y esto retrasó la
aprobación oficial.
El 8 de diciembre del 2001 el Arzobispo de Tours, André Vingt-Trois,
dio su aprobación oficial a las apariciones
>>>.
Traducción del inglés,
Teresa Galiano.
Versión Inglesa
The girls described a beautiful Lady, surrounded by a
golden light, wearing a brilliant white dress edged with gold, and a
blue sash, and carrying a white rosary. Her veil was a white of a
different hue and fell down to near her feet, while the girls could
see her striking long blond hair falling down the front of her body,
in two parts, to her knees. Her smile was wonderful, and they thought
her to be aged about 16 or 17.
The angel, surrounded by an intense white light, was kneeling on his
right knee in profound contemplation, and wore a rosy-white robe, also
edged with gold. Like the Lady he had blue eyes and blond hair. In his
right hand he held out a lily stalk, while his left hand was placed
upon his heart. He had white wings, also trimmed with gold, whose
feathers shone and moved slightly in a "breeze" the children could not
feel. The two figures were in a rocky grotto.
The Lady stood on a rectangular stone block, decorated with a garland
of five pink roses, while on the rocks just below were the following
words in letters of gold, about three inches high: "O Marie conççue
sans pééchéé, priez pour nous qui avons recours à vous." (O Mary
conceived without sin, pray for us who have recourse to you). This is
the invocation made famous at the Rue du Bac.
Once the girls had explained all this to Sergine, the Lady disappeared,
and they all made way their way out of the church. Jacqueline and
Jeanette rushed home to tell their mother, but she did not believe
them. Once back at school the news spread very quickly, as Jacqueline
excitedly recounted to one of the sisters, Sr. Marie de L'Enfant Jésus,
that she had seen a beautiful Lady in the Church, but wondered who she
might be——was she the Blessed Virgin? The Sister believed instantly,
but feared a negative general reaction.
The parish priest, Fr Clovis Ségelle, and the head teacher, Sr. Saint-Léon
de la Croix, came into the school yard just then, and were not
impressed by these reports. Fr Ségelle said that Jacqueline must have
been seeing double through her thick glasses——and indeed, because of
her poor vision and chronic conjunctivitis, Jacqueline did have to
wear glasses and continually wipe her eyes.
Jacqueline explained that the other girls had also seen the Lady, and
so Fr Ségelle and Sr. Saint-Léon decided to question them separately.
Each gave the same account, and as school began again, Jacqueline
spoke once more with the head teacher, who dismissed her curtly, while
managing to give her the impression that she should have stayed in the
church if the Lady was really so beautiful. Jacqueline took up this
idea, and lost no time in fetching the other girls and leading them
back to the altar of the Virgin, where they were delighted to be
beckoned by the smiling Lady.
As they knelt before her, though, her expression became extremely sad
as she slowly uttered her first words: "Tell the little children to
pray for France, for her need is great." Jacqueline, still not sure
who the lady was, then whispered to Jeanette and Laura to ask the Lady
if she was their "Maman du Ciel," (Heavenly Mother). They did so, and
the reply was "But of course I am your Maman du Ciel!" Jacqueline then
asked about the angel. The Lady looked at him, and he turned towards
the girls and said: "I am the angel Gabriel."
Mary then turned back to the girls and asked for their hands to kiss,
bending low to reach the hands of Jacqueline and Nicole. But the other
two girls were much smaller and could not reach high enough.
Jacqueline took them up, one after the other, and lifted them up at
arms length, as though they were practically weightless.
All four testified to the solidity and warmth of Mary's hand and the
touch of her lips. Before disappearing in a cloud of silvery dust, she
asked them to return that evening at five o'clock and the next day at
one o'clock. After the girls left the church, they noticed a shining
white oval on their fingers, but before they got back to school these
traces, which they did manage to show to a local woman, had faded.
Jacqueline and Nicole spoke of what had happened, and after class they
were separated and asked to write out accounts of their experiences,
which were matching. Once the girls got home they found their parents
not inclined to believe them, and only Jacqueline was able to return
to the church, for the rosary and Benediction of the Blessed Sacrament
in honor of the feast of the Immaculate Conception.
Mary appeared and beckoned to her, but as she debated whether to go
forward or not, looking back toward Sr. Saint-Léon for permission,
assuming that she too could see the apparition, the bell rang for
Benediction, and when she looked back the apparition was gone. But
once the Blessed Sacrament had been returned to the tabernacle, Mary
reappeared.
The next day, Tuesday 9 December, at one o'clock, all four girls
assembled in the church, and so the general pattern for the week's
events was set. They knelt by the Virgin's altar and began to pray
Hail Marys, when suddenly a shining golden sphere, about three feet
across, came out of the wall and unfolded itself as a rectangular
curtain of silvery light, on which the rocky grotto stood out in
relief.
Mary's long golden hair, which had so impressed the girls on the first
day, was now hidden underneath her veil. The angel was kneeling on the
other side, while the words on the rocks had changed. Now they read: "Je
suis l'Immaculeé Conception," (I am the Immaculate Conception). Again
they were being presented with important words from a previous Marian
apparition, this time Lourdes.
They could also see parts of a word written in letters of gold across
Mary's breast: "Ma ...cat," but didn't understand what they meant; her
hands hid the middle part of what would be revealed later as, "Magnificat,"
the traditional name given to Mary's song of praise uttered during the
Visitation to Elizabeth, (Lk 1:46-55), which took place shortly after
the Annunciation.
The girls were then joined by a certain Madame Trinson, who owned a
shoe shop in the town. Mary, with a grave expression, showed the girls
the golden cross of her rosary, and asked them to kiss it. Jacqueline
and Nicole both stood up to do this, and Madame Trinson was amazed to
see Jacqueline repeat her feat of the previous day, lifting up the two
younger girls as though they were dolls, as light as a feather, in
order that they too could kiss the golden cross. The metal was cold to
their lips and they were penetrated with a sense of Mary's grief.
The Virgin then made a beautiful, but extremely slow, sign of the
cross. It took two minutes to complete, and the girls copied her
movements, with Madame Trinson looking on in astonishment. Once this
was over Mary said that she would tell them a secret that they could
reveal in three days, and with great emphasis said: "Pray for France,
which in these days is in great danger." Then she asked that the
priest come at two o'clock, with the children and a crowd, so that
they could all pray. She also asked for a grotto, and that her statue
and that of the angel should be placed in it, promising to bless them
once this was done. With that the apparition disappeared.
Fr Ségelle, however, refused to come at two, and so Jacqueline,
Jeanette and Laura, with about twenty other children, and thirty
adults, assembled in the church. After they had said ten Hail Marys,
the Virgin and the angel appeared as before, out of the golden ball.
She asked for hymns and prayers, before telling them to return each
day at one o'clock, until everything was over. At five-thirty Fr
Ségelle informed the archbishop of the day's events. That same day, to
general surprise, the Communists decided to call off their general
strike.
On the third day, Wednesday 10 December, one hundred and fifty people
waited in the church for the next appearance of Mary. Suddenly the
Virgin was present, and again she requested a sung version of the Hail
Mary, before asking the girls to kiss her hand. The crowd, like Madame
Trinson, were amazed to see the frail Jacqueline repeat her feat of
lifting the two smallest girls.
Then Jacqueline's mother called out to her daughter requesting a
miracle so that all would believe, to which Mary replied: "I have not
come here to perform miracles, but to tell you to pray for France.
However, tomorrow you will see clearly and you won't need to wear
glasses any more."
Then Mary told the girls that she was going to tell them a secret,
which they must promise not to reveal. They agreed to this, and, after
the secret the Virgin asked them to return again the next day at the
same time, before disappearing into the golden ball. This apparition
had lasted about a quarter of an hour. As in the case of other
authentic apparitions, the girls could not be persuaded, by any means,
to divulge the secret.
Naturally enough, the people wanted to know what the answer to the
request for a miracle had been, and the girls related that Mary had
said that from tomorrow Jacqueline would see clearly and not need
glasses. At five o'clock, Fr Ségelle interviewed Jacqueline, and
poured scorn on the idea that her yes, which were really in a dreadful
condition, could possibly improve overnight.
Jacqueline's parents were in something of a quandary; they were non-practicing
Catholics, and her father had been embarrassed by remarks concerning
his daughter, and become angry. But the transparent sincerity of his
eldest daughter had struck him deeply, and now they would have to wait
and see what the morning brought.
When Jacqueline woke up, she was able to open her eyes without any
difficulty and had normal vision. She called to her parents in delight,
who were overjoyed at seeing their daughter's eyes cured so
miraculously. Her father rushed to get Fr Ségelle, who exclaimed on
seeing Jacqueline: "So it's true that She has descended among us!" The
priest immediately contacted the archbishop and was told to be present
at the next apparition.
This was the fourth day, Thursday 11 December, and by one o'clock the
report of this miracle had ensured a full church. Mary appeared and
requested that they sing the Hail Mary, before asking: "Do you pray
for sinners?" They replied that they did, and then she led them
through ten Hail Marys, but only said the first part of each prayer,
the angel Gabriel's message, and not the second part.
Jacqueline asked her to heal people who had petitioned the girls for
cures, to which the Virgin replied that she promised that there would
be "happiness in families." Before disappearing she again asked about
the grotto. After this, the girls were questioned separately in the
sacristy.
On the fifth day, Friday 12 December, three hundred people were in the
church for the one o'clock rendezvous. When Mary appeared, the girls
could see something new: now she was wearing a "crown" made up of
twelve shining rays, each about a foot long, two narrow blue ones in
the center and then five wider ones to each side, colored red, yellow,
green, pink and a brownish red.
Now the Virgin held her hands lower so the word "Magnificat" could be
read. The girls thought the crown resembled a rainbow. She then asked
them to sing the Hail Mary, before leading them, as on the previous
day, in ten spoken Hail Marys. After this she said: "Do you pray for
sinners?" to which they replied "Yes, Madame," and then she continued:
"Good, above all pray a lot for sinners." Jacqueline asked for a
miracle, but Mary repeated her previous statement that she had not
come to perform miracles, but to ask for prayers for France. After
another decade of the rosary she disappeared, and again the girls were
questioned separately as to what they had seen and heard.
For the sixth day of the apparitions, Saturday 13 December, five
hundred people were in the church at one o'clock, as the Virgin
appeared again, but this time without the crown. Mary again asked for
prayers, invocations and hymns, as Jacqueline repeated her request for
a miracle, to hear the reply, "Later." Then after more prayers and
invocations, the Virgin told them that she would appear the next day
for the last time. Again the children were interrogated afterwards.
The last day of the apparitions, Sunday 14 December, saw L'Ile
Bouchard crowded with pilgrims and the church of St Gilles jammed
solid with two thousand people, while more gathered outside. While
waiting for the girls, the congregation prayed the rosary——many had
not prayed in years——as the young seers took their places for the last
time.
Once more, Mary and the angel were before them, for an apparition
which lasted over half an hour. Again prayers and hymns were requested,
after which Jacqueline read some messages that had been given to her,
including one from Sr. Marie which said: "Madame, what should we do to
console our Lord for the suffering sinners cause him?" The response
was: "Pray and make sacrifices." After more prayers and
invocations, Mary requested that the congregation sing the Magnificat,
and Fr Ségelle led everyone in this, and later still she reemphasized
the need to pray for sinners. Realizing that the apparition would soon
be over, Jacqueline asked the Virgin to give some proof of her
presence, to which Mary responded with a smile: "Before I go I will
send a bright ray of sunlight."
With that, she began to bless the crowd, and as she did so, a
mysterious ray of sunshine streamed in through a pane in the southwest
window of the choir, illuminating the precise spot of the apparition.
It grew in strength and began to cover a larger area, forcing those
near the altar of the Virgin to shield their eyes. Those affected also
remarked on the heat of this ray. The girls had their backs to the
light, but those placed so they could see their faces, and the flowers
they held, saw them gently lit by marvelous sparkles and colored
lights, as if by reflection from the jewel-like interior of the grotto.
This ray of sunlight was inexplicable in natural terms, since normal
sunlight does not spread out like a fan from a single point——for this
to happen the sun would need to have been situated virtually outside
the window. Moreover, this ray, given its point of entry, should have
been blocked by some of the pillars of the choir. In addition,
subsequent tests would show that it was physically impossible for a
normal ray of sunlight to have illuminated that particular part of the
church on the winter's day in question, and so we are in the presence
of a miracle.
After it was over, Fr Ségelle gave the congregation, many of whom were
in tears, Benediction of the Blessed Sacrament, and once more the
girls were closely examined. They faced much further questioning over
the next few months from the curious, and many other trials, but
remained faithful to their testimony.