
La Fidelidad de María en las palabras de el
Siervo de Dios, Juan Pablo II
Traducido por Madre Adela Galindo, SCTJM
El Papa Juan Pablo II, en su primera visita a México en el año 1979, nos
dio una breve reflexión sobre la fidelidad, especialmente esta virtud
tan necesaria en la formación de la madurez humana, revelándonos la
fidelidad de María Santísima. Atesoremos esta profunda enseñanza de
quien con su vida, dio ejemplo de fidelidad a Dios, a la Iglesia, a los
hombres y a su misión, hasta el final...
Palabras de
Juan Pablo II:
"De entre
tantos títulos atribuidos a la Virgen , a lo largo de los siglos... hay
uno de profundísimo significado:
¡Virgen
fiel! ¿qué significa esta fidelidad de María?, ¿cuáles son las
dimensiones de esta fidelidad?
La primera
dimensión de la fidelidad es la búsqueda: Maria fue fiel ante todo
cuando por amor, inició su búsqueda del sentido profundo del designio de
Dios en Ella y para el mundo. "Quomodo fiet?" -- ¿como sucederá esto?
Preguntó al ángel de la Anunciación. Ya en el Antiguo Testamento el
significado de esta búsqueda está representado en la expresión de
excelente belleza y de extraordinario contexto espiritual: "Buscar el
rostro del Señor". No hay fidelidad, sino no está enraizada en esta
ardiente, paciente y generosa búsqueda; si no hubiera en el corazón del
hombre una pregunta a la que solo Dios puede dar una respuesta, o mejor
dicho, a la que solo Dios es la respuesta.
La segunda
dimensión de la fidelidad es la acogida, la aceptación. El "quomodo
fiet?" es transformado en los labios de María en un "fiat". ¡Hágase!
¡Estoy lista! ¡acepto!: este es el momento crucial de la fidelidad,
momento en el cual el hombre percibe que no podrá comprender
completamente el "como"... que hay en el plan de Dios mas áreas de
misterio que de claridad; que por más que trate, no alcanzará comprender
en su totalidad. Es entonces, comprenderá totalmente el cómo; que hay en
el designio de Dios más zonas de misterio que de evidencia; que, por más
que haga, jamás logrará aceptarlo todo. Es entonces cuando el hombre
acepta el misterio y le da un lugar en su corazón, así como "María
conservaba todas estas cosas en su corazón"(Lc 2, 19; Lc 3, 15). Es el
momento en que el hombre se abandona al misterio, no con la resignación
de quien recapitula frente a un enigma, o un absurdo, sino más bien con
la disponibilidad de quien se abre para ser habitado por algo... por
Alguien más grande que el propio corazón. Esa aceptación se cumple en
definitiva por la fe que es la adhesión, de todo el ser, al misterio
revelado.
La tercera
dimensión de la fidelidad es la coherencia: vivir de acuerdo a lo que se
cree. Adaptar la propia vida al objeto de nuestra adhesión. Aceptar
incomprensiones, persecuciones, antes que una ruptura entre lo que uno
practica y uno cree: esto es coherencia. Aquí se encuentra, quizás, el
núcleo más íntimo de la fidelidad.
Pero toda
fidelidad debe pasar por la prueba más exigente: la duración. Por eso la
cuarta dimensión de la fidelidad es la constancia. Es fácil ser
constante por un día o dos. Es difícil e importante el ser constante
durante toda la vida. Es fácil ser coherente y constante en la hora del
entusiasmo; es difícil serlo en la hora de la tribulación. Y solamente
la constancia que dura toda la vida es la que puede llamarse fidelidad.
El "fiat" de María en la Anunciación encuentra su plenitud en el "fiat"
que silenciosamente repitió al pie de la cruz. Ser fiel significa no
traicionar en la oscuridad lo que se aceptó en la luz.